La
respuesta a la fórmula esencial de la fe, aseguró el Santo Padre, está
en el Credo, en el Símbolo de la Fe en el que «se injerta la vida moral
del cristiano que encuentra allí su fundamento y su justificación»
Benedicto XVI ha comenzado hoy un nuevo ciclo de catequesis, que se desarrollará a lo largo del Año de la Fe;
un año convocado para que la Iglesia «renueve el entusiasmo de creer en
Jesucristo (...) reavive la alegría de recorrer el camino que nos ha
indicado y testimonie de modo concreto la fuerza transformadora de la
fe», dijo el Papa a los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro.
Con estas catequesis el Santo Padre quiere iniciar un camino para comprender que la fe «no
es algo extraño o separado de la vida diaria; al contrario, es su alma.
La fe en un Dios que es amor, y que se acercó al ser humano
encarnándose y entregándose en la cruz para salvarnos y abrirnos de
nuevo las puertas del cielo, indica, de forma luminosa, que la plenitud
del ser humano estriba solo en el amor (...) Donde hay dominio,
posesión, explotación (...) el hombre se empobrece, se degrada y
desfigura. La fe cristiana, que obra en la caridad y es fuerte en la
esperanza, no limita la vida sino que la humaniza».
«Dios
se ha revelado con palabras y obras en toda la larga historia de su
amistad con el ser humano (...) ha atravesado el cielo para entrar en la
tierra de los hombres como hombre, para que pudiéramos encontrarlo y
escucharlo. Y, desde Jerusalén, el anuncio del Evangelio de la salvación
se difundió hasta los confines de la tierra. La Iglesia, nacida del
costado de Cristo, se hizo portadora de una esperanza nueva (...) Pero
desde el principio se planteó el problema de la “regla de fe”, es decir
de la fidelidad de los creyentes a la verdad del Evangelio (...) a la
verdad salvadora sobre Dios y sobre el ser humano para custodiarla y
transmitirla».
La respuesta a la fórmula esencial de la fe, aseguró el pontífice, está en el Credo, en el Símbolo de la Fe en el que «se injerta la vida moral del cristiano que encuentra allí su fundamento y su justificación». «La
Iglesia tiene el deber de transmitir la fe, de comunicar el Evangelio
para que las verdades cristianas sean luz en las nuevas transformaciones
culturales y los cristianos sean capaces de dar razón de su esperanza».
«Hoy
vivimos en una sociedad que ha cambiado profundamente, incluso con
respecto al pasado reciente, y que está en continuo movimiento. Los
procesos de secularización y una mentalidad nihilista, por la cual todo
es relativo, han marcado con fuerza la mentalidad común (...) Si el
individualismo y el relativismo parecen dominar el ánimo de muchos
contemporáneos, tampoco se puede decir que los creyentes sean
completamente inmunes de estos peligros (...) El sondeo efectuado en
todos los continentes para la celebración del Sínodo de los Obispos
sobre la Nueva Evangelización, ha evidenciado algunos: una fe vivida de
forma pasiva y privada, el rechazo de la educación en la fe, la fractura
entre fe y vida».
«Hoy,
a menudo, el cristiano ni siquiera conoce el núcleo central de su fe
católica, del Credo y deja así lugar a una especie de sincretismo y
relativismo religiosos, sin claridad acerca de las verdades en que creer
y sobre la singularidad salvadora del cristianismo (...) Tenemos que
volver a Dios, al Dios de Jesucristo; tenemos que volver a descubrir el
mensaje del Evangelio y hacer que entre con más profundidad en nuestra
conciencia y en nuestra vida cotidiana».
«En estas catequesis del Año de la Fe —concluyó— me
gustaría brindar una ayuda para cumplir este camino, para retomar y
profundizar las verdades centrales de la fe sobre Dios, sobre el ser
humano, sobre la Iglesia, sobre toda la realidad social y cósmica,
meditando y reflexionando sobre las afirmaciones del Credo. Y quisiera
que resultase claro que estos contenidos o verdades de la fe, atañen
directamente a nuestras vivencias; requieren una conversión de la
existencia que da vida a un nuevo modo de creer en Dios».
Al final de la catequesis el Papa saludó, entre otros, a los peregrinos polacos. «Ayer en el aniversario de la elección de Juan Pablo II a la sede de Pedro —dijo— lo recordamos como un gran guía de la fe, que introdujo a la Iglesia en el tercer milenio».
Por último se dirigió en italiano a los representantes del movimiento Actuar todos por la dignidad del cuarto mundo,
reunidos en la Plaza de San Pedro con motivo de la Jornada Mundial del
Rechazo de la Miseria, convocada por las Naciones Unidas. «Os animo
en vuestro compromiso para defender la dignidad y los derechos de
cuantos se ven condenados a sufrir el azote de la miseria, contra la
cual la humanidad debe luchar sin descanso», subrayó Benedicto XVI.
Almudí
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