viernes, 12 de febrero de 2010

El sentido del silencio de Dios


Se han dado, en estos días, diversas respuestas a la pregunta sobre dónde estaba

Dios cuando Haití se desplomó. Todas ellas expresan puntos de vista valiosos, que

pueden inspirar sentimientos de conformidad y mover a la aceptación de la cruz.


Pero se quedan un tanto cortas, por la profunda razón de que los acontecimientos de la vida

espiritual son complejos, y su sentido profundo sólo lo captamos cuando vemos

conjuntamente las diversas facetas que presentan. En este sentido, cabe decir que la

verdad es polifónica (R. Guardini) e, incluso, sinfónica (H. Urs von Baltasar).


Cuando la tragedia y el dolor nos oprimen, solemos preguntar cómo permite Dios

tales males, si es un Padre providente y bueno. Celebraríamos, entonces, que tuvieran

lugar –por parte de Dios– golpes de efecto que dejaran patente la conexión entre su

carácter amoroso y la marcha del mundo. Ello nos permitiría palpar lo religioso y

convertirlo en una experiencia irrefutable. Pedimos signos, y éstos permanecen

ausentes. Todo parece llevarnos a la convicción de que debemos arreglar la vida por

nuestra cuenta, pues Dios guarda silencio ante nuestras súplicas. ¿Cómo explicar este

silencio de Dios?



Alfonso López Quintás (Alfa y Omega)


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