Hemos perdido el guión, porque el nuestro es un aborto sin razones, sólo algunas sentimentales
Los
lectores recordarán aquellas películas de buenos y malos, en las que
rápidamente se sabía quiénes eran unos y otros, lo que permitía al
espectador posicionarse enseguida. Además, siempre ganaban los buenos.
No es que el aborto sea una película de buenos y malos, porque no se
puede juzgar a las personas sin conocerlas y —por el motivo que sea— sin
asumir algún deber que lleve al ejercicio de esa tarea. No juzgo a
nadie, ni deseo la cárcel para nadie, pero el aborto, en sí mismo, es
malo. Incluso hemos perdido el guión de esta película.
Cuando
se tramitaba la primera ley del aborto, prácticamente todos coincidían
en la afirmación de que el aborto es un drama, pero que había que dar un
cauce a determinados supuestos. El aborto continuó siendo un crimen
despenalizado pero realmente libre, sobre todo por el supuesto de
enfermedad sicológica de la madre, causa de casi todos los abortos. Hubo
médicos o clínicas que ni siquiera solicitaban el mínimo de
documentación, asunto denunciado, no sé con qué conclusión.
Luego
vino la segunda ley, más ideológica que práctica, porque es posible que
no haya aumentado el número de abortos, pero éste ha pasado de ser un
crimen despenalizado, a constituir un derecho de la mujer. A esto se
unió la facultad de ejercitar tal derecho a las menores de edad sin
consentimiento de sus padres. Una ley machista —el hombre queda eximido
de toda carga— e innecesaria, además de incumplir de la promesa
electoral de que no iría en esa legislatura.
Dije
que también hemos perdido el guión, porque el nuestro es un aborto sin
razones, sólo algunas sentimentales. Y ahora con opiniones sobre si es
precisa una ecografía —todas las pruebas médicas deben ser conocidas por
el paciente o familia—, o si es válido un Magistrado del Constitucional
para dictaminar si la supresión de los fetos con la ley actual se
ajusta o no a nuestra Constitución. Pero no entramos al tema.
El
guión perdido es muy sencillo: ¿puede ser un derecho matar al ser más
inocente en el que debía ser su lugar más seguro? ¿Alguien se ha
molestado en hacer y publicar una encuesta sobre el estado de las madres
que abortaron? Problemas psicológicos —depresiones, traumas, sentido de
culpabilidad, etc.—, sentirse engañadas, haber considerado el aborto
como un sistema anticonceptivo más, etc. La progresía parece amar
siempre la ciencia experimental frente a la razón —o hay necesidad de
oponerlas—, pero aquí no hay razones y la genética cada vez muestra más
claramente la existencia de un ser vivo desde el momento de la
fecundación, un ser que sólo puede ser humano, no una planta o un
cangrejo. Éste es el guión.
Pablo Cabellos Llorente
Levante-Emv / Almudí
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