viernes, 15 de junio de 2012

Abrir las puertas a Dios y a los demás

Abrir las puertas a Dios y a los demás
Abrirse a Dios y abrir también las puertas a los demás es un modo de hablar del amor a Dios y al prójimo, sustancia del mensaje bíblico y centro del cristianismo

      Ramiro Pellitero, habitual en esta web, ha publicado el libro Abrir las puertas a Dios y a los demás. Al hilo de un pontificado (2), que es continuación de otro ya publicado: Al Hilo de un Pontificado: el gran “sí” de Dios, destinado, según dice el autor, «a los jóvenes de todas las edades»


Al hilo de un pontificado (2)
      También este volumen está compuesto de reflexiones breves, como cartas sobre la fe, como ventanas para mirar el horizonte de la vida cristiana en el tiempo que a cada uno Dios nos concede. Por tanto, no estamos ante una antología de textos del Papa ni un tratado sobre la teología de Benedicto XVI

      Los destinatarios siguen siendo los jóvenes de todas las edades, porque, mucho más que los que son jóvenes sólo en edad (que también se cansan y fatigan, desfallecen y caen), «los que esperan en el Señor renuevan su fuerza, echan alas como las águilas, corren y no se fatigan, caminan y no se cansan» (Is 40, 31). 

      En el primer volumen, la expresión el gran ‘sí’ de Dios se inspiraba en un pasaje de sabor paulino, muy querido por Benedicto XVI: San Pablo escribe en la segunda carta a los corintios que Jesucristo fue el de Dios a las promesas de la salvación (Cf. 2 Co 1, 19-20). 

      Entre otros lugares de su pontificado donde pueden encontrarse referencias a este tema, el Papa decía en Verona (19-X-2006) que a través del testimonio multiforme de los cristianos «debe brotar sobre todo el gran ‘sí’ que en Jesucristo Dios dijo al hombre y a su vida, al amor humano, a nuestra libertad y a nuestra inteligencia; y, por tanto, cómo la fe en el Dios que tiene rostro humano trae la alegría al mundo. En efecto, el cristianismo está abierto a todo lo que hay de justo, verdadero y puro en las culturas y en las civilizaciones; a lo que alegra, consuela y fortalece nuestra existencia»

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¿Por qué abrir las puertas a Dios y a los demás?
      Abrir las puertas a Dios y a los demás es, en cambio, el título del presente libro. No se encuentra así, dicho en nuestro lenguaje de hoy, en la Escritura, ni literalmente en la predicación de Benedicto XVI. Pero obviamente es tema que se anuncia ya desde al comienzo de su pontificado: 

      «Quien deja entrar a Cristo no pierde nada, nada —absolutamente nada— de lo que hace la vida libre, bella y grande. ¡No! Sólo con esta amistad se abren las puertas de la vida. Sólo con esta amistad se abren realmente las grandes potencialidades de la condición humana... Queridos jóvenes: ¡No tengáis miedo de Cristo! Él no quita nada, y lo da todo. Quien se da a él, recibe el ciento por uno. Sí, abrid, abrid de par en par las puertas a Cristo, y encontraréis la verdadera vida» (Homilía en el comienzo del ministerio petrino, 24-IV-2005).

      Abrirse a Dios y abrir también las puertas a los demás es un modo de hablar del amor a Dios y al prójimo, sustancia del mensaje bíblico y centro del cristianismo. «El amor a Dios y al prójimo están realmente unidos: el Dios encarnado nos atrae a todos hacia sí». Ahora bien, «el amor al prójimo no se reduce a una actitud genérica y abstracta, poco exigente en sí misma, sino que requiere mi compromiso práctico aquí y ahora» (encíclica Deus caritas est, 25-XII-2005, nn. 14 y 15). 

