jueves, 31 de mayo de 2012

Rumores y filtraciones

Rumores y filtraciones
El ‘Vatileaks’ podría servir de cortina de humo, de pantalla de ruido que ciertos fabricantes de desinformación desean para construir un muro de descrédito en torno a este Papa

      Los fabricantes de desinformación, que existen, saben que hay algo mucho mejor que conseguir que la gente crea las intoxicaciones informativas que ellos inventan con medias verdades: es conseguir que la audiencia acepte como buena la interpretación de la situación que se deduce de esos datos. Y estos desinformadores, que existen y actúan, saben que hay dos armas para instrumentalizar los medios en beneficio propio: los rumores y las filtraciones. El caso conocido como Vatileaks, o la filtración masiva de documentos confidenciales del Vaticano, es paradigmático de las dos cosas.

Los hechos
      25 de enero de 2012: una emisión del programa Gli Intocabili, hace pública una carta fechada el 7 de julio de 2011, escrita por el entonces secretario general del Gobierno del Estado del Vaticano, Carlo Maria Viganò y dirigida a Benedicto XVI, en la que se denunciaban ciertas corruptelas en la gestión económica de la Santa Sede: aquí la media verdad. Su nombramiento como nuncio en los Estados Unidos cabría interpretarlo como un castigo por haber intentado hacer limpieza: aquí la desinformación completa.


      El programa del periodista Gianluigi Nuzzi no dice, por ejemplo, que los hechos denunciados en las cartas de Viganò sí fueron objeto de una investigación interna, como apuntaba en su día el vaticanista Andrea Tornielli. El director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, P. Federico Lombardi, emitió un comunicado en el que además de defender la honorabilidad de Viganò, criticaba el tratamiento mediático “parcial y banal, exaltando evidentemente los aspectos negativos, con el fácil resultado de presentar las estructuras del gobierno de la Iglesia no tanto como afectadas por la fragilidad humana —lo cual sería fácilmente comprensible—, sino como caracterizadas en profundidad por pendencias, divisiones y luchas de intereses”. El 4 de febrero salía al paso de las acusaciones la misma presidencia del Gobierno del Estado del Vaticano, para rebatir como carente de fundamento la impresión que daban las cartas. La cuestión sería aún un poco más articulada, a juzgar por otro vaticanista bien informado, Sandro Magister, quien sugiere motivaciones relacionadas con las expectativas profesionales de Viganò.

      El 8 de febrero, el mismo programa de televisión cargaba contra la gestión del Instituto de Obras de Religión (IOR), conocido popularmente como el banco del Vaticano, tomando como base otro documento confidencial filtrado clandestinamente. Acusaciones que fueron rebatidas al día siguiente.

      El 14 de febrero, Lombardi recomendó “calma y sangre fría y recurso abundante a la razón” en un largo comunicado, después de que se filtrara una alocada teoría sobre un complot para acabar con la vida del Papa, que publicó Il Fatto Quotidiano.

      El 25 de abril se comunicaba la creación de una comisión de investigación para esclarecer el origen de las filtraciones, formada por tres cardenales: Julián Herranz, Jozef Tomko y Salvatore de Giorgi.

      El gran estallido ha sido la aparición del libro Sua Santità, con decenas y decenas de documentos privados, facilitados por algunos topos dentro del Vaticano a Nuzzi. El libro coincide en el tiempo con la detención de un presunto topo, el 23 de mayo: Paolo Gabriele, mayordomo de Su Santidad.

Hasta aquí los hechos.
      El nuevo libro ha desconcertado por lo que supone, más que por lo que dice. Hay revelaciones que dejan en mala posición algunas personas, como el cardenal secretario de Estado, Tarcisio Bertone, o el cardenal de Milán Angelo Scola, o incluso el veterano periodista italiano Bruno Vespa. Pero más preocupante resulta la impresión que se transmite: que un número tan elevado de documentos pueda ser filtrado implica la deslealtad de personas depositarias de gran confianza, y la falta de pericia o la complicidad de personas en cargos de responsabilidad, por no hablar de los objetivos de que estas actividades buscarían.

