Benedicto
XVI se somete nuevamente a una entrevista periodística, esta vez, para
la película documental ‘Bells of Europe-Campanas de Europa’. Entre otras
cosas, el Papa explica las razones de la esperanza cristiana, en
contraposición a la caducidad de las ideologías: «Parecen fuertes,
irresistibles, pero después de un determinado período se consumen», dice
El
lunes por la tarde, después de la sesión del Sínodo, se presentó a
varios padres sinodales la película ‘Bells of Europe-Campanas de
Europa’, sobre la relación entre el cristianismo, la cultura europea y
el futuro del continente. La película presenta una serie de entrevistas
con las principales personalidades de la religión cristiana: el Papa Benedicto XVI, el Patriarca ecuménico Bartolomé I, el Patriarca Kirill de Moscú, el arzobispo de Canterbury, Rowan Williams, el ex presidente de la Federación de Iglesias Evangélicas en Alemania, Huber y otras personalidades de la política y la cultura.
El
hilo conductor es el toque de las campanas de los diferentes rincones
del continente y la fusión de una única campana en la antigua fundición
de Agnone. La banda sonora es del compositor estonio Arvo Pärt, que es también entrevistado.
La realización ha corrido a cargo del Centro Televisivo Vaticano, basándose en la idea del Padre Germán Marani, con el apoyo de otras instituciones, como la Fundación Gregoriana. El documental está ya a disposición de RAI Cinema, que posee los derechos para televisión y vídeo doméstico.
Sigue el texto de la entrevista al Papa Benedicto XVI:
Santidad,
en sus encíclicas propone una antropología fuerte, un hombre habitado
por el amor de Dios, un hombre de racionalidad ampliada por la fe, un
hombre que tiene una responsabilidad social gracias a la dinámica de
caridad recibida y dada en la verdad. Santidad, en este horizonte
antropológico en que el mensaje evangélico exalta todos los elementos
dignos de la persona humana, purificando las escorias que oscurecen el
verdadero rostro del hombre creado a imagen y semejanza de Dios, Usted
ha reafirmado en repetidas ocasiones que este redescubrimiento de rostro
humano, de los valores evangélicos, de las raíces profundas de Europa
es una fuente de gran esperanza para el continente europeo, y no sólo...
¿Puede explicar las razones de su esperanza?
La
primera razón de mi esperanza consiste en que el deseo de Dios, la
búsqueda de Dios está profundamente grabada en cada alma humana y no
puede desaparecer. Ciertamente, durante algún tiempo, Dios puede
olvidarse o dejarse de lado; se pueden hacer otras cosas, pero Dios
nunca desaparece. Simplemente, es cierto, como dice san Agustín, que
nosotros, los hombres, estamos inquietos hasta que encontramos a Dios
Esta preocupación también existe en la actualidad. Es la esperanza de
que el hombre, siempre de nuevo, también hoy, se encamine hacia este
Dios.
La
segunda razón de mi esperanza consiste en el hecho de que el Evangelio
de Jesucristo, la fe en Cristo, es simplemente verdad. Y la verdad no
envejece. También se puede olvidar durante algún tiempo, es posible
encontrar otras cosas, se puede dejar de lado; pero la verdad como tal
no desaparece. Las ideologías tienen un tiempo determinado. Parecen
fuertes, irresistibles, pero después de un determinado período se
consumen; pierden su fuerza porque carecen de una verdad profunda. Son
partículas de verdad, pero al final se consumen. En cambio, el evangelio
es verdadero, y por lo tanto nunca se consume. En todos los períodos de
la historia aparecen sus nuevas dimensiones, aparece en toda su
novedad, para responder a las necesidades del corazón y de la razón
humana que puede caminar en esta verdad y encontrarse en ella. Y así,
por esta razón, estoy convencido de que también hay una nueva primavera
del cristianismo.
