domingo, 20 de junio de 2010

El sacerdote y la caridad

         «Aunque se deban a todos —señala el Concilio Vaticano II—, los presbíteros tienen encomendados de manera especial a los pobres y a los más débiles, con quienes el Señor se presenta asociado y cuya evangelización se da como prueba mesiánica» (Decreto sobre los Presbíteros, n. 6).

          Así debe ser como consecuencia de su identificación con Cristo, especialmente en la Almudi.org - Ramiro PelliteroEucaristía. Lo explicó Benedicto XVI, al responder a una pregunta que le hizo un sacerdote japonés, en la vigilia de la conclusión del Año sacerdotal: cómo vivir el culto eucarístico, sin caer en un clericalismo o en un alejamiento de la vida cotidiana de las personas. 

          El Papa le respondió yendo al punto central: «La Eucaristía no es cerrarse al mundo, sino precisamente la apertura a las necesidades del mundo». En la Eucaristía se manifiesta de modo plano y total el abajamiento de Dios y su abandono: su salida de sí mismo por amor nuestro. En la Eucaristía el sacerdote está para que todos los cristianos participemos de esa «aventura del amor de Dios», al dejarnos atraer a la comunión del único pan, del único Cuerpo:

          «Así debemos celebrar, vivir, meditar siempre la Eucaristía, como esta escuela de liberación de mi ‘yo’: entrar en el único pan, que es pan de todos, que nos une en el único Cuerpo de Cristo. Y por tanto, la Eucaristía es, de por sí, un acto de amor, nos obliga a esta realidad del amor por los demás: que el sacrificio de Cristo es la comunión de todos en su Cuerpo. Y por tanto, de esta forma, debemos aprender a vivir la Eucaristía, que es además lo contrario del clericalismo, de cerrarse en sí mismos». Y ponía el ejemplo de Madre Teresa de Calcuta, que se dio a los más pobres a partir de la oración ante el Sagrario. 

Ramiro Pellitero
ReligionConfidencial.com
ALMUDÍ
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