"Caminemos a la luz de Cristo, que es Quien puede destruir las tiniebla del error. Supliquémosle que, con el valor y la reciedumbre de los santos, lleguemos a dar una respuesta libre, generosa y coherente a Dios, sin miedos ni rencores".
El Papa habla siempre para todos los creyentes, y los no creyentes.
Le escucharemos con más o menos atención, y quizá hay algunos que no le
quieren escuchar en absoluto. No importa. Él tiene que seguir anunciando
a Cristo, "con ocasión y sin ella", y él sabe que siempre es ocasión
para anunciar Cristo, que es "Camino, Verdad y Vida":
"Sí, soy anciano, dicen que le comentó a Fidel Castro, pero puedo todavía realizar mi deber". Y lo realiza.Y con Cristo, anuncia siempre la Verdad de Dios, la Verdad del
hombre; el Camino del hombre hacia Dios; la Vida del hombre con Dios.
"La verdad sobre el hombre es un presupuesto ineludible para alcanzar
la libertad, pues en ella descubrimos los fundamentos de una ética con
la que todos pueden confrontarse, y que contiene formulaciones claras y
precisas sobre la vida y la muerte, los deberes y los derechos, el
matrimonio, la familia y la sociedad, en definitiva, sobre la dignidad
inviolable del ser humano".
"El cristianismo, al resaltar los valores que sustentan la ética, no
impone, sino que propone la invitación de Cristo a conocer la Verdad que
hace libres. El creyente está llamado a ofrecerla a sus contemporáneos,
como lo hizo el Señor, incluso ante el sombrío presagio del rechazo y
de la cruz".
Con la Verdad de Cristo, Hijo de Dios hecho hombre, -no un hombre
"divinizado" por quienes vivieron con él-, con Quien viviremos estos
días el asombroso misterio de su Muerte y de su Resurrección, ha querido
recordar también Benedicto XVI en Cuba la fuerza y la dignidad de la
familia:
"El misterio de la encarnación, en el que Dios se hace cercano a
nosotros, nos muestra también la dignidad incomparable de toda vida
humana. Por eso, en su proyecto de amor, desde la creación, Dios ha
encomendado a la familia fundada en el matrimonio la altísima misión de
ser célula fundamental de la sociedad y verdadera Iglesia doméstica. Con
esta certeza, queridos esposos, han de ser, de modo especial para sus
hijos, signo real y visible del amor de Cristo por la Iglesia. Cuba
tiene necesidad del testimonio de su fidelidad, de su unidad, de su
capacidad de acoger la vida humana, especialmente la más indefensa y
necesitada".
Y, como era de esperar, el canto a la Verdad fue unido con el canto a
la Libertad, que no deja de anunciar también "con ocasión y sin ella"; y
siempre es ocasión.
"Vine aquí como testigo de Jesucristo, convencido de que, donde Él
llega, el desaliento deja paso a la esperanza, la bondad despeja
incertidumbres y una fuerza vigorosa abre el horizonte a inusitadas y
beneficiosas perspectivas. En Su nombre, y como Sucesor del apóstol
Pedro, he querido recordar Su mensaje de Salvación".
Y, lógicamente, no podía concluir sus mensajes sin una solicitud amable a la libertad religiosa:
"El derecho a la libertad religiosa, tanto en su dimensión individual
como comunitaria, manifiesta la unidad de la persona humana, que es
ciudadano y creyente a la vez (...) Cuando la Iglesia pone de relieve
este derecho, no está reclamando privilegio alguno. Pretende sólo ser
fiel al mandato de su divino Fundador, consciente de que donde Cristo se
hace presente, el hombre crece en humanidad y encuentra su
consistencia".
Quizá el aroma de la Isla llegó también al corazón alemán, universal,
cristiano, de Benedicto XVI, que se despidió de los cubanos con estas
palabras tan entrañables y familiares:
"¡Hasta siempre, Cuba, tierra embellecida por la presencia materna de María! Que Dios bendiga tus destinos. Muchas gracias".
Religión Confidencial
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