En
 los días previos a la fiesta de Pentecostés el papa Francisco está 
hablando sobre el Espíritu Santo; de las Tres Personas de la Santísima 
Trinidad la más desconocida para los cristianos 
      El
 Papa explicó durante la Misa en la capilla de Casa Santa Marta que el 
Espíritu Santo nos recuerda las cosas de Dios, la memoria de las propias
 miserias y de las gracias recibidas. 
 El Espíritu Santo es el que permite al cristiano de tener “memoria”
 de la historia y de los dones recibidos por Dios. Sin esta gracia, se 
corre el riesgo de caer en la idolatría. Lo afirmó el Papa Francisco en su homilía de la Misa presidida la mañana de este lunes en la Casa de Santa Marta. 
      (…)
      La respuesta que San Pablo recibe de un grupo de discípulos de Éfeso, narrada en los Hechos de los Apóstoles, es sorprendente: «Ni siquiera hemos oído decir que se reciba el Espíritu Santo».
 El Papa Francisco inició su homilía partiendo de esas palabras, del 
estupor suscitado por ellas en Pablo, observando que la ignorancia 
manifestada por los cristianos de hace dos mil años no es solo «una cosa de los primeros tiempos», «el Espíritu Santo −dijo− es siempre un poco el desconocido de nuestra fe».
      «Hoy,
 muchos cristianos no saben quién es el Espíritu Santo, cómo es el 
Espíritu Santo. Y algunas veces se escucha: “pero yo me las arreglo bien
 con el Padre y con el Hijo, porque rezo el Padre Nuestro al Padre, hago
 la comunión con el Hijo, pero con el Espíritu Santo no sé qué cosa 
hacer…”. O te dicen: “El Espíritu Santo es la paloma, aquel que nos da 
siete regalos”. Así el pobre Espíritu Santo está puesto siempre al 
final, y no encuentra un buen lugar en nuestra vida».
      En cambio, prosiguió el Papa Francisco, el Espíritu Santo es un «Dios activo en nosotros», un «Dios que hace recordar», que «hace despertar la memoria». El mismo Jesús lo explica a los Apóstoles antes de Pentecostés: el Espíritu que Dios les enviará en mi nombre, asegura, «les recordará todo aquello que he dicho». De lo contrario, para un cristiano se presentaría un declive peligroso:
      «Un
 cristiano sin memoria no es un verdadero cristiano: es un hombre o una 
mujer prisionero de la coyuntura, del momento; no tiene historia. La 
tiene, pero no sabe cómo aferrar la historia. Y justamente es el 
Espíritu que le enseña cómo aferrar la historia. La memoria de la 
historia… Cuando en la Carta a los Hebreos, el autor dice: “Recuerden a 
sus padres en la fe” −memoria; “recuerden los primeros días de su fe, 
cómo han sido valientes” −memoria. Memoria de nuestra vida, de nuestra 
historia, memoria del momento en el que hemos tenido la gracia de 
encontrar a Jesús; memoria de todo aquello que Jesús nos ha dicho».
      «Aquella memoria que proviene del corazón, aquella es una gracia del Espíritu Santo», recalcó el Obispo de Roma. Y tener memoria −precisó− «significa
 también recordar las propias miserias, que esclavizan, y al mismo 
tiempo la gracia de Dios que redime de esas miserias».
      «Y
 cuando viene un poco la vanidad, y uno se cree un poco el Premio Nobel 
de la Santidad, también la memoria nos hace bien: “Pero… acuérdate de 
donde te tomé: del final del rebaño. Tú estabas atrás, en el rebaño”. La
 memoria es una gracia grande, y cuando un cristiano no tiene memoria 
−es duro, esto, pero es la verdad− no es cristiano: es idólatra. Porque 
está ante un Dios que no tiene camino, que no sabe hacer camino, y 
nuestro Dios hace camino con nosotros, se mezcla entre nosotros, camina 
con nosotros. Nos salva. Hace historia con nosotros. Memoria de todo 
aquello, y la vida se vuelve más fructífera, con esta gracia de la 
memoria».
      El
 Papa Francisco concluyó su homilía con una invitación a los cristianos a
 pedir la gracia de la memoria para ser, afirmó, personas que no olvidan
 el camino recorrido, «no olvidan las gracias en sus vidas, no 
olvidan el perdón de los pecados, no olvidan que han sido esclavos y que
 el Señor los ha salvado». (RC-RV)
Almudí 
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