El discurso de Mons. Javier Echevarría -que reproduzco a continuación- se ha centrado en la virtud de la humildad en el pensamiento teológico. Además, el Prelado ha recordado algunos eventos del Año de la Fe y ha agradecido a la Providencia el don del Papa Francisco y del Papa emérito Benedicto XVI. También ha mencionado la próxima canonización del beato Juan Pablo II y la beatificación del venerable Álvaro del Portillo, que se encuentran en el origen de la Universidad.
El Gran Canciller celebra los 25 años de trabajo de una empleada.
En el acto académico de inauguración, el profesor Rev. Eduardo Baura ha impartido la lección magistral titulada “El consejo del jurista”.
Profesores de la Facultad de Derecho Canónico.
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Discurso del Gran Canciller en la inauguración del Año Académico 2013/2014 de la Universidad Pontificia de la Santa Cruz
Los asistentes rezan una oración al inicio del acto académico.
Mientras nos acercamos a la clausura del Año de la Fe, el próximo 24 de noviembre, inicia este año académico 2013-2014, rico —como cada nuevo curso— de proyectos, esperanzas y, seguramente, de fatigas.
Antes de mirar hacia el futuro, querría recordar con estas palabras de agradecimiento el camino recorrido en el último año, marcado por tantos momentos importantes, e ilusionaros así a todos —profesores, estudiantes y personal administrativo— con el trabajo de los próximos meses.
Profesores, estudiantes, miembros del patronato, dependientes y amigos.
Es evidente que el estudio de la teología no puede realizarse al margen de la fe; y que la fe lleva consigo el deseo de conocer mejor la verdad revelada y creída. El Papa señala una primera consecuencia: “La teología no consiste sólo en un esfuerzo de la razón por escrutar y conocer, como en las ciencias experimentales. Dios no se puede reducir a un objeto. Él es Sujeto que se deja conocer y se manifiesta en la relación de persona a persona. La fe recta orienta la razón a abrirse a la luz que viene de Dios, para que, guiada por el amor a la verdad, pueda conocer a Dios más profundamente” (Lumen Fidei n. 36).
Antes del acto académico se celebró una misa en la que participaron profesores y alumnos.
La petición a Dios y a sus santos de la virtud de la humildad debería estar siempre presente tanto en el trabajo de todos los cristianos, como en la actividad de cada profesor, investigador y estudiante de Teología. La humildad de la inteligencia tendría que ser para cada uno de nosotros, con palabras de san Josemaría, “un axioma” (Forja, n. 142). Humildad para no olvidar nunca que siempre estaremos ante un Dios que, aun haciéndose visible en Cristo, será siempre un grande e insondable misterio, que nos pide acoger el don de la fe con la humildad de nuestra razón.
El Gran Canciller entrega una medalla al profesor Philippe Goyret, tras 25 años de trabajo en la Universidad.
"Tras un primer momento de estupor y —¿por qué no?— de aturdimiento, con la ayuda de la fe hemos comprendido la gran valentía y la generosidad de la renuncia de Benedicto XVI".
Querría insistir en otro aspecto de vuestro trabajo en el que se manifiesta la importancia de la virtud de la humildad. Muchos de vosotros, nuevos estudiantes, llegáis tras varios años de experiencia laboral en el ejercicio de diversas profesiones o en el ministerio sacerdotal en diversos encargos pastorales en vuestras diócesis. Efectivamente, el empeño en el estudio —un estudio constante, escondido y silencioso— y la ausencia de contacto directo con un amplio número de personas, os exigirá que recordéis frecuentemente que, con paciencia y humildad, todo vuestro esfuerzo se pondrá, en un futuro no muy lejano, al servicio pastoral de las almas y de la Iglesia; esto os exigirá una fe capaz de transformar vuestro estudio diario en oración, en actos de amor a Dios, a su Iglesia y a las almas. Me vienen a la memoria las palabras pronunciadas en la última Misa celebrada por el Papa Francisco en Copacabana, durante la reciente Jornada Mundial de la Juventud. Seguramente recordáis esas tres palabras de su homilía que despertaron de nuevo en todos nosotros el celo apostólico, el deseo de comprometernos más en la nueva evangelización: “¿Qué nos dice el Señor? Tres palabras: andad, sin miedo, para servir”. Palabras dirigidas a cada uno de nosotros, en las circunstancias en que nos encontramos. También vosotros, desde vuestro lugar de estudio, la biblioteca, las aulas o vuestra oficina, estáis invitados a poneros en marcha sin miedo para servir. Si sabéis, con vuestro estudio y vuestro trabajo, entrar en diálogo vivo y personal con Dios, también cuando debáis sumergiros en los libros, iréis a todas partes con Él, sin miedo a poner vuestros talentos, vuestro tiempo y vuestra vida al servicio de las almas; realizaréis así, como decía san Josemaría, un “apostolado directísimo”.
El profesor Reverendo Eduardo Baura impartió la lección magistral.
El Prelado destacó "la audacia, la generosidad y la fuerza [de Papa Francisco] que, en estos primeros meses de pontificado, han conquistado el corazón de todos los fieles".
Una prueba más de la vivacidad y sobrenaturalidad de la Iglesia ha sido la posterior elección del Papa Francisco, el pasado 13 de marzo. La Iglesia es verdaderamente un cuerpo vivo animado por el Espíritu Santo, que conoce y ve lo que los hombres no vemos, y sabe sugerir en cada momento lo que es más conveniente para la Iglesia. Aunque ya haya tenido la ocasión de expresar al Santo Padre Francisco mi afecto personal y de asegurarle mis oraciones y las vuestras, ya que de algún modo yo representaba a los estudiantes, profesores y empleados de esta universidad, querría pediros que seáis aún más generosos en vuestra oración y en vuestro cariño, para que el Santo Padre, dócil a las mociones del Espíritu Santo, continúe custodiando y guiando la Iglesia que le ha sido confiada como pastor supremo, con la audacia, la generosidad y la fuerza que, en estos primeros meses de pontificado, han conquistado el corazón de todos los fieles.Por último, querría hablar de otro hecho que, para mí y para esta Universidad, encierra un gran significado: la aprobación por parte de Su Santidad Francisco, de los decretos que abren el camino a la canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II, y a la beatificación de Monseñor Álvaro del Portillo, mi predecesor como Prelado del Opus Dei y primer Gran Canciller de esta Universidad, tan deseada por san Josemaría. En los documentos que cuentan la historia de la Universidad de la Santa Cruz, desde su nacimiento como Centro Académico Romano hasta su constitución como Universidad Pontificia, estará siempre presente la firma de Su Santidad Juan Pablo II, que no sólo acogió la petición del Venerable Álvaro del Portillo, sino que impulsó y siguió de cerca el nacimiento de esta institución. La Providencia ha querido unir en la misma fecha la decisión del Santo Padre de canonizar y beatificar a estos dos siervos fieles de Dios y de la Iglesia, unidos en vida por una profunda cercanía espiritual. No es tampoco una casualidad que esta ceremonia se celebre en una Aula Magna dedicada a Juan Pablo II y, para quién no ha encontrado lugar aquí y sigue el acto a través del circuito de televisión interno, en el Aula Minordedicada a Álvaro del Portillo. Más allá de la previsible alegría por poder asistir, con la gracia de Dios, a las respectivas ceremonias de canonización y beatificación el próximo año, la certeza de tener en el Cielo a estos dos seguros intercesores nos llena de gran paz y serenidad.
Algunos profesores y estudiantes tuvieron que seguir el acto desde las aulas a través de un circuito de televisión.
opusdei.org
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