El legendario Bill Shankly solía decir a los hooligans del Liverpool
que si no podían animar al equipo cuando perdía o empataba, por favor, que no
lo apoyasen cuando ganaba. Es en los momentos de crisis, en efecto, cuando se
pone a prueba el verdadero compromiso de las personas con los proyectos a los
que sirven. Y en una España que está pasando las de Caín, el catálogo de
valores que ha exhibido durante varias semanas de competición nuestros
campeones es de imprescindible aplicación no sólo para ganar en el campo sino
para encarar los formidables desafíos sociales y económicos que este país tiene
por delante.
1 Confianza: desde el minuto 0 no sólo han demostrado una esperanza
firme en que las cosas iban a funcionar
tal y como la afición esperaba sino que han obrado con extraordinaria
decisión y valor para que así fuera; sin prisa pero sin pausa, hasta la final.
2 Coraje: durante todo el campeonato han probado tener una fuerza de
voluntad para alcanzar el objetivo último, fuesen cuales fuesen los impedimentos
y los momentos de grave dificultad que han ido apareciendo en el camino, que no
han sido pocos porque el contrario también juega y sueña con levantar el mismo
trofeo.
3 Sacrificio: el esfuerzo físico y psíquico para revalidar el título
cuatro años después ha sido gigantesco, en una competición que ha llegado al
término de una larguísima y durísima temporada, y que ha exigido dosis
suplementarias de entrega y verdaderos actos de abnegación que no siempre
abundan entre profesionales que ven colmadas sus aspiraciones en sus clubes.
4 Seguridad: la presión sobre quienes se veían obligados a defender el
título ha sido canalizada por el conjunto de la expedición, futbolistas y
equipo técnico, a través de vibraciones positivas; el grupo no ha podido ser
más sólido ni estar más compacto, prácticamente sin tregua y sin reservas.
5 Solidaridad: por encima de las rencillas latentes entre quienes
pertenecen a equipos rivales y hasta enemigos, en el césped y en el vestuario
ha dominado un sentimiento patriótico; ese impulso de unidad detrás de una
bandera no siempre aflora cuando hay metas e intereses comunes, aun siendo
grandes y nobles.
6 Humildad: en el ADN de esta joven selección parece estar inscrita esa
actitud admirable de quien no se pavonea por sus logros, de quien admite
incluso públicamente sus debilidades y sus defectos (por escasos que sean), y
de quien, en última instancia, se mueve sin un fanfarrón orgullo que antes o
después golpea como un boomerang.
7 Equilibrio: es probablemente, junto con el sentido común, la mejor
receta de un Vicente Del Bosque sabedor de que es compatible ser una estrella
global del deporte con mantener la proporción y la mesura cuando toca hacerlo;
y se ha hecho.
8 Excelencia: cada uno de los internacionales ha cultivado hasta el
extremo una verdadera obsesión por desarrollar aptitudes y competencias
inigualables; y cada uno de ellos ha sido enteramente consciente de que no
había mayor obligación que la de perfeccionarse y liderar desde su posición y
de acuerdo a sus funciones.
9 Solvencia: actuando como una orquesta bien afinada, han probado una
inusual capacidad para gestionar y resolver problemas sobrevenidos,
independientemente de su índole; para cada contratiempo se ha perseguido y
hallado una buena salida.
10 Ambición: es la piedra
angular sin la que no se entiende el resto de valores. Y ha sido concebida y
desplegada por una escuadra que no ha entendido de individualidades, que no ha
volcado su trabajo alrededor de una figura sino que, como colectivo, ha
deslumbrado con su irrefrenable deseo de ganar, ganar y ganar.
Volviendo a Shankly, aquel provocador y mítico entrenador lamentaba que
algunos creyesen que el fútbol era sólo una cuestión de vida o muerte, cuando
era algo mucho más importante que eso. Hipérboles balompédicas o ironías
históricas al margen, nuestros campeones le han señalado a España, en este
trance crítico que atraviesa, que no hay mayor fortaleza que la de los valores
para asentar los cimientos sobre los que levantar cualquier proyecto de éxito.
También cuando el éxito que se anhela es el económico, o el social, o el
político.
Alfonso Merlos
(La Razón, 02/07/2012)
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