lunes, 20 de julio de 2015

La encíclica nos cuestiona sobre el sentido de la vida

Entrevista al presidente del Consejo Pontificio Justicia y Paz, colaborador del Papa en la redacción de la Laudato si’
Entre los periodistas se le conoce como el fontanerodel Papa. Nacido en Wassaw Nsuta (Ghana), de madre metodista y padre católico, el cardenal Peter Turksonha sido el colaborador más activo −y reconocido− deFrancisco en la redacción de la encíclica Laudato si’.
Su gran conocimiento de la Biblia, materia en la que también destaca Jorge Mario Bergoglio, ha sido su mejor preparación para asistir al Papa en este cometido. Puestos a destacar un punto del texto, el cardenal Turkson, también presidente del Consejo Pontificio Justicia y Paz, subraya que ofrece una visión trascendente de la ecología, que reconcilia al hombre con Dios.
Se trata de una encíclica del Papa Francisco, pero, en realidad, podría decirse que ha sido redactada en forma de diálogo. De hecho, la primera redacción fue realizada por usted y por sus colaboradores. ¿Cómo ha sido este diálogo?
Este tipo de diálogo ha sido parte del método de redacción que el Santo Padre ha utilizado para la encíclica. El Papa se ha basado en una amplia gama de contribuciones, como por ejemplo, muchas de las conferencias episcopales de todos los continentes. Algunas en particular se indican en las notas. Los nombres de otros contribuidores que han participado en las diferentes fases de este trabajo, incluyendo la compleja fase de la traducción y la impresión, quedan en la sombra. El Señor sabrá recompensarles por su generosidad y entrega.

¿Cómo surge el nombre de Laudato si’?
La encíclica toma el nombre de la invocación de san Francisco, que en el Cántico de las Criaturas recuerda que la tierra es nuestra casa común, y «es también como una hermana, con la cual compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge entre sus brazos». La referencia a san Francisco indica también la actitud sobre la que se fundamenta toda la encíclica, la contemplación orante, y nos invita a mirar al poverello de Asís como una fuente de inspiración. Como afirma la encíclica, san Francisco es «el ejemplo, por excelencia, del cuidado de lo que es débil y de una ecología integral, vivida con alegría y autenticidad […]. En él se comprende hasta qué punto son inseparables la preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior».
¿Cuál es la preocupación que ha llevado al Papa a escribir una encíclica tan original?
En el corazón de la Laudato si’ nos encontramos con un interrogante: «¿Qué tipo de mundo queremos dejar a quienes nos sucedan, a los niños que están creciendo?» El Papa Francisco responde: «Esta pregunta no afecta sólo al ambiente de manera aislada, porque no se puede plantear la cuestión de modo fragmentario». Esto lleva a plantearse preguntas sobre el sentido de la existencia y de los valores, que se encuentran en los cimientos de la vida social: «¿Para qué pasamos por este mundo?, ¿para qué venimos a esta vida?, ¿para qué trabajamos y luchamos?, ¿para qué nos necesita esta tierra?» Si no están latiendo estas preguntas de fondo, dice el Pontífice, «no creo que nuestras preocupaciones ecológicas puedan lograr efectos importantes».
Estas preguntas nacen de una constatación: Hoy la tierra está maltratada y saqueada.
Sí, se lamenta, y sus gemidos nos unen a los de todos los descartados del mundo. El Papa Francisco invita a escucharles, llamando a todos y a cada uno de ellos: Individuos, familias, grupos locales, naciones y comunidad internacional, a una conversión ecológica, según la expresión de Juan Pablo II, es decir, a cambiar de ruta, asumiendo la responsabilidad y la belleza de un compromiso por «el cuidado de la casa común». Y lo hace retomando las palabras del Patriarca Ecuménico de Constantinopla, Bartolomé: «Que los seres humanos destruyan la diversidad biológica, que contribuyan al cambio climático, que contaminen las aguas, el suelo, el aire… todos estos son pecados».
Al mismo tiempo, el Papa Francisco reconoce que en el mundo se está difundiendo cada vez más la sensibilidad por el ambiente y la preocupación por los daños que está sufriendo. En virtud de esta constatación, el Papa ofrece una mirada de esperanza en la posibilidad de cambiar de ruta: «La humanidad aún posee la capacidad de colaborar para construir nuestra casa común»; «el ser humano todavía es capaz de intervenir positivamente»; «no todo está perdido, porque los seres humanos, capaces de degradarse hasta el extremo, también pueden sobreponerse, volver a optar por el bien y regenerarse».
El Papa habla de una ecología integral como paradigma capaz de armonizar las relaciones de la persona con Dios, consigo mismo, con los demás, y con la creación. Se trata de una visión diferente a las que muchas veces se presenta al hablar de ecología.
Sí, vale la pena leer lo que él dice al respecto, en particular en el número 139: «Cuando se habla de medio ambiente, se indica particularmente una relación, la que existe entre la naturaleza y la sociedad que la habita. Esto nos impide entender la naturaleza como algo separado de nosotros, o como un mero marco de nuestra vida. Estamos incluidos en ella, somos parte de ella. Las razones por las cuales un lugar se contamina exigen un análisis del funcionamiento de la sociedad, de su economía, de su comportamiento, de sus maneras de entender la realidad. Dada la magnitud de los cambios, ya no es posible encontrar una respuesta específica e independiente para cada parte del problema. Es fundamental buscar soluciones integrales que consideren las interacciones de los sistemas naturales entre sí y con los sistemas sociales. No hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental. Las líneas para la solución requieren una aproximación integral para combatir la pobreza, para devolver la dignidad a los excluidos y para cuidar la naturaleza».
¿Qué implica esta visión para nuestras vidas?
En este marco se encuadran los diferentes temas tratados por la encíclica, que en los diferentes capítulos son retomados y enriquecidos continuamente, basándose en perspectivas diferentes. Por ejemplo, la íntima relación entre los pobres y la fragilidad del planeta; la convicción de que todo en el mundo está íntimamente ligado; la crítica al nuevo paradigma y a las formas de poder que se derivan de la tecnología; el valor propio de cada criatura; el sentido humano de la ecología; la necesidad de debates sinceros y honestos; la grave responsabilidad de la política internacional y local; la cultura del derroche y la propuesta de un nuevo estilo de vida; así como la invitación a buscar nuevas maneras de comprender la economía y el progreso.
¿Qué impacto puede tener la encíclica a nivel internacional? Se publica poco antes de la Conferencia mundial sobre el Cambio climático que se celebrará en diciembre en París.
La humanidad, en su relación con el ambiente, se encuentra ante desafíos cruciales, que permiten también la elaboración de políticas adecuadas, que forman parte de la agenda internacional. Ciertamente Laudato si’ podrá tener y tendrá un impacto en estos procesos. Ahora bien, un rápido examen de sus contenidos muestra que tiene una naturaleza magisterial, pastoral y espiritual, cuya amplitud y profundidad no pueden ser reducidas únicamente al ámbito de las políticas ambientales.
Entrevista de Jesús Colina, en alfayomega.es.

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