Lo
importante es que van prevaleciendo las propuestas sobre el mero
diagnóstico religioso sobre las raíces de la crisis, especialmente en
los países más desarrollados económicamente
No
quiero utilizar un argumento de autoridad, sino sólo confesar que uso
una idea ajena, procedente de personas tan eximias como san Josemaría Escrivá de Balaguer y el venerable Álvaro del Portillo.
Muchas
veces hablaron y escribieron para animar la iniciativa de los
cristianos que debían transformar el mundo con su lucha por alcanzar la
santidad, es decir, por vivir la plenitud de la vida, siguiendo las
huellas de Jesucristo. Sus libros están llenos de propuestas y enfoques
sugestivos. Escribían y vivían con máxima comprensión hacia toda
persona. Pero subrayaban a veces, con optimismo, aspectos negativos como
éste al que hoy quiere referirme: la tranquilidad de conciencia de
quien se contenta con lamentarse, pero sin hacer nada.
Me
ha venido a la cabeza ese criterio ante la profusión de diagnósticos
sobre la situación de la Iglesia y del mundo que se hacen o repiten
estos días, en el contexto del Sínodo de obispos. Aunque nunca me he
dedicado a la información religiosa, conozco el esquema de esa asamblea,
porque tuve que ocuparme en directo desde Roma para España en 1974. Era
relator doctrinal de aquel sínodo el entonces cardenal Carlos Wojtyla:
conocerle, oírle en varios actos públicos, charlar unos minutos más de
cerca hasta la entrevista periodística es lógicamente mi gran recuerdo
de octubre de 1974, junto con el largo rato que pasamos Pedro Rodríguez y yo con Mons. Escrivá y don Álvaro en la sede central del Opus Dei.
Pero, como diría castizamente alguno de ellos, a la que estamos, tuerta. Desde que Benedicto XVI anunció el nuevo Año de la Fe,
se han desplegado muchas iniciativas. Otras surgen estos días, a raíz
de las intervenciones de los padres sinodales. No es fácil estar al
tanto de todo. Pero lo importante es que van prevaleciendo las
propuestas sobre el mero diagnóstico religioso sobre las raíces de la
crisis, especialmente en los países más desarrollados económicamente.
Lo señalaba con tres adjetivos el cardenal John Tong Hon,
de Hong Kong —uno de los tres Presidentes Delegados del Sínodo— en la
conferencia de prensa del 19 de octubre para dar noticia de los trabajos
sinodales: el camino de la nueva evangelización es maravilloso, difícil, posible. Se está dibujando estos días un marco completo y útil de la realidad de esa apasionante tarea que tiene como centro a Cristo, «nuestra prioridad absoluta», en frase del cardenal.
La
cultura anglosajona ha mostrado siempre, salvo error por mi parte,
mayor capacidad para concretar en acciones efectivas los grandes
objetivos, también en el campo religioso. Por eso, me ha sorprendido más
encontrar iniciativas novedosas en otros países. De algún modo,
responden a la vitalidad que tantos han observado en los últimos años en
el contexto de las Jornadas Mundiales de la Juventud.
Ese clima de esperanza parece bien dibujado, según las crónicas, en la película Bells of Europe-Campanas de Europa,
sobre la relación entre el cristianismo, la cultura europea y el futuro
del continente. El film se construye a través de entrevistas con las
principales personalidades cristianas, y otras de la política y la
cultura. El Vaticano difundió las respuestas del Papa
Benedicto XVI. Merecen ser leídas íntegramente, porque explica las
razones de su esperanza: el deseo de Dios, la imposibilidad de que la
verdad envejezca y, en tercer lugar, la inquietud de los jóvenes, que
despiertan de nuevo y se ponen en camino: «así hay nuevos
descubrimientos de la belleza del cristianismo; un cristianismo que no
es barato, ni reducido, sino radical y profundo. Por lo tanto, me parece
que la antropología, como tal, nos indica que siempre habrá nuevos
despertares del cristianismo y los hechos lo confirman con una palabra:
cimiento profundo. Es el cristianismo. Es verdadero, y la verdad siempre
tiene un futuro».
Así se manifiesta en las ediciones del "Atrio de los Gentiles"
celebradas en tantas ciudades de Europa. O en los innumerables sitios
en la Red. Trataba de encontrar uno concreto, y no lo he conseguido,
porque aparecen demasiados en Google y You Tube para "videos años de la fe". Los hay de todo tipo, algunos muy profundos, como Porta Fidei, del Centro de Estudios Teológicos de Caen, con testimonios, entrevistas y documentos. O más juveniles, como el proyecto YouCoun, para explicar el Vaticano II a los jóvenes franceses.
No
todos suscitarán el mismo entusiasmo en el espectador. Pero, frente a
lamentaciones estériles, sugiero crecer en capacidad de aplauso: no hace
falta estar de acuerdo con los detalles para dar un voto de confianza y
estímulo.
Salvador Bernal
ReligionConfidencial.com
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