Son importantes las buenas reflexiones antropológicas y esta es una de ellas.
Sumario
1. El valor de la vida humana: 1.1. El valor del cuerpo; 1.2. Dimensión moral de la corporalidad.- 2. La inviolabilidad de la vida humana: 2.1. La vida humana ha de ser valorada por sí misma; 2.2. Toda vida humana; 2.3. En cualquiera de sus fases.- 3. El «señorío» del hombre sobre su vida: 3.1. Un derecho y un deber; 3.2. Un señorío «ministerial»; 3.3. ... que se realiza como don.
Entre las preguntas básicas que los hombres de todas las épocas se han formulado están las que se refieren a su origen —¿de dónde venimos: cuál es nuestro origen?— ya su fin —¿a dónde vamos: cuál es nuestro fin?—. Son interrogante s de cuya respuesta dependen en gran manera el sentido y la orientación de la vida y el obrar humanos [1]. Porque no se trata tanto de saber «cuándo apareció el hombre, sino más bien de descubrir el sentido de tal origen» [2].
1. El valor de la vida humana: 1.1. El valor del cuerpo; 1.2. Dimensión moral de la corporalidad.- 2. La inviolabilidad de la vida humana: 2.1. La vida humana ha de ser valorada por sí misma; 2.2. Toda vida humana; 2.3. En cualquiera de sus fases.- 3. El «señorío» del hombre sobre su vida: 3.1. Un derecho y un deber; 3.2. Un señorío «ministerial»; 3.3. ... que se realiza como don.
Entre las preguntas básicas que los hombres de todas las épocas se han formulado están las que se refieren a su origen —¿de dónde venimos: cuál es nuestro origen?— ya su fin —¿a dónde vamos: cuál es nuestro fin?—. Son interrogante s de cuya respuesta dependen en gran manera el sentido y la orientación de la vida y el obrar humanos [1]. Porque no se trata tanto de saber «cuándo apareció el hombre, sino más bien de descubrir el sentido de tal origen» [2].
La experiencia muestra suficientemente que es común la percepción de que el ser humano, a la vez que puede decir con verdad «mi vida es mía», siente también que no es menos verdadera la afirmación «mi vida no es mía». En lo profundo de sí mismo, el hombre advierte que es dueño de su vida: puede decidir sobre ella, elegir unos u otros «debe rendir cuentas» ante «otra instancia» de la manera que decida vivir y realizar su vida.
Cuál es la razón o fundamento de esa doble percepción y de qué modo una y otra se deban armonizar en el discurrir de la propia vida, es lo que se analiza en este capítulo. Después de mostrar que proclamar adecuadamente el valor y sentido de la vida humana sólo es posible día abierta a la trascendencia (Apartado 1), se considera el fundamento de su dignidad y del respeto con que debe ser tratada (Apartado 2). Por último se analiza el alcance del dominio del hombre sobre su propia vida (Apartado 3).
La cuestión, siempre importante, cobra un relieve especial en el momento actual, en el que las amenazas contra la vida humana revisten unas características de tal naturaleza y comportan tal indefensión de la vida, que hacen que nuestra cultura pueda describirse, en algún sentido, como una «cultura de muerte» [3]. No sólo son nuevas y más sofisticadas las formas con las que las actuales tecnologías permiten atentar contra vida —especialmente en su inicio y en su fase terminal—, sino que sobre todo es nueva y más poderosa la cultura que respalda los atentados que se quieren perpetrar. Los delitos contra la vida se quieren presentar como derechos democráticos que el Estado debe autorizar y proteger, y hasta realizar, con la intervención gratuita de las estructuras sanitarias. ¡Serían los médicos los que deberían atentar contra la vida!
1. El valor de la vida humana
En el lenguaje corriente es habitual referirse con el término «vida» a ese modo de existir que el ser humano comparte con los demás organismos vivos, «capaz de defenderse, desarrollarse y multiplicarse por sí mismo» [4]. Es la vida biológica (bios). Según ese mismo uso, la palabra «vida» puede también significar «el conjunto de experiencias vividas (vida psicológica), o bien la totalidad de la existencia individual en cuanto proyecto de humanidad siempre in fieri (vida personal») [5]. Pero en la Escritura, en el Nuevo Testamento, de manera particular en el Evangelio según San Juan, la palabra «vida» sirve para designar la vida sobrenatural o de la gracia, la «vida eterna». Y el término que se usa es zoe, para distinguido de bios [6]. Ésta —la «vida nueva y eterna» [7]— es «la vida misma de Dios y a la vez la vida de los hijos de Dios» [8]. Es la vida que, incoada y desarrollada en la tierra, alcanzará su plenitud en el encuentro con su Creador.
Augusto Sarmiento
(EUNSA)
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