El
Santo Padre, en el contexto del Año de la Fe, ha elegido como tema de
la XLVII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales: "Redes
Sociales: portales de verdad y de fe; nuevos espacios para la
evangelización"
Esta
Jornada se celebra en muchos países el domingo anterior a la fiesta de
Pentecostés, el 12 de mayo, y el Mensaje del Santo Padre se publica
tradicionalmente con ocasión de la festividad de San Francisco de Sales,
patrono de los periodistas, el 24 de enero.
Queridos hermanos y hermanas:
Ante
la proximidad de la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales de
2013, deseo proponeros algunas reflexiones acerca de una realidad cada
vez más importante, y que tiene que ver con el modo en el que las
personas se comunican hoy entre sí. Quisiera detenerme a considerar el
desarrollo de las redes sociales digitales, que están contribuyendo a
que surja una nueva «ágora», una plaza pública y abierta en la que las
personas comparten ideas, informaciones, opiniones, y donde, además,
nacen nuevas relaciones y formas de comunidad.
Estos
espacios, cuando se valorizan bien y de manera equilibrada, favorecen
formas de diálogo y de debate que, llevadas a cabo con respeto,
salvaguarda de la intimidad, responsabilidad e interés por la verdad,
pueden reforzar los lazos de unidad entre las personas y promover
eficazmente la armonía de la familia humana. El intercambio de
información puede convertirse en verdadera comunicación, los contactos
pueden transformarse en amistad, las conexiones pueden facilitar la
comunión. Si las redes sociales están llamadas a actualizar esta gran
potencialidad, las personas que participan en ellas deben esforzarse por
ser auténticas, porque en estos espacios no se comparten tan solo ideas
e informaciones, sino que, en última instancia, son ellas mismas el
objeto de la comunicación.
El
desarrollo de las redes sociales requiere un compromiso: las personas
se sienten implicadas cuando han de construir relaciones y encontrar
amistades, cuando buscan respuestas a sus preguntas, o se divierten,
pero también cuando se sienten estimuladas intelectualmente y comparten
competencias y conocimientos. Las redes se convierten así, cada vez más,
en parte del tejido de la sociedad, en cuanto que unen a las personas
en virtud de estas necesidades fundamentales. Las redes sociales se
alimentan, por tanto, de aspiraciones radicadas en el corazón del
hombre.
La
cultura de las redes sociales y los cambios en las formas y los estilos
de la comunicación suponen todo un desafío para quienes desean hablar
de verdad y de valores. A menudo, como sucede también con otros medios
de comunicación social, el significado y la eficacia de las diferentes
formas de expresión parecen determinados más por su popularidad que por
su importancia y validez intrínsecas. La popularidad, a su vez, depende a
menudo más de la fama o de estrategias persuasivas que de la lógica de
la argumentación. A veces, la voz discreta de la razón se ve sofocada
por el ruido de tanta información y no consigue despertar la atención,
que se reserva en cambio a quienes se expresan de manera más persuasiva.
Los medios de comunicación social necesitan, por tanto, del compromiso
de todos aquellos que son conscientes del valor del diálogo, del debate
razonado, de la argumentación lógica; de personas que tratan de cultivar
formas de discurso y de expresión que apelan a las más nobles
aspiraciones de quien está implicado en el proceso comunicativo. El
diálogo y el debate pueden florecer y crecer asimismo cuando se conversa
y se toma en serio a quienes sostienen ideas distintas de las nuestras.
«Teniendo en cuenta la diversidad cultural, es preciso lograr que las
personas no sólo acepten la existencia de la cultura del otro, sino que
aspiren también a enriquecerse con ella y a ofrecerle lo que se tiene de
bueno, de verdadero y de bello» (Discurso para el Encuentro con el mundo de la cultura, Belém, Lisboa, 12 mayo 2010).
Las
redes sociales deben afrontar el desafío de ser verdaderamente
inclusivas: de este modo, se beneficiarán de la plena participación de
los creyentes que desean compartir el Mensaje de Jesús y los valores de
la dignidad humana que promueven sus enseñanzas. En efecto, los
creyentes advierten de modo cada vez más claro que si la Buena Noticia
no se da a conocer también en el ambiente digital podría quedar fuera
del ámbito de la experiencia de muchas personas para las que este
espacio existencial es importante. El ambiente digital no es un mundo
paralelo o puramente virtual, sino que forma parte de la realidad
cotidiana de muchos, especialmente de los más jóvenes. Las redes
sociales son el fruto de la interacción humana pero, a su vez, dan nueva
forma a las dinámicas de la comunicación que crea relaciones; por
tanto, una comprensión atenta de este ambiente es el prerrequisito para
una presencia significativa dentro del mismo.
