
En  la sedación el parámetro de respuesta es la del alivio del síntoma con  un indeseable efecto de acortamiento de la vida, siendo en la eutanasia  la muerte rápida del paciente
Morirse  no es lo que era y los entierros tampoco. Las misas, las oraciones y  hasta el llanto por la pérdida han sido sustituidos por interpretaciones  de Vivaldi en vivo y directo, y por parlamentos, más o menos logrados,  de algún familiar o de un amigo con vocación de orador, capaz de  convertir los vicios del difunto en virtudes. También ha cambiado la  forma de afrontar la muerte, si ésta tarda en llegar, pues lo importante  es que el moribundo no sea consciente del trance que se avecina y que  el sufrimiento sea el objetivo a eliminar, aunque así eliminemos al que  sufre. 
      Pronto  tendremos una nueva ley, anunciada para el mes de mayo, que regulará  nuevas formas de morir. En este proyecto de ley se habla de la sedación  como un derecho del paciente, pero ¿puede el enfermo o la familia exigir  una sedación? La nueva ley de regulación del aborto dejó sin protección  a los no nacidos para inventar un supuesto derecho de la madre a  abortar, por lo que cabe pensar que hablar de nuevos derechos para que  las sedaciones se realicen a petición del enfermo y no por un criterio  del profesional, puede ser la puerta de entrada a la eutanasia, un  coladero de homicidios intencionados por razones de sufrimiento o  enfermedad crónica o terminal. ¿Qué son acaso las llamadas sedaciones de  confort para acabar con el sufrimiento, pero que acaban con el que  sufre?.
      La  sedación debe tener siempre una indicación médica y por tanto está bajo  un criterio profesional. El paciente tiene derecho a ser atendido, a  que se controle los síntomas de dolor, a no ser abandonado, pero nunca a  un tratamiento que no esté indicado, o que le provoquen la muerte. Por  encima de las leyes están las conciencias personales, que formadas en el  respeto al moribundo, darán la buscada excelencia profesional, también  en el proceso de morir. Formar a las personas es más adecuado que una  ley para promover actitudes pues una línea invisible separa la sedación  de la eutanasia que el profesional bien formado debe conocer. 
      La  sedación puede estar médicamente indicada y no presentar dilema moral  alguno o también puede ser una forma encubierta de eutanasia cuando no  está indicada y es utilizada para acabar con un enfermo. La sedación se  diferencia de la eutanasia, en la intencionalidad ya que la sedación  buscaría aliviar unos síntomas determinados y la eutanasia buscaría  provocar la muerte para liberar al paciente de sus padecimientos. 
      Se  diferencia también en el propio proceso de administración de los  fármacos que en la sedación buscará la dosis y respuesta adaptada a cada  paciente y en la eutanasia buscará la garantía de una muerte rápida.  Por último, en la sedación el parámetro de respuesta es la del alivio  del síntoma con un indeseable efecto de acortamiento de la vida, siendo  en la eutanasia la muerte rápida del paciente. 
      ¿Quién  puede distinguir los matices éticos entre sedación, médicamente  indicada, y eutanasia? Evidentemente el que hace la acción, el que la  realiza, por este motivo las leyes enredan y distorsionan con sus  indicaciones pues lo necesario, lo urgente para no vulnerar el derecho  fundamental a la vida, es una formación ética profunda para que el  profesional siempre respete al enfermo, viviendo o muriendo. 
Isabel ViladomiuIsabelViladomiu.blogspot.com / Almudí
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