El
‘Vatileaks’ podría servir de cortina de humo, de pantalla de ruido que
ciertos fabricantes de desinformación desean para construir un muro de
descrédito en torno a este Papa
Los
fabricantes de desinformación, que existen, saben que hay algo mucho
mejor que conseguir que la gente crea las intoxicaciones informativas
que ellos inventan con medias verdades: es conseguir que la audiencia
acepte como buena la interpretación de la situación que se deduce de
esos datos. Y estos desinformadores, que existen y actúan, saben que hay
dos armas para instrumentalizar los medios en beneficio propio: los rumores y las filtraciones. El caso conocido como Vatileaks, o la filtración masiva de documentos confidenciales del Vaticano, es paradigmático de las dos cosas.
Los hechos
25 de enero de 2012: una emisión del programa Gli Intocabili,
hace pública una carta fechada el 7 de julio de 2011, escrita por el
entonces secretario general del Gobierno del Estado del Vaticano, Carlo Maria Viganò y dirigida a Benedicto XVI, en la que se denunciaban ciertas corruptelas en la gestión económica de la Santa Sede: aquí la media verdad. Su nombramiento como
nuncio en los Estados Unidos cabría interpretarlo como un castigo por
haber intentado hacer limpieza: aquí la desinformación completa.
El programa del periodista Gianluigi Nuzzi no dice, por ejemplo, que los hechos denunciados en las cartas de Viganò sí fueron objeto de una investigación interna, como apuntaba en su día el vaticanista Andrea Tornielli. El director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, P. Federico Lombardi, emitió un comunicado en el que además de defender la honorabilidad de Viganò, criticaba el tratamiento mediático “parcial
y banal, exaltando evidentemente los aspectos negativos, con el fácil
resultado de presentar las estructuras del gobierno de la Iglesia no
tanto como afectadas por la fragilidad humana —lo cual sería fácilmente
comprensible—, sino como caracterizadas en profundidad por pendencias,
divisiones y luchas de intereses”. El 4 de febrero salía al paso
de las acusaciones la misma presidencia del Gobierno del Estado del
Vaticano, para rebatir como carente de fundamento la impresión que daban
las cartas. La cuestión sería aún un poco más articulada, a juzgar por otro vaticanista bien informado, Sandro Magister, quien sugiere motivaciones relacionadas con las expectativas profesionales de Viganò.
El 8 de febrero, el mismo programa de televisión cargaba contra la gestión del Instituto de Obras de Religión (IOR),
conocido popularmente como el banco del Vaticano, tomando como base
otro documento confidencial filtrado clandestinamente. Acusaciones que fueron rebatidas al día siguiente.
El 14 de febrero, Lombardi recomendó “calma y sangre fría y recurso abundante a la razón” en un largo comunicado, después de que se filtrara una alocada teoría sobre un complot para acabar con la vida del Papa, que publicó Il Fatto Quotidiano.
El 25 de abril se comunicaba la creación de una comisión de investigación para esclarecer el origen de las filtraciones, formada por tres cardenales: Julián Herranz, Jozef Tomko y Salvatore de Giorgi.
El gran estallido ha sido la aparición del libro Sua Santità, con decenas y decenas de documentos privados, facilitados por algunos topos dentro del Vaticano a Nuzzi. El libro coincide en el tiempo con la detención de un presunto topo, el 23 de mayo: Paolo Gabriele, mayordomo de Su Santidad.
Hasta aquí los hechos.
El
nuevo libro ha desconcertado por lo que supone, más que por lo que
dice. Hay revelaciones que dejan en mala posición algunas personas, como
el cardenal secretario de Estado, Tarcisio Bertone, o el cardenal de Milán Angelo Scola, o incluso el veterano periodista italiano Bruno Vespa.
Pero más preocupante resulta la impresión que se transmite: que un
número tan elevado de documentos pueda ser filtrado implica la
deslealtad de personas depositarias de gran confianza, y la falta de
pericia o la complicidad de personas en cargos de responsabilidad, por
no hablar de los objetivos de que estas actividades buscarían.
Las interpretaciones
A
partir de aquí surge una sucesión de interpretaciones interesadas,
noticias improvisadas, rumores que parecen más la proyección de deseos
que historias con cierto fundamento, la mayoría de los cuales sirven
para constatar que la operación de desinformación provocada por los
filtradores de documentos ha logrado su objetivo: instalar en la mente
de la audiencia la percepción del Vaticano como un lugar de intrigas por
el poder, de hipocresía, de corrupción y en flagrante incoherencia
respecto al mensaje cristiano.
