Un joven negro estaba, hace unos días, poniendo unos papelitos de publicidad debajo de los limpiaparabrisas de los coches aparcados. Al llegar al mío, al verme salir del coche, dudó, pero me dio el papel en la mano con gesto de amabilidad.
Normalmente los tiro en la primera papelera, pero vi lo que ponía y
me lo quedé: "Maestro X, Gran vidente africano. Soluciona cualquier tipo
de problema por difícil que sea". La especificación de posibles asuntos
a solucionar que se describía era de lo más hilarante. Lo primero que
se me ocurrió fue enviárselo a Rajoy, por si le servía.
No vamos a ir al vidente africano –lo increíble es que haya quien le
visite-, pero sí que habrá muchos rezando para que la situación
económica se resuelva cuanto antes. Rezamos porque hay muchos pasándolo
mal. No deja de ser grave la situación en muchas familias y, según está
la prima, de entrada se nos ocurre rezar.
Pero dejando a un lado casos extremos, que no son pocos, creo que no
es honrado pedir ayuda a Dios, por la intercesión de los santos de
nuestra devoción, para que nos solucione una situación en la que nos
hemos metido entre todos. Los políticos cometieron la imprudencia de
gastar indebidamente para ganarse a los votantes. Los bancos nos han
metido en una trampa ofreciendo créditos
desproporcionados para
enriquecerse con los intereses. Pero si el ciudadano de a pie no hubiera
entrado al trapo no se habría endeudado con esos préstamos exagerados.
Responsables somos todos. Durante años hemos gastado mucho más de lo
que podíamos. La templanza, la sobriedad, han brillado por su ausencia
durante mucho tiempo. Ahora muchos se quejan de la mala situación en la
que están, por no decir que nos quejamos todos. Pero hace muy poco
estábamos subidos a la parra, aquejados seriamente por la enfermedad del
consumismo. ¿Quién no ha comprado un coche carísimo únicamente porque
se puso de moda comprar un todo terreno, o porque había que comprar un
monovolumen para ser alguien? Es muy caro el coche y es carísimo el
mantenimiento, y el motivo del gasto era, con mucha frecuencia el
capricho o la imagen.
¿Quién no se ha comprado un ipad, una tablet de última generación,
sin saber muy bien para qué iba a servir, y motivado por el afán de
esnobismo? ¿Cuánta gente hay que se hace un crucero por el Mediterráneo
porque lo hace su vecino y pidiendo para ello un crédito al banco? Me lo
decía ya hace unos años, cuando se empezaba a ver el problema, un
taxista –ya se sabe que los taxistas tienen una especial sabiduría
popular - que antiguamente, nuestros padres, ahorraban para hacer un
gasto. Ahora gastamos lo que no tenemos. Y así nos van las cosas.
La solución es un gran reajuste moral, aparte de los económicos, que
nos ayude a valorar la importancia de la templanza, auxiliada por la
prudencia. El hedonismo no ha sido nunca una buena solución para la
vida, y aunque da la impresión de que es lo que nos trae la felicidad,
en realidad solo nos lleva al egoísmo. La crisis nos tiene que servir a
todos, porque todos –o casi todos, si alguno se siente injustamente
acusado- somos culpables de unos gastos desmedidos.
Ángel Cabrero
Religión Confidencial
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