Al final de sus últimos ejercicios espirituales como papa, Benedicto XVI escribió una carta al predicador, el cardenal Ravasi (Carta del 23-II-2013). También pronunció unas palabras de agradecimiento a quienes le habían acompañado. Estos textos constituyen en su conjunto una poderosa luz para comprender lo que está pasando y lo que Dios nos pide a los cristianos, hoy y ahora.
Además de agradecer su servicio al predicador, en esa carta señala
algunas características de la oración de los salmos. En primer lugar, su
doble "movimiento", ascendente (del hombre hacia Dios) y descendente
(de Dios hacia el hombre). "Los Salmos –escribe el ya por poco tiempo
papa– en efecto orientan sobre todo hacia el Rostro de Dios, hacia el
misterio en el que la mente humana naufraga, pero que la misma Palabra
divina permite captar según los diversos perfiles en los que Dios mismo
se ha revelado". Al mismo tiempo, "justo a la luz que emana del Rostro
de Dios, la oración sálmica nos hace mirar al rostro del hombre, para
reconocer en verdad sus alegrías y sus dolores, sus angustias y sus
esperanzas".
Así es, porque los salmos pertenecen a la Revelación bíblica: son
oraciones inspiradas por Dios mismo, y por podemos hacerlas nuestras;
también nosotros experimentamos esos sentimientos del creyente que en
todo tiempo eleva su plegaria a Dios y de él recibe luz e impulso para
vivir. Esto se hace especialmente profundo en el cristianismo, pues,
como dice san Agustín, en los salmos Cristo "ora por nosotros, como
sacerdote nuestro; ora en nosotros, como cabeza nuestra; recibe nuestra
oración, como nuestro Dios" (Comentario sobre los salmos, Ps 85, 1: CCL
39, 1176-1177).
Arte de creer, arte de orar", había sido el tema de aquellas
meditaciones en torno a los salmos. La fe y el modo de creer llevan a la
oración y viceversa: la oración y el modo de rezar reconducen a la fe y
la fortalecen.
En este Año de la Fe, y más aún en las circunstancias que la Iglesia
está viviendo, decía Benedicto XVI, "el sucesor de Pedro y sus
colaboradores están llamados a dar a la Iglesia y al mundo un claro
testimonio de fe, y esto es posible solo gracias a una profunda y
estable inmersión en el diálogo con Dios". Fe y oración.
Y añadía que hoy, a tantos que preguntan "¿quién nos hará ver
el bien?, les pueden responder "cuantos reflejan en su rostro y con su
vida la luz del rostro de Dios (cf. Sal 4, 7)". Las personas que rezan,
precisamente porque contemplan a Dios, son la respuesta viva para los
que buscan el rostro de Dios.
También al final de esos mismos ejercicios espirituales, el papa
pronunció unas palabras queriendo agradecer la compañía y el apoyo
especialmente de sus colaboradores, en esos días y en general durante
los ocho años de su ministerio como sucesor de Pedro.
A partir del pensamiento de los teólogos medievales observó que
"logos" no significa solamente palabra o razón; sino, que, cuando lo
vemos en el Verbo hecho carne en Cristo, el Logos es también arte,
belleza y amor: "El 'Logos' tiene un corazón, el 'Logos' es también
amor. La verdad es bella, verdad y belleza van
juntas: la belleza es el sello de la verdad". Al hacer esto retomaba el
tema –que atraviesa todo su pontificado– de una de sus célebres
conferencias poco antes de asumir el ministerio petrino, sobre el valor
de la belleza en relación con el testimonio de la fe (cf. Cardenal J.
Ratzinger, Mensaje al Encuentro de Rimini sobre "la contemplación de la
belleza", 24-30 de agosto de 2002).
Observó en esta ocasión que, en un mundo marcado, ensuciado y
oscurecido por el mal, el Logos, que es la Belleza eterna y el Arte
eterno, es ahora el Hijo de Dios coronado de espinas. "Y sin embargo
justo así, en esta figura sufriente del Hijo de Dios, empezamos a ver la
belleza más profunda de nuestro Creador y Redentor; podemos, en el
silencio de la 'noche oscura', escuchar todavía la Palabra".
En efecto. Desde el fondo de la oración comprendemos esa tradición de
los Padres de la Iglesia y de toda la tradición cristiana,
particularmente la oriental: en Cristo redentor está la máxima belleza. Y
por eso decía Dostoievski, "sólo la belleza salvará al mundo".
"Creer –concluye Benedicto XVI- no es otra cosa que, en la oscuridad
del mundo, tocar la mano de Dios y así, en el silencio, escuchar la
Palabra, ver el Amor".
Así cabe redescubrir de nuevo, desde la oración y al mismo tiempo, la
fe y su belleza; incluso en lo que cuesta comprender del todo, o en lo
que cuesta llevar a cabo, pero se realiza por amor a Dios y a los demás.
Así han obrado los santos, en la vida cotidiana y en los
acontecimientos más especiales o inusuales, sabiendo hacer
extraordinariamente –por su unión con Dios– lo ordinario y sencillamente
lo heroico. Y de esta manera han colaborado con la salvación de los
hombres y han iluminado al mundo con la Verdad.
Y así también nosotros, proponía el papa, hemos de "ser cada vez más
capaces de orar, de pedir, de anunciar, de ser testigos de la verdad,
que es bella, que es amor".
Ramiro Pellitero, Universidad de Navarra
iglesiaynuevaevangelizacion.blogspot.com.es
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