«Decía
François Mauriac que, sin tener a Dios presente en la vida, no se puede
encontrar la verdadera felicidad, la alegría y serenidad en medio de
las criaturas. Esto se puede decir de un sacerdote, se puede decir de un
cristiano y se puede decir de toda una sociedad en la cual, por gracia
de Dios, nos ha tocado vivir…»
Como Secretario de la Congregación del Clero, el riojano Celso Morga
es uno de los curiales de mayor relevancia y el encargado de la "sala
de máquinas" del dicasterio que vela por los más de 400.000 sacerdotes
católicos que hay en todo el mundo.
La salud del clero español, vista desde Roma, ¿es buena?
Pienso
que sí. Los sacerdotes, en general, están bien formados, entregados a
sus tareas ministeriales. Hablo, sobre todo, por lo que me llega a la
Congregación para el Clero. Sin embargo, me parece que hay que dar un
paso adelante y ese paso es el de una vida evangélica más auténtica y
más acorde con la propia vocación sacerdotal de "ipse Christus"
Cabeza y Pastor en medio a la comunidad cristiana.
Ponerse al día en lo
que el Espíritu Santo está pidiendo a los sacerdotes hoy a través, sobre
todo, del magisterio del Concilio Vaticano II, del beato Juan Pablo II,
de Benedicto XVI, de los obispos en comunión con él, dejando ya
posiciones "teológicas" y "pastorales" pasadas, centradas en la protesta y en "modelos"
de Iglesia no acordes con este magisterio auténtico, concreto, del
ante-Concilio, del Concilio y del post-Concilio. Esta falta de comunión
nos resta muchas energías para la nueva evangelización que es tan
urgente y tan necesaria en España como en todo el viejo continente.
Algunos dicen estar tristes y desilusionados. ¿Cómo recuperar la ilusión?
Decía
François Mauriac que, sin tener a Dios presente en la vida, no se puede
encontrar la verdadera felicidad, la alegría y serenidad en medio de
las criaturas. Esto se puede decir de un sacerdote, se puede decir de un
cristiano y se puede decir de toda una sociedad en la cual, por gracia
de Dios, nos ha tocado vivir, con tantos problemas de injusticias, de
paro laboral, de tensiones en las relaciones humanas y sociales pero,
sobre todo, con ausencia de Dios. El sacerdote para vencer la tristeza y
la desilusión, debe verse siempre en el camino de la vida, viandante
con Jesús camino de Emaús. El sacerdote siempre debe sorprenderse
celebrando la Eucaristía donde esta Jesús. Ahí Jesús se hace presente
sacramentalmente en el camino de nuestras vidas y la tristeza y la
desilusión se trasforman en gozo y en deseo de trabajar por Él amando de
verdad a todos los hombres.
Aumentan
los sacerdotes extranjeros en la católica España. ¿Devuelven algo de lo
que nuestro clero ha sembrado en el Sur durante siglos?
La "católica" España o, como oigo a veces decir en Italia, la "catolicísima"
España es un cliché que pertenece más bien al pasado, aunque el
catolicismo ha calado y, en gran medida, continúa a calando en España y
nuestra historia no se entiende sin la Iglesia Católica. En todo caso,
nunca hay que "dormirse en los laureles" y quizás nos hemos
dormido. Vivimos, hoy, en no pocas Diócesis españolas una fuerte escasez
de vocaciones. Bien vengan, por tanto, sacerdotes de otras partes, que
nos puedan ayudar en estos momentos de dificultad, a condición que estén
bien formados, que hayan dado prueba de ser buenos sacerdotes con una
cierta experiencia en sus países de origen, que los traslados se hagan
como está previsto por la normativa eclesial y que, con su ejemplo y
buen hacer sacerdotal presten ayuda a la pastoral vocacional de la
Diócesis que los acoge.
El fenómeno me gusta verlo también como Usted lo expone en su pregunta, es decir, un "devolver" lo que nuestro clero ha hecho en tantos países sobre todo de América Latina.
¿Qué puede aportarle hoy el sacerdocio a un joven al que no le falta de nada?
Permítame
recordar, a propósito de esta pregunta, lo que el beato Charles de
Foucauld —al que no le faltaba de nada, en la Francia de su tiempo—
cuenta sobre el comienzo de su vocación sacerdotal. El gran apóstol de
los touareg se acercó a un confesionario y dijo al confesor: «Padre, no tengo fe. Quiero pedirle que me instruya». El confesor respondió: «Confiésate y tú vas a creer». «Pero yo no he venido para esto», respondió Charles. «Confiésate».
Así comenzó la gran aventura que llevó a Charles de Foucauld hasta la
santidad. Quizás, ni un sicólogo, ni un pedagogo, ni siquiera un
confesor "normal" estarían de acuerdo con este método. Quizás nos
falta proponer más frecuentemente y con más decisión y claridad, a
quien puede entendernos, un camino de oración, de vida interior, de
seguimiento y encuentro personal con Jesús, Hijo de Dios. A tantos
jóvenes podríamos decir que Cristo ha querido depositar en los
sacerdotes —que son hombres y no ángeles— la fuerza de su poder
salvador, manifestada particularmente en el sacramento del perdón y de
la Eucaristía. En definitiva, que Cristo quiere hoy contar con ellos. Es
la propuesta más bella y atrayente que se puede proponer a un hombre: «Si quieres...».
