Asombra, inquieta y duele tanta descalificación de que hemos sido objeto los obispos, porque expresamos nuestra inconformidad cuando la Suprema Corte declaró acordes con la Constitución las uniones de personas de un mismo sexo equiparándolas a un matrimonio, con el derecho de adoptar niños. Han dicho que estamos violando la ley y que la autoridad debería sancionarnos. Uno tituló su escrito: Iglesia idiota. Otro dijo que ya no hay obispos de calidad como antes. Alguien ha hablado de las atrocidades de la religión. Y así por el estilo...
Para qué enumerar los calificativos contra el cardenal Juan Sandoval. Se puede estar en disconformidad con sus aseveraciones; se puede pensar que no tienen sustento; pero aprovechar esto para descalificarnos a todos, al Papa y a la Iglesia Católica en general, rebasa lo esperado y manifiesta un renovado anticlericalismo que no se había manifestado tan agresivo, ni siquiera cuando se descubrieron los delitos de sacerdotes.
En la historia de nuestra Iglesia, hay puntos muy negros que querríamos no hubieran existido, y que, con ocasión o sin ella, nos restriegan en la cara. Se aducen las Cruzadas, la Inquisición, el caso Galileo, los períodos oscuros del papado, la pederastia clerical, etc. Los traen a colación, para descalificar todo lo que hagamos o digamos. Muchas veces es sólo un mecanismo para defenderse y quitar fuerza a nuestra denuncia por sus infidelidades matrimoniales y por sus otras desviaciones; atacándonos, intentan autoprotegerse.
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