Vagón-Bar
Hace unos cuantos años escribí sobre la perplejidad que me produjo en aquel momento la insólita petición de los chicos en las zonas de movida nocturna: querían más presencia policial. Después me asusté con el caso de unos padres que reclamaban al ayuntamiento de una ciudad andaluza porque su hijo había fallecido en un megabotellón tras atiborrarse de no sé qué pastillas.
Cuando se aprobó el noitebús, ya ni dije nada, ¿para qué? A nadie le iba a parecer bien y de nada serviría que me pusiese a discutir que el Gobierno gallego deba pagar el transporte a los niños que se van de juerga lejos de sus casas, con el riesgo añadido de que me llamaran cualquier fealdad por no darme cuenta de que se morían a chorros, borrachos, en las carreteras del fin de semana.
Me escandalizó, más tarde, que el mismo Gobierno presumiera del número de usuarios que ya tenía el "noitebús" y de que esperaban aumentarlo, como si se tratara de un gran logro.
Ahora se plantea suprimir la subvención al "noitebús", porque hay que recortar esos seis millones de euros (mil millones de las antiguas pesetas), que nos cuesta traer y llevar niños de jarana. Pero se han levantado todo tipo de voces en contra de ahorrar un gasto que salva vidas. Adelantó una respuesta Blanco Valdés: manténgase el servicio y que lo paguen ellos o las discotecas.
Lo grave del asunto, en realidad, no radica en cómo se arregla esta desfeita, sino en la capacidad que tienen nuestros políticos para ir a la raíz de los problemas. ¿Que los chavales se matan borrachos y matan a otra gente en la carretera? Gastémonos seis millones en autobuses y los recogemos cociditos y se los devolvemos a papá.
Un mensaje lleno de valores positivos que hablan de esfuerzo, solidaridad y coraje para afrontar tiempos difíciles. Seguro que este dispendio enternece, por ejemplo, a los países del Tercer Mundo.
PACO SÁNCHEZ
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