Un
conjunto de pequeños detalles puede cambiar por completo el ambiente de
una familia, una oficina, un lugar de descanso, un grupo de amigos, un
noviazgo o un proyecto cultural
Si
a cualquiera nos preguntaran cuáles han sido las experiencias más
enriquecedoras de nuestra vida, las que mejor conservamos en la memoria y
recordamos con mayor satisfacción, casi siempre nos referiremos a
vivencias personales dentro de un conjunto de personas a las que
apreciamos. Quizá sea la familia, o un equipo de trabajo, o un grupo de
personas dentro de un determinado ámbito cultural, o de un deporte, o de
lo que sea.
Saber
compartir, hacer equipo, sentirse unido a otras personas, es siempre
gratificante, y también de ordinario un buen acicate para esforzarse,
para mejorar. La presencia de otros nos inspira y estimula a un nivel
quizá difícilmente accesible para nosotros yendo en solitario. De los
demás aprendemos muchas cosas que nos enriquecen enormemente, y por
ayudarles a veces nos sorprendemos haciendo cosas que quizá incluso no
haríamos ni por nosotros mismos.
Los
demás son un elemento decisivo en nuestra mejora personal. Es cierto
que la fuerza para cambiar depende en gran parte de uno mismo. Pero
también sabemos que las personas que nos rodean pueden ayudarnos o
estorbarnos mucho en ese camino. La capacidad para cambiar se ve
reforzada cuando sabemos convivir con los demás, cuando sabemos trabajar
en equipo, cuando logramos estar cercanos a las personas que componen
nuestro entorno.
El
que se esfuerza dentro de un ámbito de confianza e ilusión, bien
integrado entre personas a las que aprecia, normalmente se esfuerza más y
mejor. Y eso suele producir un benéfico efecto feedback. Cuanto más das, más recibes, y mejor clima de colaboración y apoyo logras, lo cual siempre refuerza la satisfacción de todos.
Se trata de saber integrarse lo mejor posible en los ámbitos de relación en los que participemos. Como ha escrito Anthony Robbins,
todos jugamos en varios equipos: la familia, nuestro entorno
profesional, nuestra ciudad, nuestra cultura, nuestro país, la humanidad
entera. Puede uno quedarse sentado en el banquillo y mirar, o bien
levantarse y jugar. Y es mucho mejor jugar. Compartir nuestro mundo con
otros. Cuanto más demos, más nos será dado. Cuanto más participemos, más
daremos y más recibiremos.
Y también hay que saber elegir equipo. Como recuerda el dicho popular, la ley más universal es la ley de la gravedad,
que tiende a llevarnos hacia abajo, y nos hace abandonar muchos retos
que deberíamos plantearnos. Si sabemos rodearnos de personas positivas,
con deseos de mejorar, con ilusión por hacer rendir sus talentos en
servicio a los demás, entonces nos veremos nosotros mismos mucho más
estimulados. Si logramos jugar en un equipo así, eso es extremadamente
valioso. Por eso es vital rodearse de personas que nos lleven a ser una
persona mejor cada día.
La
felicidad y el acierto en el vivir no depende de lo que tenemos, sino
más bien de lo que somos, de cómo vivimos. Y lo que hacemos con lo que
tenemos determina en gran medida cómo vivimos, hasta en detalles
mínimos. Por ejemplo, si somos generosos con una persona que ha hecho
bien su trabajo, y le tratamos como merece, eso nos hace mejores a
nosotros y a él. Y esto es aplicable a casi todo.
Deberíamos
hacer una reflexión personal sobre esto. ¿Y si hiciera el propósito de
agradecer siempre con calor cualquier favor que recibo, o cualquier
servicio que me hagan, por pequeño que sea? ¿Y si dedicara más tiempo a
hacer la vida agradable a quienes me rodean? ¿Y si llamara de vez en
cuando a mis amigos y familiares, sin necesidad de grandes motivos,
aunque sólo sea para interesarme por ellos? ¿Y si hiciera el propósito
de hacer un donativo, aunque sea modesto, a la medida de mis
posibilidades, cuando tenga noticia de un proyecto interesante?
Es
un estilo de vida. No es cuestión de tener mucho tiempo ni mucho
dinero. Es cuestión de cómo administro lo que tengo, sea poco o mucho.
De decidir con acierto a qué dedico mi tiempo y mis recursos. De no
dejarme llevar por la rutina, sino procurar poner en mi vida un poco más
de ingenio y de reflexión.
Todo
esto puede parecer poca cosa, pero es más importante de lo que parece.
Cualquier pequeño detalle tiene un efecto positivo sobre nosotros mismos
y los demás. Y un conjunto de pequeños detalles puede cambiar por
completo el ambiente de una familia, una oficina, un lugar de descanso,
un grupo de amigos, un noviazgo o un proyecto cultural. Proponerse ese
reto con ilusión es algo que siempre vale la pena.
Alfonso Aguiló
AragonLiberal.es / Almudí
AragonLiberal.es / Almudí
No hay comentarios:
Publicar un comentario