1. Analizar cuidadosamente el problema, luego buscar lo que se puede hacer para solucionarlo, y finalmente decidirse por alguno de los medios que aparecen.
2.- No hacer grande lo pequeño. No agitarse por naderías. Válgase de aquel dicho popular: “Más se perdió en el diluvio”
3.- Alegrarnos de lo que tenemos y no prestar atención fija en lo que no tenemos y que quizá ni falta nos hace.
4.- No hagamos caso de críticas o burlas. Hagamos el bien y dejemos que critiquen. Es frecuentemente que se critique a personas que valen y precisamente porque algo se están destacando. Que las críticas nos ayuden a perfeccionarnos.
5.- El encomendarse a Dios y confiar en su poder y en su amor a nosotros, disipa muchas preocupaciones. La oración confiada es de lo mejores medio para tranquilizar en los problemas y para resolverlos mejor. Cristo sufría en el huerto de los olivos y le dio fortaleza.
En tus momentos de preocupación diríjete a Dios orando con el salmo 33:
“Bendeciré en todo tiempo a Dios,
sin cesar en mi boca su alabanza;
Ensalzad conmigo a Dios,
exaltemos juntos su nombre.
Consulté a Dios y me respondió:
me libró de todos mis temores.
Si grita el pobre, Dios lo escucha,
y lo salva de todas sus angustias.
Gustad y ved lo bueno que es el Señor,
dichoso el hombre que se acoge a él”.
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