
«Espléndida  síntesis de la teología del cuerpo y del amor, que enlaza la reflexión  de Juan Pablo II con la perspectiva de Benedicto XVI, ya expresada en su  primera encíclica, ‘Deus caritas est’»
        El mismo día que Juan Pablo II  sufrió el atentado en la plaza de San Pedro, el 13 de mayo de 1981,  tenía previsto anunciar la creación del Instituto Pontificio Juan Pablo  II para estudios sobre el matrimonio y la familia.
      En el XXX aniversario de este instituto, el Papa actual les ha sugerido una nueva tarea: «Conjugar  la teología del cuerpo con la del amor para encontrar la unidad del  camino del hombre: este es el tema que quisiera indicaros para vuestro  trabajo». Y les ofreció algunas orientaciones. 
El lenguaje del cuerpo
Durante el tiempo de la vida —les explicaba— el cuerpo ha de ir estableciendo una alianza con el espíritu. «De hecho, lejos de oponerse al espíritu, el cuerpo es el lugar donde el espíritu habita». Y con esta luz «es  posible entender que nuestros cuerpos no son materia inerte, pesada,  sino que hablan, si sabemos escuchar, con el lenguaje del amor  verdadero». Y así el Papa desemboca en el conocido tema del “lenguaje del cuerpo” desde una perspectiva cristiana. 
      ¿De  qué nos habla el cuerpo? A la luz de la revelación bíblica, el cuerpo  humano nos recuerda la creación del hombre, y, por tanto, de Dios: «Me plasmaste en el seno de mi madre» (Sal 139,13). En consecuencia, «sólo  cuando reconoce el amor original que le ha dado la vida, el hombre  puede aceptarse a sí mismo, puede reconciliarse con la naturaleza y con  el mundo». 
El sentido bíblico de la sexualidad: recibirse para darse
Desde  el lenguaje del cuerpo se pasa al sentido de la sexualidad. Según el  Génesis, el hombre y la mujer se encuentran, al principio, «un  lenguaje que no han creado, un eros radicado en su naturaleza, que les  invita a recibirse mutuamente del Creador, para poder, de esta manera,  donarse». Se trata de una “nueva creación”, la vida de los dos en una sola carne. 
      «La  verdadera fascinación de la sexualidad nace de la grandeza de este  horizonte que se abre: la belleza integral, el universo de la otra  persona y del ‘nosotros’ que nace de la unión, la promesa de comunión  que allí se esconde, la fecundidad nueva, el camino que el amor abre  hacia Dios, fuente de amor». Un camino en el que «el cuerpo nos enseña el valor del tiempo, de la lenta maduración en el amor». 
      Así se llega a comprender el sentido positivo de la castidad matrimonial: «Desde  esta perspectiva, la virtud de la castidad recibe un nuevo sentido. No  es un ‘no’ a los placeres y a la alegría de la vida, sino el gran ‘sí’  al amor como comunicación profunda entre las personas, que exige tiempo y  respeto, como camino hacia la plenitud y como amor que se convierte en  capaz de generar la vida y de acoger generosamente la vida nueva que  nace». 
      Tal es el “diseño original”  de Dios sobre la sexualidad. Pero el pecado alteró ese lenguaje  positivo del cuerpo y ese horizonte, fascinante y bello, de la  sexualidad. Y por eso ahora el cuerpo contiene también un lenguaje  negativo (“nos habla de la opresión del otro, del deseo de poseer y disfrutar”), como resultado de la caída. 
      Y así queda estropeado el lenguaje del amor mutuo, su horizonte y su fruto: «Cuando  se lo separa de su sentido filial, de su conexión con el Creador, el  cuerpo se rebela contra el hombre, pierde su capacidad de hacer brillar  la comunión y se convierte en terreno del que se apropia el otro». Y observa Benedicto XVI: «¿No  es quizás, éste el drama de la sexualidad, que hoy permanece encerrada  en el círculo estrecho del propio cuerpo y en la emotividad, pero que en  realidad puede realizarse sólo en la llamada a algo más grande?»
La familia: donde la teología del cuerpo y la teología del amor se unen
¿Y la solución? Está en lo que Juan Pablo II llamaba “humildad del cuerpo” o “la redención del cuerpo”.  Es decir, en reconocer que solos no podemos arreglar el lenguaje del  cuerpo, recuperar la fuerza de su bella promesa, y necesitamos de Dios.  Pues bien, el proyecto divino de la sexualidad se manifiesta y realiza  en la familia. En la familia se unen y se restauran el lenguaje del  cuerpo y el sentido del amor. Vale la pena transcribir íntegro el  argumento de Benedicto XVI: «La familia, es decir el lugar donde la  teología del cuerpo y la teología del amor se une. Aquí se aprende la  bondad del cuerpo, el testimonio bueno de su origen, en la experiencia  del amor que recibimos de los padres. Aquí se vive el don de sí en una  sola carne, en la caridad conyugal que une a los esposos. Aquí se  experimenta la fecundidad del amor, y la vida se entrelaza a la de las  otras generaciones. Es en la familia donde el hombre descubre su  relación, no como individuo autónomo que se autorrealiza, sino como hijo  o hija, esposo o esposa, padre o madre, cuya identidad se funda en el  ser llamado al amor, a recibirse de otros y a darse a los otros». 
      Ese  proyecto divino sobre el cuerpo y la vocación al amor puede recuperarse  y realizarse con creces porque lo asumió el Hijo de Dios: «Como  Hijo, recibió el cuerpo filial en la gratitud y en la escucha del Padre y  ha dado este cuerpo por nosotros, para generar así el cuerpo nuevo de  la Iglesia». Por eso en la Iglesia, familia de Dios, la vocación al amor «es una llamada a la comunión de las personas en la doble forma de vida, de la virginidad y del matrimonio». Y encuentra como raíz y anticipo la figura de María: «En su cuerpo de mujer ha tomado cuerpo aquel Amor que genera la Iglesia». 
      Estamos  ante una síntesis espléndida de la teología del cuerpo y del amor, que  enlaza la reflexión de Juan Pablo II con la perspectiva de Benedicto  XVI, ya expresada en su primera encíclica, Deus caritas est. Una certera pauta para la pastoral matrimonial y prematrimonial, y para la educación sexual de los jóvenes y adolescentes.
Ramiro Pellitero. Universidad de Navarra
iglesiaynuevaevangelizacion.blogspot.com / Almudí
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ResponderEliminarme ha gustado esto y estoy de acuerdo con el sentido del cristiano
ResponderEliminaryo recomiendo a juaquin navarro valls que oiga el cantante catalan joan manuel serrat la cancion cantares porque tuve un amigo que se murio que llama manuel olmos en un acidente de coche hace tres años el fue mi scouter mas bicho que llegue ha conocer -- ademas yo recuerdo cuando yo hice el camino de santiago estuve en su coche oyendo joan manuel serrat
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