Las palabras de Viktor Frankl son las de un superviviente de Auschwitz, que además en los campos de exterminio nazis perdió a su mujer, a sus padres y a un hermano
Hay un libro que he aconsejado a muchas personas y que para mí ha sido una lectura capital. Como se ha vendido por millones de ejemplares, supongo que mi experiencia no es insólita. Me refiero a El hombre en busca de sentido, de Viktor Frankl (1905-1997), el padre de la logoterapia. Es una fuente de citas habitual en las elecciones presidenciales americanas. Sin embargo, es un libro serio. Ha sido publicado y mil veces reeditado por Herder.
Me acordé de él el otro día. Un amigo me había invitado a la presentación de un libro. Hablaba, entre otras personas, un hombre mayor, experto precisamente en psicoterapia: sin duda buena persona, pero quizá un tanto obsequioso con su propio ego. Del libro habló tres o cuatro minutos; el resto, más de una hora, lo dedicó a hablar de sí mismo. El moderador, un periodista, intentó vanamente quitarle la palabra en varias ocasiones. Era patético. Un suspiro de alivio se levantó del público, con los aplausos, cuando la intervención de aquel genio de la psiquiatría —no daré su nombre, llamémosle por ejemplo Genius— finalmente terminó.
Mi amigo, su novia, que también se había apuntado, y yo salimos de allí rápidamente, pues era tarde. Pocos debieron de quedarse al refresco.
Al día siguiente, mi amigo, que a la salida del acto me había pedido disculpas por la invitación, me mandó un sms: «Mi novia me ha dicho que después de lo de anoche no quiere volver a verme. ¿Qué hago? ¿Le pido consejo a ‘Genius’?».
Buena cosa, la autoironía. En Genius, por cierto, la eché en falta.
Es una de las ideas fundamentales de El hombre en busca de sentido: la neurosis solo se vence cuando uno es capaz de reírse de sí mismo; o, lo que es lo mismo, de trascenderse a sí mismo y, de ese modo, buscar el sentido de la vida fuera del circuito cerrado de la propia existencia. Curación por el sentido: eso significa la palabra logoterapia.
De ahí derivan muchas consecuencias de orden teórico y práctico: por ejemplo, la famosa propuesta de Frankl a los americanos de que, además de la estatua de la Libertad que hay en Nueva York, erijan en la costa del Pacífico un monumento a la Responsabilidad, pues la trascendencia necesita de ambos principios, no solo del primero; o su oposición categórica al determinismo, que bloquea el círculo virtuoso en el que se mueven la libertad, la responsabilidad, la trascendencia y la ironía.
Con todo, lo que a mí más me impresiona del discurso de Frankl sobre la búsqueda de sentido es su afirmación de la posibilidad de encontrar sentido al sufrimiento. Hay que saber que sus palabras son las de un superviviente de Auschwitz, que además en los campos de exterminio nazis perdió a su mujer, a sus padres y a un hermano.
Alfredo Méndiz
(*) Publicado originariamente en BuenosLibrosNosDeDios.blogspot.com / Almudí
No hay comentarios:
Publicar un comentario