jueves, 15 de abril de 2010
El sacerdote está para servir
La carta de Benedicto XVI para el Año sacerdotal se ofrece directamente a los sacerdotes; indirectamente, a todos los cristianos, para que apoyen la renovación interior que la Iglesia y el mundo necesitan actualmente de los sacerdotes. El sacerdocio se presenta como un “don” inmenso que pide humildad, caridad universal y servicio infatigable y generoso.
A la vez, es también una “herida”: de una parte, por los sufrimientos de muchos sacerdotes; de otra parte, porque la Iglesia sufre por la infidelidad de algunos de sus ministros. Esto no debe dejar en la sombra “el reconocimiento gozoso de la grandeza del don de Dios” y la fidelidad Almudi.org - Ramiro Pelliterode tantísimos sacerdotes a su vocación. Estas y otras cosas las viene explicando este año el Papa.
¿Quién y qué es el sacerdote? Por su ordenación, es instrumento y representante de Cristo, y, como tal, responsable y servidor del pueblo cristiano. “El sacerdote —resumía el Santo cura de Ars— no es sacerdote para sí mismo sino para vosotros”. Ser sacerdote se opone tanto a una visión meramente “espiritualista” o “individualista” donde sólo importara su relación personal con Dios, como a una visión meramente “funcionalista”, que sólo se fijara en su papel respecto a la comunidad cristiana. Con palabras del Papa: “Precisamente porque pertenece a Cristo, el sacerdote está radicalmente al servicio de los hombres: es ministro de su salvación, de su felicidad, de su auténtica liberación…”.
De ahí se deduce que el sacerdote deba procurar crecer en santidad, para que mejoren los frutos de su ministerio. Dicho brevemente, el sacerdocio es un don para servir como Cristo, por Él, con Él y en Él. Por eso, de su unión con Cristo “brotan todos los demás elementos de la vida de la Iglesia, en primer lugar la comunión entre todos los fieles, el empeño de anunciar y dar testimonio del Evangelio, el ardor de la caridad hacia todos, especialmente hacia los pobres y los pequeños”. De su testimonio convencido y alegre —los sacerdotes se cuentan entre las personas más felices del mundo— surgen vocaciones para la entrega total a Dios.
ALMUDÍ
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