Unamuno |
“No soy católico, pero no estoy dispuesto a dejarme imponer los
mascarones de proa de un arcaico anticlericalismo”.
Así hablaba el filósofo agnóstico José Ortega y Gasset en un discurso
pronunciado el 6 de diciembre de 1931 en el Cine de la Ópera de Madrid. El
intelectual, pese a declararse no católico, criticó ese día el anticlericalismo
que impregnaba el ambiente de la Segunda República.
Contra el laicismo radical
Quema de iglesias, saqueo de propiedades eclesiásticas, legislación
antirreligiosa...este proceder (que se recrudecería en poco tiempo) hizo que el
filósofo, una personalidad destacada del mundo republicano español, considerara
desvirtuada la esencia de la república hasta el punto de exclamar: “¡no es
esto, no es esto! La República es una cosa. El radicalismo es otra. Si no, al
tiempo”.
Ortega y Gasset |
Ortega era partidario del estado laico pero no de los métodos violentos
contra la Iglesia. Además, para el pensador, la República se había decantado
por un camino que no integraba a todas las fuerzas políticas al servicio de la
voluntad popular sino que se había convertido en un instrumento para beneficio
de unos pocos. En un artículo de la revista Crisol Ortega aseguró que los
republicanos habían falseado la República porque ésta había perdido la originalidad
pacífica con la que había llegado.
Laicismo fetichista
Antes, a raíz de los incendios de iglesias y conventos, publicó el 14
de mayo de 1931, en el diario El Sol, una nota como parlamentario en la que
denunciaba tales hechos y los calificaba de "fetichismo primitivo y
criminal". Por primera vez desde la proclamación de la República, el
filósofo criticaba el radicalismo de los políticos republicanos, algo que hizo
con cada vez más frecuencia, según explica el historiador Vicente Cárcel Ortí, experto
en la España de los años 30, en un artículo de la revista Ecclesia (19 de mayo
de 2012).
Unamuno, con los jesuitas
El filósofo Miguel de Unamuno, agnóstico con profundas inquietudes
espirituales, recriminó duramente al gobierno sus medidas contra los jesuitas y
la quema de iglesias y conventos en mayo de 1931. En su discurso del 28 de
noviembre del 31 en el Ateneo de Madrid el filósofo declaró: “Ahora dicen los
políticos que se está haciendo la revolución; pero se hace con actos
verdaderamente temerarios, como fue la quema de los conventos y la disolución
de la Compañía de Jesús y confiscación de sus bienes por el subterfugio del
cuarto voto”. El cuarto voto era la obediencia especial de la Compañía de Jesús
a la Santa Sede.
Impresionado por este discurso de Unamuno, el nuncio Federico
Tedeschini remitió el discurso al cardenal Pacelli. En él Unamuno continuaba:
"sí, quiero que lo crean; lo de los jesuitas ha sido la iniquidad más
grande, el atropello más brutal que se ha podido cometer". Tedeschini
informó a Pacelli que esas declaraciones, tan insólitas en la República
española, animaron a otros a pronunciarse.
El mismo Tedeschini también elevó su queja al presidente del Gobierno
Manuel Azaña en 1932 cuando se consumó la incautación de los bienes jesuítas y
la disolución de la orden en España.
Lo que quedó con los años
Según el obispo que lo atendió en sus últimos momentos, monseñor
Pierre-Marie Théas, el mismo Azaña que hizo oídos sordos ante la quema de
conventos moriría buscando a Dios y solicitando asistencia espiritual.
De los radicales anticlericales de los años 30, apenas queda ningún
legado, excepto el recuerdo de iglesias ardiendo. En cambio, los dos filósofos
agnósticos, respetuosos con la fe y la Iglesia, son considerados hoy por muchos
como los pensadores más influyentes de la España del siglo XX.
RELIGIÓN EN LIBERTAD
No hay comentarios:
Publicar un comentario