Los datos oficiales de la Comunidad de Madrid contrastan con la  percepción que muchos tenemos al caminar por las calles del centro de la  Villa.
Al parecer, el pequeño comercio prospera, en vez de ir cerrando aquí y  allá, y de incrementarse los anuncios de "local disponible". Pero la  Comunidad justifica un nuevo decreto sobre domingos y festivos de  apertura comercial. Durante el año 2012, los establecimientos podrán  abrir al público un total de veintidós domingos y días festivos.
Tiene sentido facilitar las compras en diciembre, por las campañas de  Navidad y Reyes. Pero no parece que el futuro deba incluir una  liberalización total de horarios, como se viene anunciando desde  instancias oficiales.
Se planteó hace un par de años en la Unión Europea, y Bruselas  concluyó que era competencia de cada Estado miembro. Y la línea de dos  "locomotoras" parece ir en contra de la de Madrid. Ya veremos la  decisión de la Organización Internacional del Trabajo, que incluye la  cuestión en su próxima asamblea general de junio en Ginebra.
Leí en La Croix del 5/5/2011 un expresivo reportaje titulado  "Resistencia al trabajo dominical". Recuerda que, a pesar de las  reformas legislativas –no se olvide el centralismo del Hexágono‑, el  avance no ha sido espectacular, excepto en municipios turísticos, de  acuerdo con la autorización global introducida por la ley Mallié de  2009. Se ha producido una auténtica resistencia organizada para limitar  la extensión del trabajo en días festivos. Iglesias y sindicatos se unen  en este punto para evitar que el ciudadano sea reducido a la categoría  de mero consumidor.
Han aparecido las que se conocen como "guerrillas del domingo", que  se declaran en huelga y protestan en los aparcamientos junto a los  centros comerciales. Una de sus razones es: "Ya trabajamos el sábado. El  domingo es el único día en que podemos programar actividades  familiares".
Según las autoridades laborales francesas, en 2009, antes de la ley  Mallié, cerca del 28% de los asalariados trabajaba en domingo, un 12% de  modo habitual. Con la norma se venía –dicen‑ a legalizar la situación  de otros que estaban al margen de la ley.
Un año después de su entrada en vigor, Le Monde publicaba un  reportaje titulado "la ley sobre el trabajo dominical ha reforzado las  desigualdades entre los asalariados". A juicio del sindicato de  orientación cristiana, CFTC, la norma es injusta: no ha operado una  generalización de las excepciones; sí, discriminaciones y promesas no  cumplidas. Las principales víctimas serían las mujeres y los  trabajadores más precarios: si protestan, pierden el empleo, o sufren  acosos. Otros lo aceptan –así, los estudiantes universitarios‑,  simplemente porque ganan más. Pero los sindicatos recuerdan que la  generalización acabará provocando la disminución de los pluses:  trabajarán más por menos, mal que le pese a Sarkozy.
Se comprende que el Senado diera luz verde el pasado diciembre a una  proposición de ley del grupo comunista, para garantizar el derecho al  descanso dominical. No deroga la ley Mallié de 2009, pero pretende  corregir sus excesos. Por ejemplo, prevé que sólo puedan abrir la mañana  de los domingos los establecimientos de alimentación de menos de 500  m². El objetivo central es mantener el carácter excepcional de las  autorizaciones, para no banalizar el trabajo dominical y convertirlo en  regla.
Por su parte, el Tribunal Constitucional alemán, en diciembre de  2009, declaró parcialmente anticonstitucional la legislación sobre  apertura de comercios minoristas en domingo establecida en Berlín. Los  jueces de Karlsruhe consideran que esa apertura –las tiendas pueden  abrir diez domingos al año, entre ellas los cuatro previos a la Navidad‑  viola la protección del domingo como jornada de descanso, que figura en  la Constitución alemana.
En el fondo, la extensión del comercio en domingo, despoja a la sociedad del sentido de la fiesta, fundamentalmente de origen religioso. No parece haberlo pensado mucho Mariano Rajoy, al proponer la "racionalización" de fiestas y puentes.
Mi sugerencia es no trasladar, sino reducir el número total de  fiestas, especialmente las de nuevo cuño: por ejemplo, esos dos días  nacionales como el 12 de octubre y el de la Constitución. Si no me  equivoco, están previstas 14 fiestas al año: 11 generales, algunas  opcionales; una, comunitaria; dos municipales. Bastaría un patrono por  localidad, y se podrían reducir las estatales, evitando el "baile" de  las fiestas sustituibles (salvo Reyes). Desde luego, sobran  "ocurrencias" que contrastan con antiquísimos sentimientos nacionales.
No se trata sólo de proteccionismo comercial, aunque, como escribía  La Vanguardia el 7/11/2011, "está demostrado que en los países en los  que no existen restricciones a la libertad de horarios y a la apertura  en festivos, el pequeño comercio de proximidad desaparece y se imponen  en solitario las cadenas de grandes superficies y franquicias". El  problema es más de fondo:
la faceta humana –sin excluir la religiosa‑ del descanso dominical debe prevalecer sobre consideraciones puramente mercantiles.
SALVADOR BERNAL 
RELIGIÓN CONFIDENCIAL
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