Caso de verme obligado a hablar de religión en un brindis de sobremesa -desde luego, no parece cosa muy probable-, beberé '¡Por el Papa!' con mucho gusto. Pero primero '¡Por la Conciencia!', después '¡Por el Papa!'».
El autor de estas palabras fue John Henry Newman, a quien el Papa Benedicto XVI beatificará el próximo 19 de septiembre. El Cardenal Ratzinger afirmó hace tiempo que la doctrina de Newman sobre la conciencia había sido una de sus grandes aportaciones a la doctrina de la Iglesia. Sus reflexiones continúan siendo válidas.
En efecto, a pesar de que fueron publicadas en 1875, podemos encontrar fuertes similitudes entre el contexto político en que fueron escritas y la situación actual de España.
En aquella ocasión Newman salió al paso de unas declaraciones públicas que cuestionaban la lealtad civil de los católicos ingleses. El ex Primer Ministro y líder de los liberales, William E. Gladstone, manifestó sus recelos hacia la entonces reciente definición de la infalibilidad papal. En su opinión, cabía el riesgo de una grave intromisión de la Iglesia Católica en los asuntos del Estado, sobre todo en el caso de los políticos católicos.
Esta suspicacia no difiere mucho de la que nos podemos encontrar en algunos medios de comunicación de nuestro país cuando el Papa o un Obispo se pronuncian sobre cuestiones públicas.
En realidad, el aparente conflicto de lealtades se esclarece cuando se advierte quien ostenta la legítima soberanía. Aunque es cierto que puede haber puntos problemáticos entre la Iglesia y el Estado, el verdadero conflicto se da porque confluyen asuntos de orden moral y de orden político. Y en este tipo de conflictos la autoridad le corresponde a la propia conciencia personal. De ahí que Newman no dude en brindar primero por la conciencia, y después por el Papa.
Tomás Baviera
Las Provincias
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