Porque la muerte forma parte de la vida morir con dignidad es requisito de toda ética humanitaria. Sin embargo, para morir con dignidad no son suficientes las condiciones sociales, sino que, fundamentalmente, es un ejercicio que incumbe a la misma persona: morir con dignidad depende de cómo se aborde la cuestión de la muerte durante la vida.
El hombre es el único ser vivo que es consciente de su mortalidad y el único que puede reflexionar sobre ella. El morir es una dimensión de la vida que influye en el desarrollo de ésta, porque quien no recluye su propia muerte, que acontecerá en algún momento de su horizonte existencial, tiene otra actitud ante la vida bien distinta del que la obvia.
Coincido con Hans Küng en que «forma parte constitutiva de una muerte humanamente digna el que los dolores corporales de las personas se reduzcan a una medida soportable y que se ayude al psiquismo mediante psicofármacos a superar emocionalmente el último tramo de la vida» (Morir con dignidad).
No obstante, como cristiano, no comparto la consideración de teólogo de que procurarse la muerte antes de que esta llegue «no atenta contra el derecho exclusivo del Creador» (Morir con dignidad). No sorprende por tanto, que caiga presa de determinado pensamiento que aboga por la despenalización del suicidio. No nos confundamos, la eutanasia —aunque ahora se emplean otros términos como ocurre con el aborto— es el suicidio de la persona, que es muy diferente a una muerte digna o humana.
En 1976 se llevó a cabo en Tokio (Japón), la primera conferencia mundial de organizaciones que piden la despenalización de lo que llaman "muerte misericordiosa". En esa ocasión se proclamó una"Declaración de Tokio" con las siguientes tesis: 1) cada persona debe decidir por sí misma sobre su vida y su muerte; 2) las estipulaciones de los pacientes sobre su proceso de morir, o "testamentos vitales", deben reconocerse como derechos humanos y 3) debe reconocérseles validez legal.
OpusPrima.wordpress.com (Almudí)
Joan FiguerolaLEER MÁS
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