      Como tema principal de una sinfonía, el amor a Dios y a los demás resuena continuamente en las enseñanzas del Papa.
      Abrir las puertas a Dios y, en consecuencia, a los demás, para un cristiano implica ayudar a que el mundo se abra a Dios. En su segunda encíclica, Spe salvi (30-XI-2007), sobre la esperanza cristiana, el Papa explica que el Reino de Dios no lo podemos construir con nuestras fuerzas: es un don suyo. De todas formas, nuestro obrar, nuestra acción o nuestro trabajo, no es indiferente a Dios. Y es entonces donde escribe: «Podemos abrirnos nosotros mismos y abrir el mundo para que entre Dios: la verdad, el amor y el bien. Es lo que han hecho los santos que, como ‘colaboradores de Dios’, han contribuido a la salvación del mundo» (n. 35). 

      Baste citar otro de los documentos más importantes firmados por Benedicto XVI, la Exhortación apostólica Verbum Domini (30-IX-2010): «No hay prioridad más grande que esta: abrir de nuevo al hombre de hoy el acceso a Dios, al Dios que habla y nos comunica su amor para que tengamos vida abundante» (n. 2). «Toda auténtica cultura, si quiere ser realmente para el hombre, ha de estar abierta a la transcendencia, en último término, a Dios» (n. 104).
      En definitiva, todo consiste en abrirse, primero, uno mismo a Dios, especialmente si todavía se está lejos de Él. Luego es necesario abrirse siempre de nuevo y cada vez más, porque la vida cristiana no es otra cosa. Y hacerlo sabiendo que Él va por delante con su iniciativa, atrayendo a todas las personas y todas las cosas hacia su amor. Como fruto del abrirse cada uno a Dios, desde dentro de esa apertura se ensancha siempre el corazón hacia los demás, para llenarse con ellos del amor de Dios. Se trata de colaborar —porque es Dios el que sigue haciéndolo— para que también el mundo se abra a su verdadera Vida, y así, viva en su realidad más fecunda. 

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Desde la JMJ de Madrid-2011
      El prólogo del primer libro aludía al lema propuesto por el Papa a los jóvenes para la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) que tendría lugar en Madrid en 2011: “Arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe” (Col 2, 7). 

      En esta ocasión el prólogo se comienza a escribir el día después de la clausura de la JMJ de 2011. Unos acontecimientos —encuentros y cantos, silencios impresionantes de adoración, e incluso la tormenta que acabó subrayando la serenidad de los congregados en Cuatro Vientos— que debemos conservarlos como María, en la memoria del corazón

      (...) Fiel al lema propuesto, Benedicto XVI les habló de echar raíces en la amistad con Cristo y entre ellos; de edificar su vida sobre roca, abriéndose a la universalidad de la Iglesia; de desplegar sus alas para experimentar la libertad, ejerciendo la responsabilidad en la preocupación por las necesidades materiales y espirituales de los otros. 

      «Una estupenda manifestación de fe para España y para el mundo». Así calificó el encuentro de Madrid el Papa, haciendo su propio balance el miércoles siguiente. «Para la multitud de jóvenes provenientes de todos los ángulos de la tierra, ha sido una ocasión especial para reflexionar, dialogar, intercambiarse experiencias positivas y, sobre todo, rezar juntos y renovar el compromiso de radicar la propia vida en Cristo, Amigo fiel». Por eso, concluía, «estoy seguro de que han vuelto con el propósito firme de ser levadura en la masa, llevando la esperanza que nace de la fe» (Audiencia general, 24-VIII-2011). 

      En efecto, el día después de la JMJ-Madrid-2011 se abría una etapa nueva que va, desde el corazón de cada uno y de la Iglesia, hacia Dios y hacia los demás.

Ramiro Pellitero. Universidad de Navarra
Del prólogo del libro "Abrir las puertas a Dios y a los demás. Al hilo de un pontificado (2)", ed. Eunsa, Pamplona 2012
iglesiaynuevaevangelizacion.blogspot.com 

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