Lejos de arreciar, el debate sobre la presencia del velo islámico en la escuela se ha hecho más intenso en los últimos días, coincidiendo, además, con el anuncio de la nueva Ley de Libertad Religiosa.
Carlos Jariod, profesor de filosofía y Presidente de la asociación de profesores Educación y Persona publicó ayer en Análisis Digital un magnífico artículo que nos interpela sobre algunas de las claves para entender este debate.
Transcribo a continuación el artículo de Carlos Jariod.
A PROPÓSITO DEL VELO ISLÁMICO
No se llama Najwa, sino Shirley Chaplin. Tampoco es adolescente ni musulmana; tiene cincuenta y cuatro años, es enfermera y anglicana. Como Najwa, vive Shirley un problema que le preocupa: no le dejan llevar una pequeña cruz en el Hospital inglés donde trabaja. La lleva desde que se confirmó, hace cuarenta años. Si quiere seguir trabajando en el Royal Devon and Exeter NHS Trust Hospital, tiene que arrancarse la cruz del cuello. Shirley recurrió a la justicia de su país y… perdió. Lo cuenta Pedro Fernández Barbadillo en su artículo “Hospitales británicos: crucifijos no, mangas para musulmanas, sí”, en Infocatólica.
Lo más curioso es que en los hospitales británicos, según informa la prensa de aquel país, “las sanitarias de fe islámica podrán cubrir sus brazos para salvaguardar su pudor a pesar de una orden anterior, según la cual los brazos de todos los trabajadores deben estar «descubiertos por debajo del codo»”.
A mi juicio el problema del velo es el problema de la Cruz; es decir, la presencia pública de los símbolos religiosos en nuestras sociedades secularizadas. Es esto lo que ha indicado recientemente D. Juan Antonio Martínez Camino cuando ha recordado el artículo 16.1 de nuestra Constitución (“Se garantiza la libertad ideológica, religiosa o de culto de los individuos y de las comunidades sin más limitación, en sus manifestaciones, que la necesaria para el mantenimiento del orden público protegido por la ley”).
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