¿Habría más sacerdotes si la Iglesia presentase un rostro más amable y seductor?
Imagino que con la palabra Iglesia
su pregunta se refiere, en este caso, sobre todo a la jerarquía. La
respuesta es sí, indudablemente. La amabilidad y cordialidad de trato,
no fingidas sino auténticas, deben acompañar la misión del padre y
pastor. Pero también es verdad que, a veces, por lo que se refiere a las
personas, detrás de un aspecto adusto y severo de un sacerdote o de un
obispo se puede esconder un corazón grande, que sabe amar de verdad.
Algo semejante decía san Josemaría, citando a Santa Teresa y referido a
San Juan de la Cruz. Todos, me parece, tenemos experiencia de esto. Lo
importante es que el sacerdote no pierda el primer amor, aunque los
años, las enfermedades, los fracasos y el cansancio puedan jugarle "malas pasadas"
en el trato con los fieles. Por lo que se refiere a la doctrina, la
Iglesia porta en sí un mensaje de alegría y de liberación, pero no a la
manera que muchos quisieran escuchar.
¿El celibato opcional ayudaría a incrementar el número de seminaristas?
Pienso
que se trate de una solución solo aparente, que no va a la raíz del
problema. No se puede asentir fácilmente a la idea —como enseña Pablo VI
en la Encíclica Sacerdotalis caelibatus— que esa propuesta
aumentaría el número considerable de vocaciones. La experiencia de las
iglesias y comunidades cristianas que permiten el matrimonio a sus
propios ministros confirma lo contrario. La causa de la crisis se debe
buscar en la pérdida de la fe y del sentido de Dios en muchos cristianos
y en muchas familias. Como consecuencia, la Iglesia no es estimada como
institución que lleva en sí la salvación de Cristo a través de la fe y
los sacramentos. Pienso que ésta es la verdadera causa de la crisis de
vocaciones en algunas partes del mundo y en esto debemos trabajar.
Las mujeres se siguen doliendo por no poder acceder al sacerdocio. ¿Es éste un capítulo cerrado?
No pienso que esa "dolencia" muestre un auténtico sentido eclesial. La teoría pagana del "gender",
según la cual toda diferencia entre hombres y mujeres sería fruto, en
el fondo, de violencia, me parece equivocada. Me ha impresionado el
testimonio de dos "sacerdotisas" anglicanas que, tornando a la
Iglesia Católica como fieles cristianas corrientes, han declarado
sentirse felices y en paz por haberse liberado de una lógica de búsqueda
del poder al interior de la Iglesia. Esa lógica destruye la vida
cristiana en el corazón tanto de los fieles como de los sacerdotes,
tanto de hombres como de mujeres y esa sí que es una verdadera dolencia.
Por
lo que se refiere a si se trata de un capítulo cerrado, distingo como
decían los escolásticos: doctrinalmente, se trata de un capítulo cerrado
en el sentido de la doctrina según la cual la Iglesia no tiene facultad
para conferir el sacerdocio ministerial a las mujeres, que forma parte
del depósito de la fe, según la Respuesta dada por la Congregación para
la Doctrina de la Fe (28 de octubre de 1995) a la duda planteada sobre
el alcance de la doctrina de la Carta Apostólica de Juan Pablo II De Sacerdotalis ordinatione viris tantum riservata,
publicada el 22 de mayo, fiesta de Pentecostés, del año 1994. No está
cerrado, por el contrario, si nos referimos al deber de profundizar en
la lógica de esta fe, que nos permite de encontrar siempre una gran
armonía entre los dos sexos y sus diversas funciones en bien de todo el
Pueblo de Dios y de la humanidad. Sólo el hebraísmo y el cristianismo
han dado a la luz una civilización donde la exaltación de la feminidad
se traduce en un profundo respeto, admiración y ternura y no en
instrumentalización de la mujer en modos sutiles y diversos. Si por el
contrario, continuamos viendo el sacerdocio como poder, estamos
volviendo al paganismo.
¿Ser cura hoy es de héroes o, al menos, de valientes?
El
sacerdocio exige una lucha particular, propia de los aspirantes al
sacerdocio y de los sacerdotes. Se trata de una lucha exigente, pero no
sofocante, que consiste en el ejercicio de aquellas virtudes que hacen,
de un hombre equilibrado y normal, un sacerdote. La primera virtud es la
abnegación de sí mismo en el más alto grado para entregarse por amor al
seguimiento de Cristo como Pastor de su pueblo. Eso exige en el
sacerdote, durante toda su vida, sentido de responsabilidad, de
fidelidad y de lealtad. No digo que la vida ordinaria de un sacerdote
sea "heroica", pero sí que la disposición interior para la
abnegación de sí mismo debe ser en el más alto grado y, por tanto,
heroica. Pero también la lucha de los esposos por ser fieles y fecundos
en su amor es heroica.
