sábado, 6 de febrero de 2010

LEY DE IGUALDAD: UN RABINO JUDÍO DA LA RAZÓN AL PAPA


Las declaraciones de Benedicto XVI sobre la ley de igualdad británica han provocado cierto revuelo en algunos ámbitos. No obstante, distintos líderes religiosos han mostrado su apoyo al Papa. El último en adherirse ha sido Jonathan Sacks, rabino jefe de la United Hebrew Congregations of the Commonwealth

El pasado 1 de febrero, Benedicto XVI pronunció un discurso ante los obispos de Inglaterra y Gales en el que defendió “la libertad de las comunidades religiosas para actuar en conformidad con sus creencias”. Las palabras del Papa venían a cuento de una enmienda a la ley de igualdad que se estaba debatiendo esos días en el Parlamento británico (cfr. artículo relacionado).

Pese a la diplomática reacción del gobierno, no han faltado grupos radicales que se han opuesto a la visita del Papa. La Sociedad Secular Nacional ha iniciado una campaña de recogida de firmas contra Benedicto XVI. Entre otras cosas, le reprochan que quiera seguir manteniendo para la Iglesia el “privilegio” de negarse a emplear en puestos administrativos a los homosexuales y transexuales.

La ideología de los derechos

Así las cosas, Jonathan Sacks, rabino jefe de la United Hebrew Congrations of the Commonwealth, ha salido en defensa del Papa en una columna publicada en The Times (3-02-2010). Al igual que han hecho estos días otros líderes religiosos del Reino Unido, Sacks suscribe sin titubeos la advertencia de Benedicto XVI de que la igualdad no puede ir contra la libertad religiosa.

Para Sacks, existe el riesgo de que “los derechos se conviertan, antes que en una defensa de la dignidad humana –siendo ése es su ámbito propio–, en una ideología política que se lleva por delante todo lo que encuentra a su paso. Esto está pasando cada vez más en Gran Bretaña. Y por eso, estemos o no de acuerdo con el Papa, debemos tomarnos en serio sus reproches contra la ley de igualdad”.

Sacks está convencido de que, en una sociedad democrática, las creencias religiosas no tienen por qué gozar de un estatus privilegiado. “Las religiones han de tener influencia, no poder. Nadie debería aspirar a imponer sus convicciones religiosas a golpe de ley. En una sociedad libre, la voz religiosa debería persuadir, no obligar”.

Curiosamente, esta visión de las relaciones entre religión y libertad –así como el entero edificio de los derechos humanos– descansa sobre una proposición religiosa: que todos, con independencia de nuestro color, credo o cultura, somos imagen de Dios. Esta es, según Sacks, la visión que arraigó en la mente de los primeros pensadores que formularon la doctrina de los derechos humanos en el siglo XVII.

“Por esta razón, utilizar la ideología de los derechos humanos para atacar a la religión supone minar el fundamento mismo de los derechos. Cuando prohibimos a un empleado cristiano llevar la cruz en un aeropuerto; cuando despedimos a un enfermero por recomendar a un paciente que rece; cuando forzamos a las agencias de adopción católicas a que entreguen a un niño en adopción a las parejas del mismo sexo; o cuando decimos que los criterios de admisión de un colegio judío son racistas (no en las intenciones, pero sí en los resultados), estamos entrando en un terreno muy peligroso”.

“En vez de tachar de injustificada la intervención del Papa, deberíamos abrir un debate honesto sobre la línea que separa nuestra libertad como individuos y nuestra libertad como miembros de una comunidad religiosa. Nadie debería verse obligado a elegir una, a costa de la otra”.

(THE TIMES)
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