El presidente de Estados Unidos, Barack Obama,
ha hecho unas desafortunadas declaraciones recientemente, aunque de
todos es conocida su apuesta por el aborto, que es reiterada y sin paños
calientes. Ha afirmado que la postura provida es retrasar el reloj de
la historia al siglo pasado. La vida no tiene reloj para quienes la
defienden en todas sus fases, desde la concepción hasta la muerte.
Quienes defienden la vida no son ‘anti’ nada, sino defensores del primer
derecho de un ser humano, que es el derecho a nacer. Defender la vida
no sabe ni de plazos, ni de relojes, ni de despertadores, ni de modas.
El
aborto es legal en Estados Unidos desde 1973 a raíz de una sentencia
del Tribunal Supremo que salió adelante por un voto. Ni en Estados
Unidos ni en España se ha atrevido un Gobierno a someterlo a referéndum,
porque saben que el resultado podría sorprender a los que defienden el
aborto, porque se ha ido calificando como “moderno” defender el
aborto y se busca adormecer lo que la ciencia aporta con total nitidez:
en el seno materno hay una vida distinta a la de la madre, que
evidentemente requiere unos meses de cuidado de la madre, como requiere
un recién nacido cuidados vitales.
Obama
juega con habilidad a la hora de trasmitir mensajes, es innegable. Sin
embargo, en esta ocasión sus asesores no han acertado −si es que han
intervenido−, porque la descalificación radical reafirma a los
defensores de la vida y hace dudar a quienes mantienen una postura
indecisa, tibia o tolerante.
Defender
la vida no es retrógrado. Las diversas legislaciones, desde hace
siglos, incorporaron la defensa del concebido, a diferencia de ciertas
culturas antiquísimas que permitían la muerte de seres humanos con taras
o de fetos, con justificaciones muy variadas, pero todas ellas teñidas
de una barbarie y primitivismo que la historia fue superando. El nazismo
llevó a cabo una agresión brutal contra la vida, y ese foco condujo al
holocausto judío, la práctica del aborto, de la eugenesia, y una guerra
mundial con 60 millones de muertos. Atentar contra la vida es una
espiral de final imprevisible.
No respetar las razones de los provida
es totalitario, antidemocrático y poco inteligente. El aborto es un
genocidio mundial, que se esconde, o se disfraza con el traje de la
modernidad. Es más moderno defender la vida en la actual cultura de la
muerte.
Javier Arnal
El Mundo – Castellón / Almudí
El Mundo – Castellón / Almudí
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