Este
año el tema de la Semana de la Unidad nos propone que «la verdadera fe
en Dios no se puede separar de la santidad personal ni de la búsqueda de
la justicia social».
La
Semana de oración por la Unidad de los Cristianos brinda la oportunidad
de plantearse algunas cuestiones particularmente actuales: ¿Qué es el
ecumenismo? ¿Por qué es importante el “testimonio común” de los
cristianos? ¿Qué posibilidades existen en la “colaboración ecuménica”?
El ecumenismo y sus formas
1. El “ecumenismo” (la tarea a favor de la unidad de los cristianos), se lleva a cabo de diversas formas: teológico o doctrinal (“diálogo ecuménico”),
entre especialistas; institucional, entre las autoridades de la Iglesia
Católica y de las distintas confesiones cristianas; espiritual, a
partir de la oración de los cristianos; pastoral o práctico, con la
colaboración de los cristianos entre sí en los ámbitos de la caridad, el
bien común, la ayuda social y cultural, etc.
Los
dos últimos niveles corresponden a todos los cristianos. Y es
importante que cada uno se proponga colaborar, aunque piense que su
aportación es solo un granito de arena.
Esto pide de cada cristiano una continua y efectiva renovación espiritual, enraizada en la oración y manifestada en la conducta.
Requiere subrayar los valores éticos y ejercitar las virtudes: la
comprensión, la paciencia y sobre todo la caridad con los demás
cristianos, en los juicios, palabras y comportamientos; junto con la
humildad para reconocer las faltas propias contra la unidad y la
disposición al perdón recíproco. Todo ello debe estar presidido por la
verdad.
Santidad personal y justicia social
Por
otra parte, cada año se propone un tema que centra la oración y la
colaboración ecuménica. El año pasado, 2012 −sobre la base de la
propuesta de un grupo ecuménico de Jerusalén− fue: “Unidos en la enseñanza de los apóstoles, la comunión fraterna, la fracción del pan y la oración” (cf. Hch 2, 42). Esos cuatro elementos pueden considerarse, en efecto, como pilares de la unidad.
Recordando
estas características de la primitiva Iglesia de Jerusalén, hoy día los
cristianos de esa ciudad luchan, en medio de las dificultades, por
alcanzar la unidad más allá de las palabras, primero entre ellos y
después con otros (en Jerusalén, entre palestinos e israelíes; en otras
comunidades, la justicia y la reconciliación en diversos contextos).
Este año el tema de la Semana de la Unidad, es: “¿Qué exige el Señor de nosotros" (cf. Miq. 6, 6-8)”, y los textos han sido preparados con la colaboración de cristianos de la India. Inspirados en el profeta Miqueas, nos proponen que «la verdadera fe en Dios no se puede separar de la santidad personal ni de la búsqueda de la justicia social».
El testimonio común de los hijos de Dios
2. Entre las intenciones de Benedicto XVI
en relación con la unidad de los cristianos, está el testimonio común
de los cristianos acerca de la paternidad divina. Es decir, que todos juntos manifestemos, sobre todo con nuestra conducta, que Dios es nuestro padre.
La paternidad amorosa de Dios es la gran novedad que Jesucristo trajo a
los hombres y transmitirlo a los que nos rodean, el don más grande que
podemos hacerles. Por ello es muy importante que nos esforcemos con
obras en darlo. Y el más creíble testimonio de la paternidad divina −por
parte de los hombres− es el esfuerzo por vivir la fraternidad, primero
entre los cristianos, y después entre todas las personas.
En la práctica,
esto pide: evitar las críticas y polémicas internas dentro de la propia
confesión (¡en el caso de los católicos, entre nosotros mismos!);
rechazar las polarizaciones ideológicas y las recriminaciones respecto
de otras comunidades cristianas o eclesiales; omitir las expresiones y
los gestos que puedan herir los sentimientos de otros cristianos;
fomentar la comunicación, las informaciones y el contacto con ellos;
cultivar las buenas relaciones en las familias, vecindarios y ambientes
de trabajo, entre los cristianos y entre todos.
