sábado, 9 de marzo de 2013

El vacío existencial

Cuando el filósofo germano Friedrich Nietzsche se disponía a explicar que era el nihilismo a finales del siglo XIX o principios XX nos prometía que nos iba a contar una historia muy larga, la historia de los dos próximos siglos, ni el mismo Nietzsche conocía cuanta certeza contenía semejante afirmación.

Mientras tanto se esmeraba con denuedo en insistir en que el Cristianismo era Platonismo para el pueblo y en que fomentaba al pueblo una moral propia de esclavos, tales como, la humildad, la obediencia, la pobreza, el sacrificio, la debilidad o la compasión.
 
Cuando Nietzsche sostuvo que Dios no creó al hombre sino el hombre a Dios, alguien lo siguió y a ese alguien, a su vez, le siguieron muchos otros, hasta que semejante pensamiento desplazó al anterior expandiendo cual pandemia la mayor enfermedad del alma a la que Viktor Frankl denominó "vacio existencial", esto es, la pérdida del sentimiento de que la vida es significativa y cuya consecuencia última conduce a configurar al hombre como un ser liberado de ataduras, en constante búsqueda de cosas que le llenan el corazón de hastío y acaban instaurando una civilización de la inmanencia.
Al respecto decía Solzhenitsyn al negarnos aceptar un poder superior inmutable que nos supera hemos colmado el vacío a golpe de imperativos personales y súbitamente nuestra vida se ha vuelto espeluznante  y esta desesperación espeluznante no hace sino agravarse en una época como la nuestra postmoderna  y tecnificada, que ha acentuado la incomunicación y deshumanización de nuestras de nuestras relaciones y desestructurado la vida moral.

SER PERSONA

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