Las interpretaciones
      A partir de aquí surge una sucesión de interpretaciones interesadas, noticias improvisadas, rumores que parecen más la proyección de deseos que historias con cierto fundamento, la mayoría de los cuales sirven para constatar que la operación de desinformación provocada por los filtradores de documentos ha logrado su objetivo: instalar en la mente de la audiencia la percepción del Vaticano como un lugar de intrigas por el poder, de hipocresía, de corrupción y en flagrante incoherencia respecto al mensaje cristiano.

      Las tesis se abonan sin datos contrastados, pero adquieren notoriedad por el aliento que le prestan algunas voces siempre dispuestas a tales oficios, como Hans Küng, y por la habilidad con la que los mismos filtradores de documentos conceden declaraciones explosivas a los medios, como las publicadas en La Repubblica, utilizando la misma forma clandestina y anónima de los rumores. En general, las acusaciones señalarían un culpable, el actual secretario de Estado, Bertone. Las declaraciones anónimas de los cuervos, como se denomina a los filtradores, aseguran que estarían haciendo este trabajo para ayudar al Papa en una supuesta lucha contra personas de su entorno.

      Pero muchas de las hipótesis publicadas por los principales medios son difícilmente sostenibles y aún quedan muchos ángulos oscuros por esclarecer en el caso. No parece plausible, por ejemplo, que los filtradores quieran ayudar al Papa: es obvio a los ojos de cualquier observador que al Papa le perjudica enormemente el desprestigio que supone todo. Tampoco se ve cómo querrían cargarse a Bertone cuando saben, porque trabajan en el Vaticano, que este tipo de ataques públicos pueden provocar, como reacción, que el afectado sea confirmado en el cargo. Ni, menos aún, se ve que miembros de la carrera diplomática puedan arriesgar su posición de esta manera en lugar de esperar, pacientemente, al ya próximo recambio de un cardenal que tiene la jubilación a la vuelta de la esquina.

      Hay hipótesis, por confirmar, que guardan más verosimilitud. Si algunas circunstancias podría manifestar esta historia, a juzgar por algunas fuentes, serían 1) la falta de categoría moral y profesional de ciertas personas que trabajan dentro del Vaticano y descuidan las normas deontológicas más elementales cuando filtran documentos, 2) una consiguiente falta de seriedad en los procesos de selección de personal en el Vaticano, 3) el áurea mítica y mistérica que continúa despertando el Vaticano en ambientes que no cuentan con la perspectiva de la fe para interpretarlo; 4) la falta de una estrategia de comunicación al uso para recuperar la iniciativa informativa, 5) la existencia, como en toda institución participada por personas, de fragilidades, 6) cierta sensación de descontrol de la información y 7) la facilidad con la que la esfera mediática cae seducida por una manipulación tan evidente como es la filtración parcial e interesada de material reservado.

      En todo caso, son sólo hipótesis. Está por resolver quién está detrás de una operación de desprestigio de dimensiones tan grandes. Parece que el objetivo no es Bertone, sino Benedicto XVI: se toma como pretexto la gestión humana del estado del Vaticano para minar la credibilidad de un mensaje espiritual que se está demostrando un desafío para demasiados intereses. ¿Habrá que recordar de nuevo que esta polémica se enmarca en una cadena de ataques a la reputación de un papa que parecía de transición, pero que mantiene la cabeza muy clara y que habla también muy claro, planteando una alternativa al indiferentismo en el que la cultura occidental parece haber caído?

      Benedicto XVI es quien más ha hecho contra la pederastia en la Iglesia, y se le llegó a denunciar como encubridor. La polémica, agria y agresiva, fue liderada por New York Times y llenó páginas y páginas durante meses en todo el mundo, pero prácticamente ningún medio de los que participó en el pim-pam-pum recogió la noticia, el pasado mes de febrero, sobre la decisión del abogado acusador de retirar la denuncia contra el pontífice. Benedicto XVI es quien más ha hecho para mejorar el funcionamiento económico del Vaticano, con cuatro nuevas leyes, y esta polémica parece querer sembrar dudas.

      Se acerca el año de la fe, y un sínodo para la nueva evangelización. El Vatileaks podría servir de cortina de humo, de pantalla de ruido que ciertos fabricantes de desinformación desean para construir un muro de descrédito en torno a este Papa. Porque, lo más importante de todo, Benedicto XVI es quien más está haciendo por la renovación cultural de un decadente mundo occidental. Y hay quien le tiene miedo.

Marc Argemí
bxvi.wordpress.com / Almudí

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