Ha saltado a la actualidad política el proyecto del PSOE de
impulsar en todos los ayuntamientos españoles el cobro del Impuesto de Bienes
Inmuebles (IBI) sobre las propiedades no dedicadas al culto y de las que la
Iglesia y las demás confesiones religiosas puedan ser titulares en cada
localidad. Óscar López, Secretario de Organización del PSOE –ahora me entero-,
en su intervención en el reciente congreso de los socialistas leoneses
intercaló en su argumentación la especie de que también la Iglesia tiene que
hacer un esfuerzo en estos tiempos de crisis.
Por lo visto, a esta lumbrera política no le parece
suficiente que la Iglesia se ocupe en España de más de 200 centros
hospitalarios, ambulatorios y dispensarios; de 876 casas para ancianos,
enfermos crónicos, inválidos y minusválidos; de unos 900 orfanatos y centros
para la tutela de la infancia, además de 300 guarderías, 365 centros especiales
de educación especial o de reeducación social, 144 centros de caridad y
sociales o 300 consultorios para defensa de la vida y de la familia. En fin, en
esta crisis la Iglesia debería hacer el esfuerzo de pagar el IBI para ayudar a
paliar las estrechuras que padecemos, para que se note que por fin se ha
enterado de lo mal que lo está pasando la gente y que hace algo por los
marginados…
Pero, ironías aparte, merece la pena apuntar un par de
consideraciones. La primera de ellas es que la Iglesia no goza de ningún
paraíso fiscal. Se le trata como a cualquier entidad sin ánimo de lucro. Merced
a la ley de mecenazgo, se le aplican las mismas exenciones y en los mismos términos
que a miles de fundaciones e instituciones no lucrativas del territorio patrio,
que abarcan desde entidades con finalidades asistenciales hasta otras de tipo
deportivo, lúdico, artístico, político, sindical, etcétera.
Un ejemplo ilustrativo, por otra parte, de lo que representa
la exención del IBI a la Iglesia es que en la Comunidad de Madrid los bienes
eclesiásticos exentos de este impuesto representan el 5% del total de los
exentos de IBI. Como ha manifestado Fernando Giménez Barriocanal, Vicesecretario
de Asuntos Económicos de la Conferencia Episcopal, el único privilegio fiscal
del que goza en este momento la Iglesia es el relativo al Impuesto sobre
Construcciones, Instalaciones y Obras (ICIO), cuya tramitación parlamentaria
extenderá su exención al resto de entidades no lucrativas exentas de IBI. En
fin, poner trabas a la mayor red de solidaridad que existe en España no se le
ocurre ni al que asó la manteca.
La segunda consideración que deseo apuntar es que la
exención de algunos impuestos a la Iglesia obedece a una lógica puramente civil
y secular y no a una razón “religiosa”. Por una parte y como se desprende de
los párrafos anteriores, las exenciones de que goza la Iglesia son equiparables
a las de miles de entidades civiles. Pero, además, es que la cuestión debe
tratarse precisamente de este modo, es decir, como un asunto civil, porque lo
que está en juego es el reconocimiento efectivo del ejercicio de un derecho
fundamental, cual es el de libertad religiosa, a millones de ciudadanos
españoles. Y es que la libertad religiosa no se reduce al culto –como parece
entender el PSOE- sino que incluye la libertad para educar a los hijos conforme
a la propia fe, recibir ayuda espiritual, o realizar obras asistenciales
movidos por las propias creencias.
Lo que pretendo señalar es que, aunque hablemos de la
Iglesia o de cualquier otra confesión religiosa con personalidad jurídica
propia, a quienes afectan las medidas que adopta la administración pública en
relación con las confesiones religiosas es a los ciudadanos concretos y al
efectivo despliegue de su libertad religiosa en todas sus dimensiones. Conviene
tener presente que, aunque la administración pública tenga como interlocutora
en su caso a la jerarquía católica y aunque la titularidad, por ejemplo de unos
inmuebles, sea de un ente llamado “Iglesia católica”, lo que en cada momento
está en juego no es otra cosa que el efectivo ejercicio de un derecho
fundamental –el de libertad religiosa- por parte de los ciudadanos.
Así, pues, y a pesar de las apariencias e incluso de la
formalidad jurídica que reviste, en la
cuestión del IBI y en otras de ese tipo que se puedan plantear, el fondo del
asunto es más la relación de la administración con los ciudadanos (y su efectivo
despliegue de la libertad religiosa) que la del Estado con la Iglesia. No nos
encontramos propiamente ante un conflicto entre dos poderes –el civil y el
religioso-, sino, como se ha dicho más arriba, ante el debido tratamiento por
parte de la administración de la
libertad religiosa de los ciudadanos, que, como ya he señalado, va mucho más
allá del culto y posee manifestaciones prácticas muy variadas.
Entiéndase bien lo que digo: no es que la exención del IBI a
los inmuebles eclesiásticos sea una consecuencia inmediata de la libertad
religiosa. Lo que sostengo es que atentaría contra la libertad religiosa de los
católicos no eximir del IBI a la Iglesia “debido” a su naturaleza religiosa.
Sería, en efecto, una discriminación por razón de religión privar a la Iglesia
–y a los católicos en ella representados- de los beneficios fiscales que se
conceden a las entidades no lucrativas.
Habrá personas a las que les cueste comprender que ocuparse,
por ejemplo, de un comedor de caridad, de la atención de ancianos o del cuidado
de huérfanos tenga que ver con la libertad religiosa, pero es exactamente así
en el grado en que esas obras asistenciales tienen como inspiración original
las creencias religiosas de sus promotores. Hay también personas a las que les
gustaría que el Estado tuviera el monopolio de la actividad asistencial y
educativa y otras a las que les molesta que los católicos desplieguen una
intensísima labor social o simplemente que existan, pero ese es otro problema;
en concreto, un problema de quienes así piensan.
Francisco de Borja Santamaría
Arvo.net
Que la Fundación del Barça y la de La Caixa paguen el IBI también
ResponderEliminarComo la ciudadanía de este país ve claro se trata de una campaña puramente política. Sólo reclaman el IBI a la Iglesia Católica sin plantearlo a las demás instituciones que disfrutan de esa exención. Por supuesto el PSOE se niega en redondo a prescindir de ninguna de las muchas subvenciones que recibe.
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