Las
tesis se abonan sin datos contrastados, pero adquieren notoriedad por
el aliento que le prestan algunas voces siempre dispuestas a tales
oficios, como Hans Küng,
y por la habilidad con la que los mismos filtradores de documentos
conceden declaraciones explosivas a los medios, como las publicadas en La Repubblica,
utilizando la misma forma clandestina y anónima de los rumores. En
general, las acusaciones señalarían un culpable, el actual secretario de
Estado, Bertone. Las declaraciones anónimas de los cuervos, como
se denomina a los filtradores, aseguran que estarían haciendo este
trabajo para ayudar al Papa en una supuesta lucha contra personas de su
entorno.
Pero muchas de las hipótesis publicadas por los principales medios son difícilmente sostenibles y aún quedan muchos ángulos oscuros por esclarecer
en el caso. No parece plausible, por ejemplo, que los filtradores
quieran ayudar al Papa: es obvio a los ojos de cualquier observador que
al Papa le perjudica enormemente el desprestigio que supone todo.
Tampoco se ve cómo querrían cargarse a Bertone cuando saben, porque
trabajan en el Vaticano, que este tipo de ataques públicos pueden
provocar, como reacción, que el afectado sea confirmado en el cargo. Ni,
menos aún, se ve que miembros de la carrera diplomática puedan
arriesgar su posición de esta manera en lugar de esperar, pacientemente,
al ya próximo recambio de un cardenal que tiene la jubilación a la
vuelta de la esquina.
Hay
hipótesis, por confirmar, que guardan más verosimilitud. Si algunas
circunstancias podría manifestar esta historia, a juzgar por algunas
fuentes, serían 1) la falta de categoría moral y profesional de ciertas
personas que trabajan dentro del Vaticano y descuidan las normas
deontológicas más elementales cuando filtran documentos, 2) una
consiguiente falta de seriedad en los procesos de selección de personal
en el Vaticano, 3) el áurea mítica y mistérica que continúa despertando
el Vaticano en ambientes que no cuentan con la perspectiva de la fe para
interpretarlo; 4) la falta de una estrategia de comunicación al uso
para recuperar la iniciativa informativa, 5) la existencia, como en toda
institución participada por personas, de fragilidades, 6) cierta
sensación de descontrol de la información y 7) la facilidad con la que
la esfera mediática cae seducida por una manipulación tan evidente como
es la filtración parcial e interesada de material reservado.
En
todo caso, son sólo hipótesis. Está por resolver quién está detrás de
una operación de desprestigio de dimensiones tan grandes. Parece que el
objetivo no es Bertone, sino Benedicto XVI: se toma como pretexto la
gestión humana del estado del Vaticano para minar la credibilidad de un
mensaje espiritual que se está demostrando un desafío para demasiados
intereses. ¿Habrá que recordar de nuevo que esta polémica se enmarca en
una cadena de ataques a la reputación de un papa que parecía de
transición, pero que mantiene la cabeza muy clara y que habla también
muy claro, planteando una alternativa al indiferentismo en el que la cultura occidental parece haber caído?
Benedicto
XVI es quien más ha hecho contra la pederastia en la Iglesia, y se le
llegó a denunciar como encubridor. La polémica, agria y agresiva, fue
liderada por New York Times y llenó páginas y páginas durante meses en todo el mundo, pero prácticamente ningún medio de los que participó en el pim-pam-pum
recogió la noticia, el pasado mes de febrero, sobre la decisión del
abogado acusador de retirar la denuncia contra el pontífice. Benedicto
XVI es quien más ha hecho para mejorar el funcionamiento económico del
Vaticano, con cuatro nuevas leyes, y esta polémica parece querer sembrar dudas.
Se acerca el año de la fe, y un sínodo para la nueva evangelización. El Vatileaks
podría servir de cortina de humo, de pantalla de ruido que ciertos
fabricantes de desinformación desean para construir un muro de
descrédito en torno a este Papa. Porque, lo más importante de todo,
Benedicto XVI es quien más está haciendo por la renovación cultural de
un decadente mundo occidental. Y hay quien le tiene miedo.
Marc Argemí
bxvi.wordpress.com / Almudí
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