Como desde hace años, en la página Web del Vaticano se pueden encontrar los textos preparados conjuntamente
por el Consejo Pontificio para la promoción de la unidad de los
cristianos y la Comisión Fe y Constitución del Consejo Mundial de
Iglesias, para contribuir a las iniciativas relacionadas con la semana
de oración por la unidad de los cristianos que se celebra del 18 al 25
de enero en el hemisferio norte del mundo
Se
trata de textos muy elaborados que se encargan a personas con especial
cualificación, tratando además de que respondan a algún matiz
especialmente vivo. Se comprende que, dentro de la difícil situación de
los cristianos en Asia, se haya invitado, para 2013, al Movimiento
Estudiantil Cristiano de la India a preparar los materiales para la
Semana de Oración; éste a su vez hizo partícipes a la Federación
Universitaria Católica de toda la India y al Consejo Nacional de las
Iglesias en la India.
Pero la necesidad de unión entre los cristianos afecta a todos, con mayor motivo a quienes están secundando el Año de la Fe
proclamado por el papa en el quincuagésimo aniversario del comienzo del
Concilio Vaticano II. Porque la renovación de esa fe −en regiones un
tanto alicaídas como las occidentales− parece inseparable de los
esfuerzos ecuménicos: al cabo, fue uno de los objetivos que se proponía Juan XXIII al convocar en Roma en 1962 a los obispos de todo el mundo.
Hace apenas doce meses, Benedicto XVI manifestaba su esperanza de que el Año de la fe pudiera «contribuir
a hacer de nuevo presente a Dios en este mundo, y a abrir a los hombres
el acceso a la fe, a confiar en ese Dios que nos ha amado hasta el
final en Jesucristo». Sin duda, como se ha reiterado tantas veces,
la desunión de los cristianos no es signo positivo para la nueva
evangelización. Por eso, los esfuerzos por la unidad forman parte
importante del servicio de la Iglesia a los hombres.
Siguen
vigentes los grandes criterios, confirmados en el Concilio Vaticano II,
frente al riesgo de irenismos o indiferentismos, acentuado en una
cultura más expuesta al relativismo filosófico y práctico que renuncia a
la verdad −inaccesible al hombre−, y se limita a perspectivas
consecuencialistas que aporten mejoras efectivas para resolver los
problemas del mundo. Pero, como señalaba el papa, «sin la fe, todo el
movimiento ecuménico quedaría reducido a una forma de “contrato social”
al que adherirse por un interés común. La lógica del Concilio Vaticano
II es completamente diversa: la búsqueda sincera de la plena unidad de
todos los cristianos es un dinamismo animado por la Palabra de Dios».
La
magnanimidad de Benedicto XVI se refleja en su aprecio por las riquezas
espirituales de las diversas Confesiones cristianas, que constituyen
expresión histórica de la única fe y un auténtico don que no se puede
dejar de compartir. Lo ha tenido muy en cuenta en el proceso −aún
abierto− de retorno de tantas comunidades anglicanas al hogar común, manteniendo sus tradiciones litúrgicas
y sacramentales. En el fondo, manifiestan ese deseo de retornar a
formas del ministerio petrino aceptables por todos los que se confiesan
discípulos de Cristo.
Sobran debates antes de contestar cada uno a la gran pregunta, elegida este año a modo de gran lema de la semana de oración: “¿Qué exige el Señor de nosotros?” (Cf. Miqueas
6, 6-8). Las respuestas son particularmente urgentes en la India, donde
perviven tantas discriminaciones sociales. Pero las sugerencias para
caminar «por la senda de la justicia que conduce a la vida» (Pr 12, 28), interpelan a todos, de acuerdo también con ese crescendo elaborado por los redactores del texto, para los días sucesivos de la semana de oración. Baste anotar aquí los títulos:
Día
1: Caminar conversando. Día 2: Caminar con el cuerpo partido de Cristo.
Día 3: Caminar hacia la libertad. Día 4: Caminar como hijos de la
tierra. Día 5: Caminar como los amigos de Jesús. Día 6: Caminar más allá
de las barreras. Día 7: Caminar en solidaridad. Día 8: Caminar en
celebración.
Como precisan los autores, se «habla
de celebración, no en el sentido de celebrar un exitoso desenlace
final, sino como signo de esperanza en Dios y en la justicia de Dios.
Del mismo modo, nuestra celebración de la Semana de Oración por la
Unidad de los Cristianos es nuestro signo de esperanza de que
alcanzaremos nuestra unidad en los tiempos de Dios y con los medios de
Dios».
Salvador Bernal
Religión Confidencial / Almudí
No hay comentarios:
Publicar un comentario