Los jóvenes pueden encontrarse con otros cristianos
para profundizar en su fe, trabajar por la reconciliación −sobre todo
en algunas regiones más proclives a los conflictos entre cristianos−,
comprometerse en actividades de oración, estudio y colaboración sobre
temas sociales y culturales.
La colaboración ecuménica
3. En cuanto a la “colaboración ecuménica”, un cristiano no puede quedarse indiferente ante las necesidades materiales o espirituales de los demás.
Hoy su contribución a la salvación puede ser más eficaz si la hace
junto con otros cristianos, porque esa unidad es un testimonio de fe.
Con otras palabras: las separaciones actuales entre los cristianos son, ciertamente, un límite y un obstáculo a la evangelización;
pero la colaboración conjunta a favor de otros puede ser, también para
los cristianos mismos, un don que les ayude a redescubrir lo que les une
y vencer los obstáculos a la unidad, en orden a la misión que todos los
cristianos han recibido de Dios.
Los
ámbitos posibles de la colaboración ecuménica son muchos y variados.
Los católicos contamos con las orientaciones de la Iglesia para el
ejercicio del ecumenismo (cf. Directorio para el ecumenismo, 25-III-1993).
a)
En el ámbito bíblico y litúrgico, mediante la oración y la celebración
conjunta de la fe, en los modos convenientes, pues “cuando los cristianos rezan juntos, con una sola voz, su testimonio común alcanza los cielos, pero también se escucha en la tierra” (Directorio, n. 187).
b) En el ámbito catequético y formativo, subrayando la verdad que nos une y explicando las diferencias de las confesiones cristianas (y, más allá, con otras religiones), pero no con espíritu agresivo sectario, sino con amor y respeto.
c) En el ámbito misionero e interreligioso, mostrando que, con la ayuda de Dios y no sin ella, somos capaces de superar las divisiones humanas, también en materias tan delicadas como las religiones. Como consecuencia, aumenta la credibilidad del Evangelio. Junto con los judíos, los cristianos hemos de luchar contra el antisemitismo, el fanatismo religioso y el sectarismo (cf. Directorio, n. 210).
d) En el ámbito social, cultural y ético, mediante la promoción de los valores cristianos y humanos fundamentales
(la dignidad de la persona humana y la cultura de la vida, la libertad
religiosa y los demás derechos humanos, la paz y la justicia); luchando
contra el hambre, la ignorancia o la pobreza, y con la atención
particular a los más débiles (como los inmigrantes y los refugiados) sin
dejarse llevar por intereses puramente ideológicos o políticos;
fomentando el cuidado de la tierra; promoviendo la educación para el uso
crítico de los medios de comunicación.
e) Por último cabe la colaboración y la coordinación ecuménica en algunas situaciones especiales,
como los hospitales, las prisiones y el ejército, las universidades,
los grandes complejos industriales y el ámbito, ya citado, de las
comunicaciones sociales.
Todo ello puede llevarse a cabo mientras se proporciona una formación ecuménica adecuada a las diversas circunstancias de las personas, y de acuerdo con las autoridades religiosas correspondientes.
La educación para el ecumenismo
Por lo que afecta a los educadores cristianos, «como evangelizadores −señaló Pablo VI− debemos ofrecer a los fieles de Cristo, no la imagen de hombres divididos y separados por litigios nada edificantes, sino la de personas maduras en la fe,
capaces de encontrarse más allá de las tensiones reales gracias a la
búsqueda común, sincera y desinteresada de la verdad. Sí, la suerte de
la evangelización está ciertamente unida al testimonio de unidad dado
por la Iglesia. Es ésta una fuente de responsabilidad, pero también de
consuelo» (Evangelii nuntiandi, n. 77).
Ramiro Pellitero. Universidad de Navarra
iglesiaynuevaevangelizacion.blogspot.com / Almudí
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