En  el tradicional discurso a los embajadores, Benedicto XVI da un panorama  de los problemas del mundo, y dice: "lo primero de los derechos  humanos"
      VIDEO: El Papa a los embajadores ante el Vaticano: "La libertad religiosa es el primer derecho del hombre"
      «En  no pocos países, los cristianos se encuentran privados de los derechos  fundamentales y son relegados a los márgenes de la vida pública; en  otros, sufren ataques violentos contra sus iglesias y sus casas». Lo dijo el papa Ratzinger durante la recepción del cuerpo diplomático acreditado en la Santa Sede con motivo de los tradicionales saludos de comienzo de año. 
      Benedicto XVI,  como sucede cada año, presentó un panorama del estado del mundo,  recordando los problemas y los signos alentadores. En primer lugar,  saludó al embajador de Malasia, país que se agregó en el curso del 2011,  y dedicó una reflexión al Estado recién nacido de Sudán del Sur,  constituido el pasado julio, expresando su deseo de que cesen «tensiones y enfrentamientos». 
Crisis económica 
      El Papa recordó las consecuencias «graves y preocupantes» de la crisis económica y financiera mundial, que «no  ha afectado solo a las familias y a las empresas de los países más  avanzados económicamente, donde tuvo origen, creando una situación en la  que muchos, sobre todo los jóvenes, se sintieron desorientados y  frustrados en sus aspiraciones a un porvenir sereno», sino que «también repercutió profundamente en la vida de los países en vías de desarrollo». 
      Benedicto XVI invita a no desanimarse y a «volver  a proyectar con determinación nuestro camino, con nuevas formas de  compromiso. La crisis puede y debe ser un estímulo para reflexionar  sobre la existencia humana y sobre la importancia de su dimensión ética,  antes que sobre los mecanismos que gobiernan la vida económica». Es necesario, explicó, «dar  nuevas reglas que aseguren a todos la posibilidad de vivir con dignidad  y de desarrollar las propias capacidades en beneficio de toda la  comunidad». 
Los jóvenes y la primavera árabe 
      Ratzinger habló luego de los «efectos del actual momento de incertidumbre», que afectan particularmente a los jóvenes. «De  su malestar nacieron los fermentos que, en los meses pasados,  invistieron, en algunos casos duramente, a diferentes regiones. Me  refiero, sobre todo, a África del Norte y a Oriente Medio, donde los  jóvenes —que sufren además por la pobreza y la desocupación y temen la  ausencia de un porvenir cierto— lanzaron lo que se ha convertido en un  vasto movimiento de reivindicación de reformas y de participación más  activa en la vida política y social».
      Para Benedicto XVI es aún prematuro intentar hacer un balance, pero es evidente que «el optimismo inicial» ha «cedido  el paso al reconocimiento de las dificultades de este momento de  transición y de cambio, y me parece evidente que el rumbo adecuado para  continuar el camino emprendido es el del reconocimiento de la dignidad  inalienable de cada persona humana y de sus derechos fundamentales». El respeto de la persona, agregó Ratzinger, «debe  estar en el centro de las instituciones y de las leyes, debe conducir  al fin de toda violencia y evitar el riesgo de que la atención debida a  los pedidos de los ciudadanos y la solidaridad social necesaria se  transformen en simples instrumentos para conservar o conquistar el  poder». 
      El Papa también invitó a la comunidad internacional «a  dialogar con los actores de los procesos en acto, respetando a los  pueblos y sabiendo que la construcción de sociedades estables y  reconciliadas, ajenas a toda injusta discriminación, en particular de  orden religioso, constituye un horizonte más vasto y más lejano que el  de los plazos electorales». 
Siria, Tierra Santa e Iraq 
      Benedicto XVI expresó una «gran preocupación» por las poblaciones de los países en los que continúan las tensiones y la violencia, «en  particular, Siria, en donde deseo que terminen lo antes posible los  derramamientos de sangre y se inicie un diálogo fructífero entre los  actores políticos, favorecido por la presencia de observadores  independientes». 
      El Papa citó luego a Tierra Santa, «donde las tensiones entre palestinos e israelitas repercuten en los equilibrios de todo Oriente Medio». Es necesario, afirmó, que «los responsables de estos dos pueblos adopten decisiones valientes y previsoras en favor de la paz». El Pontífice dirigió una palabra de reconocimiento a la iniciativa del Reino de Jordania, que reanudó el diálogo: «deseo  que este prosiga para que se llegue a una paz duradera, que garantice  el derecho de esos dos pueblos a vivir en la seguridad, en Estados  soberanos y dentro de fronteras seguras e internacionalmente  reconocidas». 
      Y, también en este caso, pidió a la comunidad internacional que «estimule  la propia creatividad y las iniciativas de promoción de este proceso de  paz, respetando los derechos de cada una de las partes». El Papa dijo que sigue «con  gran atención los acontecimientos en Iraq, lamentando los atentados que  causaron recientemente la pérdida de numerosas vidas humanas, y aliento  a sus autoridades a que continúen con firmeza en el camino de una plena  reconciliación nacional».