¿La cuestión de los abusos del clero es algo terminado? ¿Dejará marcada la Iglesia?
La promulgación de las Normas De gravioribus delictis de la Congregación para la Doctrina de la Fe intenta evitar que esos abusos se reproduzcan. Que sea algo "terminado",
ninguno lo puede asegurar. En todo caso, a la autoridad eclesiástica
esta experiencia tan terrible debe servirle para comprobar más
rigurosamente la idoneidad de los candidatos a las órdenes sagradas sin
pretender que la gracia supla en esto a la naturaleza y para crecer
todos en humildad, conscientes de llevar un tesoro en vasijas de barro.
No
es por ánimo de provocar, ni por deseo de desviar la atención sobre los
abusos en la Iglesia hacia fuera de ella, pero pienso que si, entre
todos los hombres de buena voluntad, no trabajamos por una regeneración
moral de la sociedad, la pederastia podría, en un futuro no tan lejano,
entrar en nuestra sociedad por la puerta de casa. Recuerdo, por ejemplo,
que el 26 de enero del 1977, Le Monde publicó un manifiesto,
firmado por conocidos intelectuales, hombres de la cultura y políticos a
favor de la despenalización de la pederastia y que un partido político
holandés, creado en 2006 y de cuyo nombre no quiero acordarme, ha tenido
entre sus objetivos la liberalización de la pornografía infantil y de
las relaciones sexuales entre adultos y niños. Un tribunal holandés,
contra la protesta de numerosas asociaciones de defensa de la infancia,
aprobó que ese partido político pudiera presentarse a las elecciones.
Hoy es un partido disuelto, gracias a Dios, porque sus promotores no
pudieron recoger las firmas necesarias por ley para presentarse a las
elecciones, pero es alarmante que sus promotores y otras potentes
organizaciones sigan haciendo campaña a través de las redes sociales,
persiguiendo ese objetivo. Eso por citar sólo dos ejemplos.
¿Por qué es importante que los curas aprendan latín, como sostenía en un artículo reciente?
El artículo al que Usted se refiere,
es una conferencia pronunciada en la Facultad de Letras Cristianas
Clásicas de Universidad Pontificia Salesiana para conmemorar los 50 años
de la publicación de la Veterum Sapientia del beato Juan XXIII.
Fue una ocasión para recordar la importancia de aprender la lengua
latina y griega y, en general, los estudios humanísticos como condición
para acceder a las fuentes de nuestra formación eclesiástica y a una
riqueza impresionante de sabiduría que sería imperdonable perder.
¿Qué siente sobre las intrigas vaticanas, presentes en todos los medios del mundo?
Causan
mucha pena y para no pocos católicos son motivo de grave escándalo.
Personalmente, no quiero darles mayor importancia de la que tienen.
Trabajo en la Curia Romana desde hace más de veinte años y puedo
asegurarle que la nota dominante de quienes trabajan en ella es el
sentido de responsabilidad, de servicio y de lealtad al Santo Padre y a
la Iglesia universal. Lógicamente, hay situaciones humanas difíciles y
problemas que forman parte de nuestra condición humana y con los que hay
que contar siempre.
Tres consejos para los seminaristas
1.
Intensa vida espiritual y humana de intimidad con Cristo, verdadero
Dios y verdadero hombre, y sentido cada vez más profundo del misterio de
la Iglesia.
2. Fraternidad y amistad auténtica con sus compañeros de seminario, que surgen del mandamiento nuevo de Cristo
3.
Sinceridad en la confesión y en la charla fraterna de dirección
espiritual y si me permite un cuarto consejo: una teológica y tierna
devoción a santa María, como Madre y Esposa de la Iglesia.
PeriodistaDigital.es / Almudí (Entrevista de José Manuel Vidal)
* * *
Algunos titulares:
• La salud del clero español es buena
• La historia de España no se entiende sin la Iglesia Católica
• El sacerdocio es la propuesta más bella y atrayente que se puede proponer a un hombre
• El celibato opcional es una solución solo aparente, que no va a la raíz del problema de la escasez de vocaciones
•
La experiencia tan terrible de los abusos del clero debe servirle a la
Iglesia para comprobar más rigurosamente la idoneidad de los candidatos
• Las intrigas vaticanas causan mucha pena y para no pocos católicos son motivo de grave escándalo
• Los sacerdotes deben ponerse al día en lo que el Espíritu Santo les está pidiendo
•
La jerarquía debe dejar ya las posiciones teológicas pasadas, centradas
en la protesta y en modelos de Iglesia no acordes con el Concilio
• El sacerdote debe verse siempre viandante con Jesús camino de Emaús
• La "catolicísima" España es un cliché que pertenece más bien al pasado
• Los sacerdotes son hombres y no ángeles
• Detrás del aspecto adusto y severo de un obispo se puede esconder un corazón grande
• La lógica de búsqueda de poder dentro de la Iglesia destruye la vida cristiana
• Sólo el hebraísmo y el cristianismo han dado una civilización donde se respeta a la mujer y no se la instrumentaliza
• Si continuamos viendo el sacerdocio como poder, estamos volviendo al paganismo
• El sacerdocio es una lucha exigente, pero no sofocante
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