La ideología es un conjunto de ideas fundamentales que caracteriza el pensamiento de una persona o de un colectivo; aunque también tiene una acepción negativa como un sistema mendaz de ideas que no respeta la realidad y se presenta camuflado para hacerse con el poder. En la historia del siglo XX el comunismo representa el ejemplo típico de ideología engañosa pues el nazismo ya fue borrado del mapa.
Evoluciones del comunismo
Primero fue el “comunismo revolucionario” que se presentó como liberador del pueblo en la antigua Rusia allá por el 1917, y una vez ocupado el poder destruyó sistemáticamente todas las fuerzas vivas de la sociedad; exterminó a millones de ciudadanos en los gulags siberianos; estableció un régimen de terror con sus servicios secretos, la famosa KGB. Después fue imitado y superado por Mao en China, o Pol Pot en Vietnam. Sin embargo los intelectuales europeos han disculpado durante décadas aquellos excesos inhumanos, porque estaba de moda cantar las bondades del comunismo, y que tenían un objetivo más fácil en el terrible nazismo, otra ideología siniestra que destruyó a Europa dejando millones de muertos y las cámaras de gas.
Pues bien, el comunismo fue presentado después como el “socialismo de rostro humano”, eufemismo que venía a reconocer que antes era inhumano. Cambió de piel pero no de musculatura y fue invadiendo las primeras democracias europeas. Más tarde ese socialismo apareció como “socialdemocracia” manipulando dos ideas inconciliables: el socialismo marxista y la democracia de corte liberal. Menos mal que en la Transición española el socialismo de Felipe González dio un valiente paso adelante renunciando al marxismo, lo mejor conseguido por esa ideología, aunque ahora con Pedro Sánchez vemos que sus raíces colectivistas vuelven a dar los frutos amargos del extremismo.
Después del invento de la llamada socialdemocracia apareció el “eurocumismo” gramsciano formado por “intelectuales orgánicos” como una nueva versión del comunismo que cambiaba la estrategia sin cambiar la ideología: no pretendía una revolución proletaria sino hacerse con la cultura y la opinión pública, dominando la educación y los medios de comunicación. Y aunque esta denominación ha desaparecido del mapa los resultados son perceptibles pues la izquierda controla los resortes en la educación, como en el Ministerio de Educación en España, con planes de educación que están generando toneladas de jóvenes antisistema. Más aún, el laboratorio de propaganda eurocomunista ha inoculado en las mentes la supuesta “superioridad moral de la izquierda”.
De hecho, los movimientos extremistas actuales se han gestado entre camarillas de profesores universitarios como el Podemos dirigido por Pablo Iglesias, y se presentan con esa vitola de superioridad moral consiguiendo la clave del poder municipal en muchos ayuntamientos. Sin embargo no han podido evitar que se descuban sus planeamientos llenos de violencia y la falsedad de sus promesas: los pasos que están dando reproducen los de aquellos agitaciones bolcheviques controlados por Lenin, pero también el matonismo de los jóvenes intelectuales “camisas pardas” austriacos y alemanes, porque se tocan los extremos del comunismo y del nazismo.
Ahora el magma podémico, camuflado con muchas sucursales en cada población, desarrolla la praxis antisistema y empieza a influir en la política de manera desproporcionada al puñado de votos conseguidos en comparación con los partidos tradicionales, gracias a una ley electoral incapaz para estos tiempos actuales. Y los ciudadanos comprobamos asombrados cómo van ocupando concejalías por la mañana mientras que por las tardes se dedican a la agitación callejera, sin trabajar en la gestión real y cotidiana de los ayuntamientos al servicio del bien común; noción que les trae sin cuidado porque contradice su naturaleza sectaria.
Su máquina de propaganda copia el trabajo realizado por los sicarios de Goebels, que estaba convencido de que una mentira dicha mil veces se convierte en una verdad en la mente de los radioyentes de entonces o televidentes de hoy. Esto es lo que ahora conocemos como “populismos” aunque no sea más que la última máscara del comunismo revolucionario. Y respecto a la supuesta superioridad moral no hay más que leer sus twitters sanguinarios plagados de amenazas violentas pero que ahora borran a miles con frenesí confiando en la débil memoria de los ciudadanos. En pocos días estará olvidado porque para eso se encarga la propaganda de la izquierda.
Reacción de la mayoría social
Ante este panorama no cabe la reacción del miedo visceral o la del abstencionismo estéril, sino la del trabajo de la mayoría social para desarrollar las conquistas alcanzadas durante décadas con el esfuerzo sacrificado de todos. Así vienen haciendo las sufridas empresas pequeñas y medianas; los sindicatos que defienden de verdad los derechos de los trabajadores; los educadores que tratan de amueblar la mente de los jóvenes para que no sean víctimas de la propaganda; la prensa defendiendo la libertad de expresión siempre atenta a informar y hacer análisis crítico de los acontecimientos; los partidos políticos democráticos esforzándose por erradicar la corrupción y superar la rigidez de sus estructuras cerradas a la renovación. Y los mejores dedicándose a la política en sintonía con la gente común responsable que participa activamente en las asociaciones empresariales, educativas o vecinales, dedicando tiempo y esfuerzo.
Todos ellos sí pueden demostrar que la política es una noble profesión de personas excelentes que van a servir al bien común, en vez de buscar un sitio en el pesebre e instalarse en los centros de poder como un cáncer para formar camarillas de nuevos ricos con el dinero de los demás; es la corrupción desde las principales formaciones políticas, como el Partido Socialista aunque las terminales ideológicas minimizan sus vergüenzas mientras agrandan las del Partido Popular. Por contra, en esa política de excelencia está la solución permanente y no sólo episódica para atajar los males que aquejan ahora a España, a la Comunidad Europea, y a los organismos internacionales como la FIFA. Precisamente a ello se ha referido el Papa Francisco afirmando que la política es una forma excelente de caridad. Utilizando el lenguaje cristiano reconoce el trabajo de tantos políticos honrados que tienen verdadera superioridad moral, a la vez que subraya la necesidad del servicio, la honradez y la excelencia.
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