El
cristianismo es conducta, vivir la vida en Cristo; es vida ejercitada
en la ocupación por el prójimo o en cualquier otra exigencia que
conlleve
Es
muy dolorosa la realidad de las apremiantes necesidades que sufren
tantas personas de nuestro mundo, particularmente en África, pero
también en el entorno inmediato. Esta tremenda situación da lugar a
formas de solidaridad variadas y ejemplares, pero también existe la
insolidaridad del que, aun dando algo a los demás, realiza gastos
excesivos, superfluos, y actualmente insultantes.
Tal vez la sensación de escarnio que producían circunstancias semejantes, llevó al apóstol Santiago a escribir unas palabras bien actuales: «Si
un hermano o una hermana están desnudos y carecen del sustento
cotidiano, y alguno de vosotros les dice: id en paz, calentaos y
saciaos, pero no le dais lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve? Así
también la fe, si no va acompañada de obras, está realmente muerta».
Y es que el cristianismo es conducta, vivir la vida en Cristo. No es
simplemente una teoría, es vida ejercitada en la ocupación por el
prójimo o en cualquier otra exigencia que conlleve.
San Josemaría Escrivá, que supo mucho de hambre y necesidad, entre otras muchas ideas, escribió ésta: «Los bienes de la tierra repartidos entre unos pocos; los bienes de la cultura, encerrados en cenáculos. Y, fuera, hambre de pan y de sabiduría, vidas que son santas, porque vienen de Dios, tratadas como simples cosas, como números de una estadística».
Sabía muy bien de qué hablaba porque comenzó el Opus Dei en los barrios
más pobres de Madrid y entre enfermos abandonados e incurables. Y,
además, lo vivió siempre en su propia carne, sin tener en ocasiones
−como dijo Cristo− ni una almohada donde reclinar su cabeza y viendo con
dolor −lo pude observar en primera fila− la extrema pobreza con la que
se enfrentaban, en muchos lugares, sus hijos espirituales y las personas
que les rodeaban.
También nos impulsarán a mejorar unas palabras de Benedicto XVI: hablando de los africanos, escribió que «nuestro estilo de vida, nuestra historia, en la que estamos implicados, los ha explotado y los explota», añadiendo inmediatamente que «les
hemos llevado el cinismo de un mundo sin Dios, en el que sólo importa
el poder y las ganancias; hemos destruido los criterios morales, con lo
que la corrupción y falta de escrúpulos en el poder se han convertido en
algo normal. Y esto no sólo ocurre con África». Necesitamos el
valor de amar al prójimo. Tenemos que aprender de nuevo la valentía de
la bondad. Y sólo lo conseguiremos si nos hacemos buenos interiormente.
Nunca para sentirnos mejor: tal actitud prostituiría el amor.
Pablo Cabellos Llorente
Levante-Emv / Almudí
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