miércoles, 24 de febrero de 2010

El Gobierno de Benedicto


La noticia puede pasar inadvertida en España. El gran cardenal Vlk, testigo de la fe durante la represión de la Primavera de Praga, deja su puesto en la colina de San Vito. Le sustituye Dominik Duka, un dominico que también sufrió arresto y hubo de trabajar en la fábrica de Skoda mientras enseñaba teología en la clandestinidad. Elegir un pastor para Praga no ha sido un desvelo menor para el Papa, pero es sólo uno entre tantos.

La pasada semana fue de infarto: la amargura en torno al caso Boffo, celebración de la Jornada del enfermo, una vibrante lección (sin papeles) a los seminaristas de Roma, y el domingo visita al albergue de Cáritas en la estación Termini. Las cámaras, tan celosas, han captado una lágrima que se escurre de los ojos del Papa mientras escucha la bienvenida de una mujer sin techo: "querido Santo Padre, que Dios le dé la fuerza de permanecer sereno, fuerte y lleno de esperanza, como lo estamos nosotros".

Con razón Benedicto XVI pudo decir, con esa precisión llena de dulzura que ese albergue "es un lugar donde el amor no es sólo una palabra o un sentimiento, sino una realidad concreta, que permite hacer entrar la luz de Dios en la vida de los hombres y de toda la comunidad civil".

El Papa volvió contento a casa, cierto de que la Iglesia tiene dos grandes tesoros: el de sus pobres (radicalmente abiertos a la gracia de Cristo) y el de la fe confiada por los apóstoles y aquilatada en obras y palabras por los santos y los maestros de todos los siglos.

Se recoge temprano, pero no para el legítimo solaz del domingo. Le espera una dura tarea, ya que el lunes recibe a todos los obispos de Irlanda. Una ojeada a los últimos informes sobre la crisis provocada por los casos de abusos sexuales en la Isla de San Patricio, un vistazo al discurso que ha preparado, quizás las últimas correcciones en el margen con su letra menuda, pluma en mano.

José Luis Restán
PaginasDigital.es

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