martes, 18 de junio de 2013

Ley Wert sí (y educación diferenciada también)

   
   Las investigaciones pedagógicas más recientes redescubren las virtudes de la Educación Diferenciada: niños y niñas tienen ritmos de maduración y aptitudes discentes diversas, que se ven mejor atendidas por separado

      El sistema educativo español sigue gravemente dañado por los estropicios que le ocasionó la LOGSE socialista de 1990. Trienio tras trienio, los informes internacionales PISA delatan un descenso constante en los niveles de lecto-escritura, matemáticas y conocimientos científicos de los escolares: nuestro país se ha desplomado hasta los últimos puestos de la OCDE. Y no es cuestión de dinero: España es el país de la Eurozona que más incrementó el gasto en educación entre 2000 y 2010, elevándolo hasta los 7847 € por estudiante (Finlandia, campeona de los informes PISA, tiene una inversión inferior: 6707 €; Alemania, 6256 €).

      La izquierda siempre ha considerado la educación su finca particular: es el campo de pruebas en el que aplica los experimentos revolucionarios que ─desde que se hizo patente el fracaso planetario del socialismo─ ya no se atreve a practicar en la economía. Eso fue la LOGSE: un descabellado experimento que imponía, con 25 o 30 años de retraso, nociones educativas ya ensayadas y fracasadas en Inglaterra y Escandinavia. Concepciones pedagógicas ineficientes pero, eso sí, con la pertinente aura “progresista”. Por ejemplo, la “comprensividad”: todos los niños ─listos o tontos, estudiosos o alborotadores─ integrados en las mismas aulas hasta los 16 años (en otros países se produce mucho antes la bifurcación de los orientados a estudios superiores y los destinados a la FP).

      El igualitarismo entendido, no como “oportunidades educativas para todos”, sino como “aprobados y diplomas para todos”(promoción automática, supresión de notas numéricas [“progresa adecuadamente”], inexistencia de exámenes externos, etc.). El metodologismo: “lo importante no es adquirir conocimientos, sino métodos: aprender a aprender”. El constructivismo: el objeto de conocimiento no es un dato objetivo que los alumnos deban adquirir, sino algo que deben “construir” en forma lúdica e interactiva. El rechazo hacia facetas consideradas rancias: el aprendizaje memorístico, la autoridad del profesor (convertido más bien en jovial dinamizador), etc.

      Insisto: son la LOGSE y la pedagogía progre lo que ha devastado la enseñanza española, no la falta de recursos. La LOCEaznarí (2002) intentó resolver los peores desatinos, pero fue derogada por Zapatero apenas llegó al poder. El sistema LOGSE sigue, pues, intacto en lo esencial. Por eso hay que saludar la ley Wert, que, sin ser perfecta, afronta las cuestiones clave: introduce exámenes externos (una reválida al término de la ESO y otra tras el bachillerato; creo que hubiera debido establecerse otra ─con efectos académicos─ al final de Primaria) y atenúa la comprensividad al diversificar itinerarios a partir de 3º de ESO (distinguiendo entre niños orientados hacia la universidad o hacia FP).

      La izquierda ha respondido con el sectarismo previsible: la Junta de Andalucía busca ya subterfugios jurídicos para boicotear la aplicación de la ley. Pero además la Junta, en una huida desenfrenada hacia adelante, parece dispuesta a aprovechar la oportunidad para cumplir otro sueño ideológico-educativo largamente aplazado: la asfixia de la educación concertada. En efecto, ha sido aprobado el cierre de cierto número de unidades concertadas. ¿Razones de ahorro? Si se tratara de ahorrar, la lógica aconsejaría todo lo contrario: cerrar escuelas públicas y abrir más concertadas. Pues la escuela concertada es “culpable” de gestionar los recursos mucho mejor: una plaza concertada le cuesta al Estado 3026 € al año, en tanto que una plaza de escuela pública cuesta 6187 €. A su mayor eficiencia gestora, la escuela concertada añade otro pecado imperdonable: ser preferida por una mayoría de padres, llegándose a generar conflictos en la rebatiña por las plazas (cosa que nunca ocurre en centros públicos).

      Las primeras víctimas de esta ofensiva ideológica contra la realidad han sido los centros de educación diferenciada (ED), como RibamarAltair o El Cható, a los cuales les han sido ya retirados los conciertos. La izquierda suele llamar “educación segregada” a la diferenciada por sexos, dando así a entender que ese tipo de enseñanza comporta discriminación sexual e infraeducación de las niñas. Como siempre, necesitaría actualizar sus lecturas unos 30 años.

      Las investigaciones pedagógicas más recientes en EEUU-UK y Escandinavia redescubren las virtudes de la ED: niños y niñas tienen ritmos de maduración y aptitudes discentes diversas, que se ven mejor atendidas por separado. De hecho, los“perdedores” en la coeducación son los chicos: el retraso madurativo respecto a las chicas y la mayor inquietud e hiperactividad en el aula llevan a cierta “criminalización” educativa del varón. Lo cierto es que la brecha (en porcentaje de abandono escolar, calificaciones promedio, etc.) entre chicos y chicas sigue ampliándose (abandono escolar masculino en 2010: 34.8%; femenino: 22.2%).

      La ED busca optimizar el potencial discente de ambos sexos; objetivo que, al parecer, se alcanza más fácilmente por separado. Entre los decididos valedores de la ED se encuentran iconos progresistas como Hillary Clinton o Arne Duncan, secretario de Educación con Obama. La ED es aplicada actualmente en 540 escuelas públicas norteamericanas. En Inglaterra existen 416 escuelas públicas de ED, y 676 privadas. Según informe de la England’s National Foundation for Educational Research, de las 100 mejores escuelas británicas, 81 eran de ED. Esta tendencia general se ve confirmada a escala andaluza: los centros que practican la ED obtienen resultados en selectividad y pruebas de diagnóstico claramente superiores al promedio. Suprimiendo el concierto de esos centros, la Junta de Andalucía pone definitivamente las ventajas de la ED fuera del alcance de los menos pudientes. ¡Todo sea por la igualdad!

      Pero para enterarse de estas cosas hay que leer un poco. ¿Y quién tiene tiempo de leer, cuando hay todo un museo de prejuicios decimonónicos que cuidar?

Francisco José Contreras PeláezCatedrático de Filosofía del Derecho - Universidad de Sevilla

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