“Escuchar” a Dios con profundidad es fácil y es difícil. En ocasiones
podría asemejarse a la manera como un artista capta la belleza. A todos gustan
las cosas bonitas (un cuadro, una escultura, una música…) pero el auténtico
artista mira una obra maestra con especial profundidad.
No se trata de mayor o
menor conocimiento de la técnica, pues un buen crítico de arte es capaz de
hacer un análisis de ella probablemente mejor que el artista. Pero el artista
la “vive”: la incorpora a sí mismo; puede quizá, luego, interpretarla o
reinterpretarla de forma original a la vez que fiel; las llamadas “variaciones”
musicales son una buena prueba. El artista, en definitiva, no ve la obra, la “contempla”.
Sabe “escuchar” la belleza.
Texto de Manuel Ordeig en “Despertar al asombro”
SER PERSONA
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