Un
tercer motivo empírico lo vemos en que esta inquietud se manifiesta en
la juventud de hoy. Los jóvenes han visto tantas cosas —las ofertas de
las ideologías y del consumismo— pero perciben el vacío de todo esto, su
insuficiencia. El hombre ha sido creado para el infinito. Todo lo
finito es demasiado poco. Y por eso vemos cómo, en las generaciones más
jóvenes, esta inquietud se despierta de nuevo y cómo se ponen en camino;
así hay nuevos descubrimientos de la belleza del cristianismo; un
cristianismo que no es barato, ni reducido, sino radical y profundo. Por
lo tanto, me parece que la antropología, como tal, nos indica que
siempre habrá nuevos despertares del cristianismo y los hechos lo
confirman con una palabra: cimiento profundo. Es el cristianismo. Es
verdadero, y la verdad siempre tiene un futuro.
Santidad,
usted ha dicho muchas veces que Europa ha tenido y tiene todavía una
influencia cultural sobre toda la humanidad y tiene que sentirse
especialmente responsable, no sólo del propio futuro, sino también del
de todo el género humano. Mirando hacia adelante, ¿es posible trazar los
límites del testimonio visible de los católicos y de los cristianos
pertenecientes a las Iglesias ortodoxas y protestantes, en Europa del
Atlántico a los Urales que, viviendo los valores evangélicos en los que
creen, contribuyan a la construcción de una Europa más fiel a Cristo,
más acogedora, solidaria, no sólo custodiando la herencia cultural y
espiritual que los caracteriza, sino también en el compromiso de buscar
nuevas vías para afrontar los grandes desafíos comunes que marcan la
época post-moderna y multicultural?
Se
trata de la gran cuestión. Es evidente que Europa tiene también hoy en
el mundo un gran peso tanto económico como cultural e intelectual. Y, de
acuerdo con este peso, tiene una gran responsabilidad. Pero como usted
ha dicho, Europa tiene que encontrar todavía su plena identidad para
poder hablar y actuar según su responsabilidad. El problema hoy no son
ya, en mi opinión, las diferencias nacionales. Se trata de diversidades
que, gracias a Dios, ya no constituyen divisiones. Las naciones
permanecen, y en sus diversidades culturales, humanas, temperamentales,
son una riqueza que se completa y da lugar a una gran sinfonía de
culturas. Son, fundamentalmente, una cultura común. El problema de
Europa para encontrar su identidad creo que consiste en el hecho de que
hoy, en Europa tenemos dos almas: una de ellas es una razón abstracta,
anti-histórica, que pretende dominar todo porque se siente por encima de
todas las culturas. Una razón que al fin llega a sí misma, que pretende
emanciparse de todas las tradiciones y valores culturales en favor de
una racionalidad abstracta. La primera sentencia de Estrasburgo sobre el
Crucifijo era un ejemplo de esta razón abstracta que quiere emanciparse
de todas las tradiciones, de la misma historia. Pero así no se puede
vivir. Además, también la razón pura está condicionada por una
determinada situación histórica, y solo en este sentido puede existir.
La
otra alma es la que podemos llamar cristiana, que se abre a todo lo que
es razonable, que ha creado ella misma la audacia de la razón y la
libertad de una razón crítica, pero sigue anclada a las raíces que han
dado origen a esta Europa, que la han construido sobre los grandes
valores, las grandes intuiciones, la visión de la fe cristiana. Como
usted decía, sobre todo en el diálogo ecuménico entre Iglesia católica,
ortodoxa, protestante, este alma tiene que encontrar una común expresión
y después tiene que confrontarse con esa razón abstracta, es decir,
aceptar y conservar la libertad crítica de la razón con respecto a todo
lo que puede hacer y ha hecho, pero practicarla, concretarla en el
fundamento, en la cohesión con los grandes valores que nos ha dado el
cristianismo. Sólo en esta síntesis Europa puede tener peso en el
diálogo intercultural de la humanidad de hoy y de mañana, porque una
razón que se ha emancipado de todas las culturas no puede entrar en un
diálogo intercultural. Sólo una razón que tiene una identidad histórica y
moral puede también hablar con los demás, buscar una interculturalidad
en la que todos pueden entrar y encontrar una unidad fundamental de los
valores que pueden abrir las vías al futuro, a un nuevo humanismo, que
tiene que ser nuestro objetivo. Y para nosotros este humanismo crece
precisamente a partir de la gran idea del hombre a imagen y semejanza de
Dios.
Alfa y Omega / Almudí
No hay comentarios:
Publicar un comentario