Un
mensaje que es, además de la reivindicación de una señal irrenunciable
de la fe cristiana como es la alegría, un eficaz y oportuno estímulo
para superar las dificultades y desesperanzas con las que la crisis
actual económica y de valores amenaza a la sociedad, en especial a los
más jóvenes, y nos carga de razones para vencer las tentaciones del
pesimismo y de los engañosos sucedáneos de la felicidad
Las
noticias y las opiniones suelen sucederse en la actualidad tan rápidas y
marcadas por la lógica de las agendas informativas, que corremos el
riesgo de que, debido a la mayor relevancia de otros eventos, pasen
desapercibidos mensajes o sucesos verdaderamente importantes aunque no
tan urgentes, perdidos muchas veces en las listas de nuestras cuentas de
correo electrónico o en la paginación al uso en los medios de
comunicación.
Esto puede haber ocurrido en algunos ambientes con el Mensaje del Papa para la XXVII Jornada Mundial de la Juventud de 2012, que con el título paulino "¡Alegraos siempre en el Señor!" (Flp 4, 4), dedica a reflexionar sobre esta gran virtud de la alegría.
Es
un bello texto, lleno de sentido positivo y estimulante que recuerda
aquel otro documento, también maravilloso, sobre el mismo tema ("Gaudete in Domino") del Papa Pablo VI.
Esta oportuna reflexión de Benedicto XVI
supone una llamada a la superación, por contradictoria y falsa, de la
tópica consideración de que las realidades espirituales son aburridas
cuando no rodeadas —como las viejas cartas de luto— de una mezcla de
seriedad y tristeza, y contribuye a desmontar la falsa imagen de la
Iglesia, divulgada de forma interesada por algunos, como algo
anacrónico, que sólo condena y dice siempre "no" a toda propuesta humana.
El
Papa, con el rigor intelectual y a la vez la sencillez expositiva que
le caracteriza, analiza en su mensaje, dirigido primordialmente a los
jóvenes, las dimensiones humanas y sobrenaturales de la alegría,
acompañando su enseñanza de una importante apoyatura bíblica y teológica
y de un grande y positivo sentido común.
«Nuestro corazón está hecho para la alegría», «Dios es la fuente de la verdadera alegría», «Conservar en el corazón la alegría cristiana», «La alegría del amor», «La alegría de la conversión», «La alegría en las pruebas» y «Testigos de la alegría»,
son los expresivos títulos de los apartados de este mensaje, en el que
Benedicto XVI —gran conocedor de la naturaleza humana, creada y amada
por Dios y capaz de Él, así como de los anhelos más profundos de
felicidad que cada persona alberga en su corazón—, nos orienta hacia
Dios como meta suprema, que en su Hijo Jesucristo nos ha hecho ya
partícipes de su amor pleno, y que incorpora en su belleza, bondad y
verdad, las ilusiones y gozos nobles de este mundo que lo anticipan.
Este
mensaje es, además de la reivindicación de una señal irrenunciable de
la fe cristiana como es la alegría, un eficaz y oportuno estímulo para
superar las dificultades y desesperanzas con las que la crisis actual
económica y de valores amenaza a la sociedad, en especial a los más
jóvenes, y nos carga de razones para vencer las tentaciones del
pesimismo y de los engañosos sucedáneos de la felicidad.
Secundando
esta invitación del Papa, los cristianos haríamos bien en proclamar aún
más la alegría como patrimonio propio, y mostrar que la vivencia de la
fe no puede privarnos —antes al contrario— del buen humor y mucho menos
del gozo de las realidades humanas nobles, entre las que se encuentran
las que el Santo Padre denomina "alegrías sencillas", verdaderos regalos de Dios: «La
alegría de vivir, la alegría ante la belleza de la naturaleza, la
alegría de un trabajo bien hecho, la alegría del servicio, la alegría
del amor sincero y puro..., los hermosos momentos de la vida familiar,
la amistad compartida, el descubrimiento de las propias capacidades
personales y la consecución de buenos resultados, el aprecio que otros
nos tienen, la posibilidad de expresarse y sentirse comprendidos, la
sensación de ser útiles para el prójimo. Y, además, la adquisición de
nuevos conocimientos...».
El
cristiano podrá completar estas alegrías, sublimarlas con la fe en la
resurrección de Cristo, a la que somos llamados como suprema felicidad y
que en este tiempo Pascual celebramos gozosos, pero nunca puede
excluirlas del camino cristiano si quiere ser tal.
No
se trata de un optimismo ideológico, basado en el éxito, en un progreso
simplemente terreno que obvia las dificultades —¡la cruz!— en el camino
del hombre y que a estas alturas de la historia se ha mostrado inútil y
trágico por inhumano en las ideologías que lo ha propugnado, sino de
testimoniar, hoy más que nunca en la nueva evangelización, la alegría
que nace de la fe y de la gracia y que pone a Dios, cercano siempre,
como fundamento, meta y plenitud del ser humano, y que nos auxilia
especialmente cuando las posibilidades humanas flaquean. Dios bien nos
quiere y felices.
José María Gil Tamayo
OsservatoreRomano.va / Almudí
OsservatoreRomano.va / Almudí
estas palabras son perfumes para el ALMA caricias del ESPIRITU SANTO vivamos felices y alegres siempre,y demos gracias a DIOS confiemos siempre en EL . . .
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