Educación y familia 
      Volviendo sobre el tema de la Jornada Mundial de la Paz, Benedicto XVI ratificó cómo la educación es «un tema crucial para todas las generaciones», reafirmando la necesidad de preservar los «lugares educativos». «Entre estos figura —dijo—, ante  todo, la familia, fundada en el matrimonio de un hombre con una mujer.  Esta no es una simple convención social, sino la célula fundamental de  toda sociedad. Por lo tanto, las políticas que perjudican a la familia  amenazan la dignidad humana y el futuro mismo de la humanidad». El Papa pidió políticas que la valoricen. 
      Y,  hablando de la apertura a la vida, expresó satisfacción por la reciente  sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea, que «prohíbe  patentar los procesos relativos a las células estaminales embrionarias  humanas, así como la resolución de la Asamblea Parlamentaria del Consejo  de Europa, que condena la selección prenatal en función del sexo». Mirando sobre todo al mundo occidental, Ratzinger se dijo convencido de que «se  oponen a la educación de los jóvenes y, como consecuencia, al futuro de  la humanidad, las medidas legislativas que no solo permiten, sino que  en algunos casos incluso favorecen, el aborto, por motivos de  conveniencia o por razones médicas discutibles».
Libertad religiosa y persecuciones 
      Hablando de la educación, Benedicto XVI observó cómo «una obra educativa eficaz postula también el respeto de la libertad religiosa», que «se caracteriza por una dimensión individual, así como por una dimensión colectiva y una dimensión institucional». La libertad religiosa es el «primero de los derechos humanos, porque expresa la realidad más fundamental de la persona». Un derecho que «demasiado a menudo, por diferentes motivos, aún es limitado o humillado». 
      El Papa hizo honor a la memoria del ministro pakistaní Shahbaz Bhatti, «cuya incansable lucha por los derechos de las minorías concluyó con una muerte trágica». Y agregó: «no  se trata, lamentablemente, de un caso aislado. En no pocos países, los  cristianos son privados de los derechos fundamentales y relegados a los  márgenes de la vida pública; en otros, sufren ataques violentos contra  sus iglesias y sus casas. A veces, se ven obligados a abandonar países a  cuya construcción ellos mismos contribuyeron, a causa de las continuas  tensiones y de políticas que, a menudo, los relegan a espectadores  secundarios de la vida nacional». 
      En otras partes del mundo, continuó Ratzinger, «se  ven políticas dirigidas a marginar el rol de la religión en la vida  social, como si esta fuera causa de intolerancia, en lugar de  contribución apreciable a la educación en el respeto de la dignidad  humana, en la justicia y en la paz». Benedicto XVI definió como signos «alentadores» para la libertad religiosa la modificación legislativa «gracias a la cual la personalidad jurídica pública de las minorías religiosas fue reconocida en Georgia», así como la sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos «en favor de la presencia del crucifijo en las aulas de las escuelas italianas». Una sentencia para cuya obtención Italia trabajó mucho. Y, diciendo esto, el Papa dedicó «una reflexión particular» precisamente a Italia, «al finalizar el 150º aniversario de su unificación política». 
Basta de terrorismo 
      El Papa recordó cómo «el terrorismo motivado por la religión» causó también el año pasado numerosas víctimas, «sobre todo en Asia y en África», y reafirmó que los líderes religiosos deben «repetir  con fuerza y firmeza que esta no es la verdadera naturaleza de la  religión. Es, en cambio, su tergiversación, y contribuye a su  destrucción. La religión no puede ser utilizada como pretexto para dejar  de lado las reglas de la justicia y del derecho». 
El África olvidada 
      Benedicto XVI recordó la reciente visita a Benín y el camino de reconciliación entre las diferentes comunidades y etnias. «Es doloroso constatar, agregó, que tal meta, en varios países de ese continente, aún se encuentra lejana». Ratzinger dijo que se refería «en  particular al recrudecimiento de la violencia que interesa a Nigeria,  como han recordado los atentados cometidos contra varias iglesias en la  época de Navidad, a las secuelas de la guerra civil en Costa de Marfil, a  la persistente inestabilidad en la región de los Grandes Lagos y a la  urgencia humanitaria en los países del Cuerno de África». Y pidió «una  vez más a la comunidad internacional que ayude con diligencia a  encontrar una solución a la crisis, que dura desde hace años en Somalia».
Defensa del ambiente 
      Por último, Benedicto XVI volvió sobre uno de los temas recurrentes de su pontificado, subrayando cómo la educación «rectamente encaminada no puede más que favorecer el respeto de lo creado». El Papa citó «las  graves calamidades naturales que, en el 2011, azotaron varias zonas del  sudeste asiático, y los desastres ambientales, como el de la central  nuclear de Fukushima, en Japón». La defensa del ambiente, «la sinergia entre la lucha contra la pobreza y la lucha contra los cambios climáticos constituyen —agregó— ámbitos relevantes para la promoción del desarrollo humano integral». 
      Ratzinger expresó luego su deseo de que «después  de la XVII sesión de la Conferencia de los Estados Partes en la  Convención de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que concluyó  hace poco en Durban, la comunidad internacional se prepare para la  Conferencia de Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sustentable  ("Río+20") como auténtica "familia de las Naciones" y, por esto, con  gran sentido de solidaridad y de responsabilidad hacia las generaciones  presentes y por las futuras».
Andrea Tornielli
vaticaninsider.lastampa.it / Almudí
vaticaninsider.lastampa.it / Almudí

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