La
capacidad de utilizar los nuevos lenguajes es necesaria no tanto para
estar al paso con los tiempos, sino precisamente para permitir que la
infinita riqueza del Evangelio encuentre formas de expresión que puedan
alcanzar las mentes y los corazones de todos. En el ambiente digital, la
palabra escrita se encuentra con frecuencia acompañada de imágenes y
sonidos. Una comunicación eficaz, como las parábolas de Jesús, ha de
estimular la imaginación y la sensibilidad afectiva de aquéllos a
quienes queremos invitar a un encuentro con el misterio del amor de
Dios. Por lo demás, sabemos que la tradición cristiana ha sido siempre
rica en signos y símbolos: pienso, por ejemplo, en la cruz, los iconos,
el belén, las imágenes de la Virgen María, los vitrales y las pinturas
de las iglesias. Una parte sustancial del patrimonio artístico de la
humanidad ha sido realizada por artistas y músicos que han intentado
expresar las verdades de la fe.
En
las redes sociales se pone de manifiesto la autenticidad de los
creyentes cuando comparten la fuente profunda de su esperanza y de su
alegría: la fe en el Dios rico de misericordia y de amor, revelado en
Jesucristo. Este compartir consiste no solo en la expresión explícita de
la fe, sino también en el testimonio, es decir, «en el modo de
comunicar preferencias, opciones y juicios que sean profundamente
concordes con el Evangelio, incluso cuando no se hable explícitamente de
él». (Mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales 2011).
Una forma especialmente significativa de dar testimonio es la voluntad
de donarse a los demás mediante la disponibilidad para responder
pacientemente y con respeto a sus preguntas y sus dudas en el camino de
búsqueda de la verdad y del sentido de la existencia humana. La
presencia en las redes sociales del diálogo sobre la fe y el creer
confirma la relevancia de la religión en el debate público y social.
Para
quienes han acogido con corazón abierto el don de la fe, la respuesta
radical a las preguntas del hombre sobre el amor, la verdad y el
significado de la vida ―que están presentes en las redes sociales― se
encuentra en la persona de Jesucristo. Es natural que quien tiene fe
desee compartirla, con respeto y sensibilidad, con las personas que
encuentra en el ambiente digital. Pero en definitiva los buenos frutos
que el compartir el Evangelio puede dar, se deben más a la capacidad de
la Palabra de Dios de tocar los corazones, que a cualquier esfuerzo
nuestro. La confianza en el poder de la acción de Dios debe ser superior
a la seguridad que depositemos en el uso de los medios humanos. También
en el ambiente digital, en el que con facilidad se alzan voces con
tonos demasiado fuertes y conflictivos, y donde a veces se corre el
riesgo de que prevalezca el sensacionalismo, estamos llamados a un
atento discernimiento. Y recordemos, a este respecto, que Elías
reconoció la voz de Dios no en el viento fuerte e impetuoso, ni en el
terremoto o en el fuego, sino en el «susurro de una brisa suave» (1R
19,11-12). Confiemos en que los deseos fundamentales del hombre de amar
y ser amado, de encontrar significado y verdad ―que Dios mismo ha
colocado en el corazón del ser humano― hagan que los hombres y mujeres
de nuestro tiempo estén siempre abiertos a lo que el beato cardenal
Newman llamaba la «luz amable» de la fe.
Las
redes sociales, además de instrumento de evangelización, pueden ser un
factor de desarrollo humano. Por ejemplo, en algunos contextos
geográficos y culturales en los que los cristianos se sienten aislados,
las redes sociales permiten fortalecer el sentido de su efectiva unidad
con la comunidad universal de los creyentes. Las redes ofrecen la
posibilidad de compartir fácilmente los recursos espirituales y
litúrgicos, y hacen que las personas puedan rezar con un renovado
sentido de cercanía con quienes profesan su misma fe. La implicación
auténtica e interactiva con las cuestiones y las dudas de quienes están
lejos de la fe nos debe hacer sentir la necesidad de alimentar con la
oración y la reflexión nuestra fe en la presencia de Dios, y también
nuestra caridad activa: «Aunque hablara las lenguas de los hombres y de
los ángeles, si no tengo caridad, soy como bronce que suena o címbalo
que retiñe» (1Co 13,1).
Existen
redes sociales que, en el ambiente digital, ofrecen al hombre de hoy
ocasiones para orar, meditar y compartir la Palabra de Dios. Pero estas
redes pueden asimismo abrir las puertas a otras dimensiones de la fe. De
hecho, muchas personas están descubriendo, precisamente gracias a un
contacto que comenzó en la red, la importancia del encuentro directo, de
la experiencia de comunidad o también de peregrinación, elementos que
son importantes en el camino de fe. Tratando de hacer presente el
Evangelio en el ambiente digital, podemos invitar a las personas a vivir
encuentros de oración o celebraciones litúrgicas en lugares concretos
como iglesias o capillas. Debe de haber coherencia y unidad en la
expresión de nuestra fe y en nuestro testimonio del Evangelio dentro de
la realidad en la que estamos llamados a vivir, tanto si se trata de la
realidad física como de la digital. Ante los demás, estamos llamados a
dar a conocer el amor de Dios, hasta los más remotos confines de la
tierra.
Rezo
para que el Espíritu de Dios os acompañe y os ilumine siempre, y al
mismo tiempo os bendigo de corazón para que podáis ser verdaderamente
mensajeros y testigos del Evangelio. «Id por todo el mundo y proclamad
la Buena Nueva a toda la creación» (Mc 16,15).
Vaticano, 24 de enero de 2013, fiesta de san Francisco de Sales
Vatican.va /Almudí
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