Nunca había habido tantos cristianos  perseguidos: el siglo XXI entre «leones y nuevas catacumbas». Hoy, el  último informe del Pew Forum lanza la alarma sobre la libertad  religiosa. Aumentan los cristianos, pero como este aumento se da en las  zonas más “candentes” del planeta, aumenta también en número de los  fieles a Jesús que sufren violencia. «La fe más seguida en el mundo está acumulando perseguidores –comenta el semanal británico “The Economist”. Incluso los no-cristianos deberían preocuparse por ello. El  cristianismo está creciendo casi al mismo ritmo que la humanidad misma:  pero sus 2 mil doscientos millones de fieles no pueden contar con la  seguridad de los números». Esto se debe, en parte, al hecho de que el  centro de la religión más difundida del mundo se está desplazando hacia  los puntos más críticos (en muchos sentidos) del planeta. 
    La parte cristiana de la población del África  sub-sahariana creció, con respecto al siglo pasado, del 9% al 63%. Al  mismo tiempo, el comité de expertos afirma que la proporción de los  cristianos entre los europeos y los americanos ha disminuido,  respectivamente, del 95% al 76% y del 96% al 86%.  «Pero, si nos  desplazamos del cansado norte al dinámico sur, no se prevé un futuro  fácil», subraya “The Economist”. En Nigeria, decenas de cristianos han  perdido la vida en atentados de islamistas, que llevaron a cabo sus  masacres durante las oraciones de la Navidad.
    En Irán y Paquistán, los cristianos están en el  “brazo de la muerte” por «apostasía» (el abandono del islam) o por  blasfemia. Docenas de Iglesias en Indonesia han sufrido ataques o han  tenido que cerrar. Dos tercios de la población cristiana prebélica de  Irak han huido del país. En Egipto y Siria, en donde los déspotas  seculares ofrecían al cristianismo un escudo ante sacudidas políticas y  de diversa índole, el celo de los musulmanes amenaza a los antiguos  grupos cristianos. 
    Sin embargo, no todos los problemas del  cristianismo se deben a los musulmanes. La fe afronta persecusiones en  los grupos formalmente comunistas de China y Vietnam. En India, los  nacionalistas Hindúes persiguen a quienes quieren convertirse al  cristianismo. En la Tierra Santa, las Iglesias locales viven entre la  invasión de sus propiedades por parte de Israel y las ofertas de los  islamistas para monopolizar la vida de Palestina. Los seguidores de  Jesús todavía pueden convertirse en una minoría en su tierra natal. En  relación con las guerras religiosas que hace tiempo destruían a la  Cristiandad, las batallas modernas, como las que se combaten dentro del  Islam, han derramado poca sangre. Pero cuenta mucho la brutalidad.
    Aunque las potencias occidentales ya no  consideran como prioridad geopolítica la promoción de los intereses del  cristianismo, es difícil imaginar a los evangélicos estadounidenses  ignorando un cambio de enormes dimensiones en las iglesias domésticas de China. Y, sean cuales fueren sus confesiones, los electores  occidentales tienen motivos para preocuparse por el destino de los  cristianos. Los regímenes y las sociedades que persiguen a los  cristianos tienden, en los hechos, a oprimir también a las demás  minorías. Los musulmanes sunitas, que demonizan a los cristianos,  detestan a los chiítas. 
 Una vez involucrada la religión, cualquier  conflicto se vuelve más difícil de resolver. «No es una cruzada –indica  “The Economist”. Entre los valores liberales, tiene un lugar primordial  la libertad por profesar una religión cualquiera o ninguna. El gobierno  de los Estados Unidos de América se basa en la ley que promueve esta  libertad. En línea con sus ideales, los Estados Unidos se preocupan  justamente por la persecución de los musulmanes de todas las franjas,  así como por los tormentos de los cristianos en China, de los judíos y  de los Bahai en Irán. Desaprueba cuando los países cristianos, como  Bielorrusia, practican la persecución».  
    Los demás países europeos, incluso los más  laicos, tendrían que hacer algo al respecto para defender este derecho.  Por ello, «¿qué decir de los que consideran la persecución de exponentes de otras religiones como parte de su llamado? Ninguna fe está libre de  culpa: desde Delhi hasta Jerusalén, muchos de los que suscitan el odio  son hombres de Dios. Pero hay un problema particular con respecto al Islam. La ley islámica (aunque el Corán no) a menudo condena a muerte a los que  han abandonado la fe. Hay signos de cambios. La  Organización para la  Cooperación Islámica, con sus 57 miembros, con el beneplácito de Estados Unidos, ha mitigado su intención de declarar legal la blasfemia en  algunas resoluciones de la ONU. También ha condenado los ataques de  Nigeria. Pero los líderes musulmanes deber aceptar la voluntad de  cambiar de religión como un derecho legal. Sobre este punto el Occidente no debería retroceder. De otra forma, los creyentes (cristianos o no),  seguirán en peligro», subraya “The Economist”.
    Pero el Pontífice también nos recuerda que se está  llevando a cabo una “limpieza religiosa” que se parece mucho a una  limpieza étnica. Se actúa mendiante una constelación de atentados  terroristas que no logran eliminar las comunidades de un país, pero las  espantan de tal forma que inducen a la mayor parte de los cristianos a  huir». 
    Además, Benedicto XVI ante el cuerpo  diplomático acreditado en la Santa  Sede dijo  que : «en muchos países, los  cristianos son privados de sus derechos fundamentales y marginados de la vida pública; en otros, sufren ataques violentos contra sus  iglesias y  sus casas. A veces son obligados a abandonar los países que han  contribuido a edificar, a causa de continuas tensiones y de políticas  que frecuentemente los relegan a meros espectadores secundarios de la vida  nacional. En otras partes del mundo, se constatan políticas orientadas a marginar el papel de la religión en la vida social, como si fuera causa de intolerancia, en lugar de contribuir de modo apreciable a la  educación en el respeto de la dignidad humana, la justicia y la paz  [...]
     En el continente africano, que he visitado de nuevo en mi  reciente viaje a Benín, es esencial que la colaboración entre las  comunidades cristianas y los gobiernos permita abrir un camino de  justicia, paz y reconciliación, donde los miembros de todas las etnias y religiones sean respetados. Es doloroso constatar que, en distintos  países del continente, este objetivo está todavía muy lejano». 

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