"La familia, el trabajo y la fiesta" era el tema del VII Encuentro mundial de las familias. En su homilía en el parque de Bresso, Milán (3-VI-2012), Benedicto XVI ha explicado la relación de esos tres elementos en el marco cristiano.
En primer lugar la Iglesia como familia. A ella nos incorporamos por
el bautismo. "En aquel momento se nos dio un germen de vida nueva,
divina, que hay que desarrollar hasta su cumplimiento definitivo en la
gloria celestial". Concretamente "hemos sido hechos miembros de la
Iglesia, la familia de Dios", sagrario de la Trinidad, en palabras de
San Ambrosio, o como dice el Concilio Vaticano II, pueblo "unido por la
unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo" (Lumen gentium, 4).
Por medio de la Iglesia, continúa el Papa, somos así llamados a vivir
la comunión con Dios y entre nosotros según el modelo de la Trinidad.
"Estamos llamados a acoger y transmitir de modo concorde las verdades de
la fe; a vivir el amor recíproco y hacia todos, compartiendo gozos y
sufrimientos, aprendiendo a pedir y conceder el perdón, valorando los
diferentes carismas bajo la guía de los pastores". Se nos confía "la
tarea de edificar comunidades eclesiales que sean cada vez más una
familia, capaces de reflejar la belleza de la Trinidad y de evangelizar
no sólo con la palabra. Más bien diría por 'irradiación', con la fuerza
del amor vivido". Todo esto tiene, en efecto, una importancia difícil de
exagerar.
En segundo lugar, la familia. "La familia, fundada sobre el
matrimonio entre el hombre y la mujer, está también llamada, al igual
que la Iglesia, a ser imagen del Dios Único en Tres Personas". Hombre y
mujer han sido creados para ser imagen de Dios no sólo cada uno sino en
su colaboración y donación recíproca (cf. Gn 1, 27-28). "Dios creó el
ser humano hombre y mujer, con la misma dignidad, pero también con
características propias y complementarias, para que los dos fueran un
don el uno para el otro, se valoraran recíprocamente y realizaran una
comunidad de amor y de vida".
Esto tiene un valor especial en el caso de los esposos, con una
triple fecundidad de su amor: "Viviendo el matrimonio no os dais
cualquier cosa o actividad, sino la vida entera. Y vuestro amor es
fecundo, en primer lugar, para vosotros mismos, porque deseáis y
realizáis el bien el uno al otro, experimentando la alegría del recibir y
del dar".
En un segundo momento, "es fecundo también en la procreación,
generosa y responsable, de los hijos, en el cuidado esmerado de ellos y
en la educación metódica y sabia. Y también "es fecundo, en fin, para la
sociedad, porque la vida familiar es la primera e insustituible escuela
de virtudes sociales, como el respeto de las personas, la gratuidad, la
confianza, la responsabilidad, la solidaridad, la cooperación".
Con respecto a la educación de los hijos, Benedicto XVI aconseja a
los esposos: "Cuidad a vuestros hijos y, en un mundo dominado por la
técnica, transmitidles, con serenidad y confianza, razones para vivir,
la fuerza de la fe, planteándoles metas altas y sosteniéndolos en la
debilidad". Y dice a los hijos: "Procurad mantener siempre una relación
de afecto profundo y de cuidado diligente hacia vuestros padres, y
también que las relaciones entre hermanos y hermanas sean una
oportunidad para crecer en el amor".
En cuanto al amor entre los esposos, "el proyecto de Dios sobre la
pareja humana encuentra su plenitud en Jesucristo, (...) haciéndoos
signo de su amor por la Iglesia: un amor fiel y total". Esto se puede
lograr manteniendo viva la gracia del sacramento del matrimonio y
renovando con valentía cada día el "sí" al amor recíproco y hacia todos.
De esta manera "también vuestra familia vivirá del amor de Dios, según
el modelo de la Sagrada Familia de Nazaret".
Insiste el Papa: "Queridas familias, pedid con frecuencia en la
oración la ayuda de la Virgen María y de san José, para que os enseñen a
acoger el amor de Dios como ellos lo acogieron. Vuestra vocación no es fácil de vivir,
especialmente hoy, pero el amor es una realidad maravillosa, es la única
fuerza que puede verdaderamente transformar el cosmos, el mundo".
Es así, muestra Benedicto XVI, como cada familia puede convertirse en
un "Evangelio vivo", en una "Iglesia doméstica" (cf. Exh. Familiaris
consortio, 49), con toda la belleza propia del proyecto familiar
cristiano.
Y no se trata de un ideal irrealizable: "Ante vosotros está el
testimonio de tantas familias, que señalan los caminos para crecer en el
amor: mantener una relación constante con Dios y participar en la vida
eclesial, cultivar el diálogo, respetar el punto de vista del otro,
estar dispuestos a servir, tener paciencia con los defectos de los
demás, saber perdonar y pedir perdón, superar con inteligencia y
humildad los posibles conflictos, acordar las orientaciones educativas,
estar abiertos a las demás familias, atentos con los pobres,
responsables en la sociedad civil".
Tercero, la familia en relación con el trabajo, en nuestro ambiente
utilitarista e individualista. "Vemos que, en las modernas teorías
económicas, prevalece con frecuencia una concepción utilitarista del
trabajo, la producción y el mercado. El proyecto de Dios y la
experiencia misma muestran, sin embargo, que no es la lógica unilateral
del provecho propio y del máximo beneficio lo que contribuye a un
desarrollo armónico, al bien de la familia y a edificar una sociedad
justa, ya que supone una competencia exasperada, fuertes desigualdades,
degradación del medio ambiente, carrera consumista, pobreza en las
familias". "Es más –añade el Papa–, la mentalidad utilitarista tiende a
extenderse también a las relaciones interpersonales y familiares,
reduciéndolas a simples convergencias precarias de intereses
individuales y minando la solidez del tejido social".
Cuarto y último elemento de esta relación: el descanso y la fiesta. A
partir del Génesis (cf. Gn 2, 2-3), donde Dios mostró que el trabajo
debía tener un descanso periódico, que se estableció semanal, "para
nosotros, los cristianos el día de fiesta es el domingo, día del Señor,
pascua semanal".
También es el "día de la Iglesia, asamblea convocada por el Señor
alrededor de la mesa de la palabra y del sacrificio eucarístico, (...)
para alimentarnos de él, entrar en su amor y vivir de su amor".
Asimismo "es el día del hombre y de sus valores: convivialidad,
amistad, solidaridad, cultura, contacto con la naturaleza, juego,
deporte". Y "es el día de la familia, en el que se vive juntos el
sentido de la fiesta, del encuentro, del compartir, también en la
participación de la santa Misa".
Por eso, pide el Papa: "Queridas familias, a pesar del ritmo
frenético de nuestra época, no perdáis el sentido del día del Señor. Es
como el oasis en el que detenerse para saborear la alegría del encuentro
y calmar nuestra sed de Dios".
Y concluye: "Familia, trabajo, fiesta: tres dones de Dios, tres
dimensiones de nuestra existencia que han de encontrar un equilibrio
armónico. Armonizar el tiempo del trabajo y las exigencias de la
familia, la profesión y la paternidad y la maternidad, el trabajo y la
fiesta, es importante para construir una sociedad de rostro humano".
Un programa para meditar y sobre todo para vivir.
Ramiro Pellitero, Universidad de Navarra
Religión Confidencial
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