Es difícil hacer un elenco de asuntos trabajados prioritariamente por
Benedicto XVI. No sé si lo que voy a decir es lo capital, ni trato de forjar un
programa para el futuro Papa. Sería ridículo por mi parte.
Pero no me impide
afirmar que hay dos temas candentes, de los que a mi parecer depende el futuro
de esta sociedad tambaleante, en la que tantos conceptos han perdido sentido,
pues hasta las palabras quedan vacías en los juegos florales de lo
políticamente correcto -de la cobardía, habría que decir-, del individualismo feroz, cerrado a los
vecinos, al pueblo, a la provincia, a las restantes autonomías... No se habla
de bien común tal vez porque no existe para muchos.
Descubro
inmediatamente mis cartas: será imprescindible la labor de recuperar a Dios y
al hombre mismo. Dos temas -en realidad, uno- necesariamente influidos.
Rescatar a Dios, primero puesto bajo sospecha y después negado, tanto en el
mundo católico como en los ambientes laicistas, agnósticos o ateos.
Analizando
la historia reciente, se constata que ha fracasado la previsión de quienes,
desde la época de la Ilustración, anunciaban la desaparición de las religiones.
Rescatar primero entre los católicos con una pobre idea del Creador y Redentor
del hombre. Esa penuria puede surgir del engendro de un dios bombero que ha de
acudir a remediar nuestros problemas tal cual los reclamamos. Ese Dios a la
medida de mis urgencias sería un Dios muy exiguo, no sería Dios. Al Creador,
que nos ama infinitamente, hay que amarlo, por encima de todo, salvo que nos
situemos con soberbia o ignorancia sobre Él.
Hemos de
ofertar a los no creyentes la belleza del Hacedor y su obra, y la humillación
grandiosa del Redentor. Es necesario llegar a la fe, pero la razón es un
poderoso instrumento que nos sitúa a sus puertas. Naturalmente, esa tarea no se
realiza del mismo modo entre intelectuales o con personas menos cultivadas.
Pero el núcleo está ahí: Creación, Redención, Cristo, la Iglesia y sus medios para
conocer y amar.
Recobrar al
hombre es una tarea en absoluta dependencia de la anterior, porque sin el
Creador, la criatura se diluye perdiendo progresivamente sus valores naturales
para transformarlos en auténticos desvalores. Pensemos en la honradez, lealtad,
sobriedad, laboriosidad, templanza,
humildad, veracidad, solidaridad, audacia, valentía y muchas virtudes más. Para
el bautizado, la elevación que suponen la fe, esperanza y caridad. Buena parte
de que lo que necesitamos agilizar para
vivir así, se resume en una sóla palabra: Jesucristo. Y retirar estorbos
dondequiera que estén.
Pablo Cabellos
Publicado en Levante-EMV el 05.03.13
No hay comentarios:
Publicar un comentario