El prelado del Opus Dei hace balance del Año Sacerdotal recién clausurado por el Papa en una entrevista que publica la revista Palabra. Monseñor Echevarría considera que la herencia del Año Sacerdotal debe ser una profunda renovación personal de los sacerdotes. Habla también del fomento de las vocaciones, de la comunicación en la Iglesia, y subraya que uno de los primeros deberes del presbítero es ayudar a sus hermanos clérigos a ser fieles ministros del Señor.
Os ofrezco la entrevista completa realizada por Alfonso Riobó, director de Palabra, a monseñor Echevarría:
Está a punto de terminar el Año sacerdotal que el Santo Padre convocó en el aniversario de la muerte del Santo Cura de Ars. Ya que la Iglesia lo propone a los sacerdotes como modelo, ¿qué aspectos destacaría en la vida de San Juan María Vianney?
Su humildad, su piedad, su espíritu alegre en la penitencia, etc., etc. Y pienso que el aspecto más importante de la vida del Santo Cura de Ars es su completa dedicación al ministerio. Precisamente por esto, al final del Año sacerdotal, Benedicto XVI lo proclamará patrono de todos los sacerdotes (de los confesores lo era hace tiempo).
La figura de San Juan María Vianney es una fuerte llamada a que seamos sacerdotes, sólo sacerdotes: por el bien de las almas, hemos de estar dispuestos a dejar de lado todo lo que pudiera estorbar, aunque sea una pequeñez, el servicio pastoral. Con frase gráfica, un pastor santo de nuestra época —San Josemaría Escrivá de Balaguer— solía repetir que hemos de ser sacerdotes cien por cien.
El trabajo de los sacerdotes encuentra muchos puntos de apoyo: por ejemplo, la inclinación de muchos jóvenes a participar en actividades de voluntariado, o la disposición favorable de muchas personas. Pero, a veces, halla también motivos de desilusión, y resistencias: ignorancia religiosa, mentalidad secularista, incomprensiones, etc. A pesar de todo, ¿pueden los sacerdotes trabajar hoy con confianza?
No sólo podemos, sino que debemos trabajar sacerdotalmente con optimismo y confianza. Basta tener presente que la eficacia del ministerio no proviene de nosotros —de nuestra preparación, de nuestras cualidades, etc., aunque todo esto hemos de cuidarlo para ser mejores instrumentos—, sino de la acción de Cristo en cada uno y por medio de cada uno. Al mismo tiempo, hemos de esforzarnos para hacer desaparecer esas resistencias, difundiendo la verdad con caridad.
ALMUDÍ
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TODO SOBRE LA CLAUSURA DEL AÑO SACERDOTAL EN ROMA: AQUÍ
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Está a punto de terminar el Año sacerdotal que el Santo Padre convocó en el aniversario de la muerte del Santo Cura de Ars. Ya que la Iglesia lo propone a los sacerdotes como modelo, ¿qué aspectos destacaría en la vida de San Juan María Vianney?
Su humildad, su piedad, su espíritu alegre en la penitencia, etc., etc. Y pienso que el aspecto más importante de la vida del Santo Cura de Ars es su completa dedicación al ministerio. Precisamente por esto, al final del Año sacerdotal, Benedicto XVI lo proclamará patrono de todos los sacerdotes (de los confesores lo era hace tiempo).
La figura de San Juan María Vianney es una fuerte llamada a que seamos sacerdotes, sólo sacerdotes: por el bien de las almas, hemos de estar dispuestos a dejar de lado todo lo que pudiera estorbar, aunque sea una pequeñez, el servicio pastoral. Con frase gráfica, un pastor santo de nuestra época —San Josemaría Escrivá de Balaguer— solía repetir que hemos de ser sacerdotes cien por cien.
El trabajo de los sacerdotes encuentra muchos puntos de apoyo: por ejemplo, la inclinación de muchos jóvenes a participar en actividades de voluntariado, o la disposición favorable de muchas personas. Pero, a veces, halla también motivos de desilusión, y resistencias: ignorancia religiosa, mentalidad secularista, incomprensiones, etc. A pesar de todo, ¿pueden los sacerdotes trabajar hoy con confianza?
No sólo podemos, sino que debemos trabajar sacerdotalmente con optimismo y confianza. Basta tener presente que la eficacia del ministerio no proviene de nosotros —de nuestra preparación, de nuestras cualidades, etc., aunque todo esto hemos de cuidarlo para ser mejores instrumentos—, sino de la acción de Cristo en cada uno y por medio de cada uno. Al mismo tiempo, hemos de esforzarnos para hacer desaparecer esas resistencias, difundiendo la verdad con caridad.
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