Un
auténtico asesino en serie que, sin embargo, no es conocido por el
grueso de los norteamericanos puesto que no ha llegado a ellos ni a
través de las pantallas de sus televisiones y ni en el papel de sus
periódicos; básicamente, no se ha informado sobre el asunto
La
idea de que, en el fondo, cada uno ve lo que quiere ver me parece una
realidad comprobable empíricamente. El problema se presenta cuando quien
mira es un periodista (o un medio): en ese caso, se le pide el esfuerzo
profesional para que vea lo que hay, no lo que quiere ver.
Lo mismo
ocurre con un médico: su misión profesional es ver los síntomas que
presenta el enfermo, no los que le gustaría que hubiera. Por desgracia,
son numerosos los casos en los que el periodista (o el medio) −como le
podría ocurrir al médico− no es capaz de ver lo que hay. O, simplemente,
gira la cabeza hacia otro lado.
Un
caso clamoroso de no ver lo que hay se está viviendo en estos días en
Estados Unidos. El 18 de marzo comenzó en Filadelfia el proceso a Kermit Gosnell,
un médico propietario de una clínica de abortos, acusado de ocho
homicidios. Aparte de las acusaciones por esas muertes, el caso tiene
todos los ingredientes de relevancia pública nacional: la clínica era
una verdadera asquerosidad desde el punto de vista sanitario; carecía de
permisos y de personal cualificado; efectuaba abortos fuera de la ley
(con edad superior a las 24,5 semanas y con un método particularmente
cruel, descrito por antiguos colaboradores de Gosnell); se encontraron
restos humanos; la autoridad sanitaria visitó la clínica por última vez
en 1993 y desde entonces no hizo nada para inspeccionarla, a pesar de
hacer recibido tres denuncias relevantes (dos de ellas, de muertes); se
sospecha, por tanto, corrupción en la administración pública...
A pesar de todo, la noticia apenas ha trascendido en los medios de referencia de Estados Unidos. El New York Times le dedicó una columna
al día siguiente del inicio del proceso (en página A17); concediendo
espacio a la tesis del abogado defensor de Gosnell, según el cual le
atacan porque es negro. El diario no recuerda que entre los primeros en
manifestarse ante la clínica se encontraba precisamente un grupo pro-life integrado por negros (ver este documental
sobre el caso, en inglés, de 21 minutos y con imágenes fuertes). En
otros medios, el silencio ha sido total. Blogs y redes sociales tocaron
la alarma, llegaron algunas autocríticas y ahora se discute sobre las razones de este auténtico "cover-up" (“encubrimiento”, una palabra que tanto indigna a cierta prensa cuando quien lo hace son otras instituciones).
Diego Contreras
laiglesiaenlaprensa.com / Almudí
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