El
tiempo permitirá ver con perspectiva la labor intelectual y pastoral
gigantesca que este Santo Padre está llevando a cabo, en servicio de los
católicos y de toda la humanidad
A Benedicto XVI
se le podría definir como la persona que ha movilizado a más personas
de todo el mundo, en los últimos siete años, superando a presidentes de
gobierno, estrellas del rock y presentadores de telev
isión.
También
podríamos decir de él que es un escritor que ha vendido más libros que
buena parte de los autores contemporáneos, gracias a su biografía
—todavía inacabada— de Jesús de Nazaret. Y muchas otras cosas:
incluso, algunos podrían considerarle el trabajador en activo con más
edad del planeta. Es un profesor de formas suaves y habla firme. Un
bávaro de sonrisa tímida y gran potencia intelectual.
Benedicto
XVI es todo esto, pero, en realidad, sería éste un retrato muy pobre.
El tiempo permitirá ver con perspectiva la labor intelectual y pastoral
gigantesca que este Santo Padre está llevando a cabo, en servicio de los
católicos y de toda la humanidad. Ante una decadencia que parece
irreversible, Benedicto XVI es el gran impulsor de una profunda
renovación cultural.
En
un mundo de mensajes muy breves, nos está ayudando a no perdernos por
las ramas secundarias del saber, por tener la valentía de plantearse las
grandes preguntas. Dentro de un mundo relativista, el Papa trabaja por
dar un sentido preciso a cada palabra y una palabra a cada realidad.
Afronta
sin miedo los tres grandes retos que plantea nuestro mundo: la búsqueda
exasperada del bienestar económico, el materialismo práctico y el
subjetivismo dominante. En Deus caritas est nos definió qué era el amor (eros y agapé); en Spe salvi nos propone respuestas para nuestros anhelos más profundos.
Nos
propone, una y otra vez, un viaje a lo esencial. El meollo de la
cuestión. Sólo hace unos días, Benedicto XVI nos hablaba de la oración
como lo que nos ayuda a leer la historia personal y colectiva desde la
perspectiva más justa y fiel, que es la de Dios.
Sabe
que la fe es la fuerza capaz de transformar el mundo, y paso a paso nos
va sugiriendo maneras de hacerlo posible, y de permitir que, al menos,
empiece por transformarnos a cada uno personalmente.
Cada
escrito de Benedicto XVI es un paso en esta dirección. Los católicos, y
todos, haríamos bien de leerlo más a menudo y de primera mano.
Marc Argemí
bxvi.wordpress.com (*) / Almudí
bxvi.wordpress.com (*) / Almudí
(Publicado originariamente en ‘Catalunya Cristiana’)
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